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EL ORGASMO ES DE QUIEN LO TRABAJA

Isabel Bueno Lázaro

--En una cultura sexofóbica, el ejercicio del placer requiere aprendizaje y práctica.
-- Toda mujer tiene la capacidad y la posibilidad del orgasmo

 

Algunas mujeres no hemos sido informadas de lo que es y cómo se siente cuando se tiene un orgasmo, y podemos creer que debe ser algo como lo que describen las novelas románticas o películas con escenas explícitas, en las que todo el mundo sabe lo que tiene que hacer, y todo sale bien, rápido y seguro, no hay pierde. En estas situaciones de fantasía, los chavos son expertos, nunca hay fallas en la erección, las chicas son multiorgásmicas etcétera. Pero ¡oh desilusión¡ el mundo de verdad no es así. Conozco pocas mujeres multiorgásmicas, las pocas que llegan a tener varios orgasmos lo logran sólo a veces, y muchos hombres parece que no conocen más técnicas sexuales que las que aprendieron en el baño de varones de la prepa.
Pero ¿qué es el orgasmo? Aunque los estudios sobre la respuesta sexual humana son recientes y los científicos no se ponen de acuerdo del todo, podemos decir que es el momento más intenso, la cima de la excitación sexual. El momento en que el placer se desboca en una especie de explosión y se extiende por todo el organismo. La intensidad de ese momento hace que se sienta que ya no puede excitarse más y se para el deseo de más estímulo.
Algunas mujeres relatan la percepción del orgasmo como descender flotando de una montaña rusa, otras, como lanzarse al vacío en paracaídas, otras como un ahogo muy agradable.
El orgasmo no llega de manera automática sino que se construye, requiere de un permiso interno para sentir placer, de estimulación mental y de estimulación física del cuerpo, en especial de las zonas y músculos vulvares-vaginales, el órgano más sensible es el clítoris. Se logra con una abundante y suficiente excitación previa. ¿Cuán abundante? Eso varía y cada una debe descubrirlo, en primer lugar dándose permiso para hacerlo.
Lo más importante para sentir y llegar a un orgasmo es el deseo, la determinación propia, el permiso que una misma se da para sentir placer sexual, poco importa si es sola, con una pareja heterosexual, con una amiga querida, con un pene chico o grande o sin pene.
Permítanme aquí recordar un chiste de los sesentas: ¿En qué supera la relación sexual en pareja a la masturbación? Respuesta: Sólo en que se conoce gente.
El permiso que nos damos depende principalmente del tipo de educación que hemos recibido y que determina nuestra relación con nuestro cuerpo y con el placer. Vivimos en una cultura que ha declarado la guerra al placer y glorifica el sacrificio, la agresividad y el dolor. Esto toma una dimensión muy particular en la educación a las mujeres, a quienes se nos enseña que nuestro cuerpo es una fuente de sacrificio y de vida para otros y se nos lo restringe como fuente de placer, de vida y de experimentación para nosotras mismas.
Por ello es tan importante aceptar el placer en general y el placer sexual en particular como parte de nuestra persona, entender que para ello necesitamos el estímulo, que éste tiene que buscarse y experimentarse en cantidad y calidad para ir contactando primero y haciendo crecer después, toda la capacidad de placer que tiene nuestro cuerpo. Si nos abrimos a este ejercicio podemos asegurar que encontraremos el orgasmo, pero como cualquier aprendizaje, la práctica hace a la maestra.
El orgasmo es el momento cúspide del placer sexual, pero éste es mucho más que el orgasmo, porque el placer sexual es todo lo que nos da placer, desde abrazos, caricias, cercanía, sonrisas, miradas intencionadas, imágenes fantaseadas y miles de etcétera más que pueden conseguirse en relación con otros o con una misma. El estímulo sexual, etapa previa y necesaria para llegar al orgasmo, puede venir de fuera, ya sea de algo que se ve, se oye, se huele o se siente, o al estar cerca de alguien. Puede venir del interior, ya sea algo que se imagina o recuerda, y llega a la zona del cerebro encargada de reconocer las sensaciones y de la respuesta sexual. Para vivir el orgasmo hay que vivir y cultivar el placer sexual. Pero como toda expresión física, requiere de entrenamiento, experiencia, y ganas de llegar.
Si el orgasmo es la cima de la excitación sexual, la excitación depende del estímulo y aumenta conforme a él. Por ello la etapa de la estimulación es muy importante y ésta puede darse de muchas maneras que hay que descubrir.
Aun cuando nuestro organismo responde físicamente de la misma forma ante el mismo estímulo, la actividad sexual humana es tan subjetiva que cada orgasmo es una experiencia diferente, aún para la misma persona.
La conducta sexual es tan variada que lo que para unas es erótico, para otras puede ser todo lo contrario y aún causa de aversión. Por eso cada una debe descubrir con la experimentación y la práctica su propia e individual conducta sexual, sin avergonzarse, segura de que sus descubrimientos tienen la validez de su propia individualidad.
En las películas que nos muestran el acto sexual, los actores se ven siempre bellos, peinados, sin sudor, todo siempre bien organizado como si no estuvieran haciendo un ejercicio que exige movimiento y energía. A las mujeres además se nos exige ser siempre las bellas. Ambas ideas son falsas y hacen que muchas veces las mujeres no podamos contactar con nuestra capacidad de placer por miedo a no vernos bien. El contactar y vivir plenamente el placer sexual no es cosa de verse bien sino de sentirse bien y para sentirse bien hay que aceptar y dejarse ir en las sensaciones que llegan y en lo que sale de ellas, como moverse, jadear, hacer ruidos, decir palabras que nos gustan.
Prácticamente todas las partes del cuerpo tienen la potencialidad de erotizarse y dar placer, sin embargo ni todas ellas dan el mismo nivel de placer, ni todas las mujeres sienten placer en las mismas partes de su cuerpo. Por ello cada quién debe ir conociendo su cuerpo, buscando sus partes más sensibles, experimentando con sus fuentes de placer y sobre todo las formas en que se pueden estimular las sensaciones eróticas.
A muchas mujeres nos gusta oír palabras o frases que nos estimulan, sin embargo por temor o vergüenza las solemos evitar y reprimir. Es importante comprender que el placer se construye con todas las capacidades del cuerpo, también con las palabras, por eso hay que aprender a no reprimir esos importantes elementos e ir explicitando cada vez con mayor especificidad las palabras y frases que se quiere oír. Cuando se busca el placer sexual con una pareja es fundamental que ambos conozcan sus gustos y necesidades, lo que los estimula. Y para eso hay que darlos a conocer.
En el ejercicio de la sexualidad, cuanto más miedos se traen y cuanto más angustias se le añaden, es más difícil disfrutarla y habrá que trabajar más. De igual manera, cuando se la toma como algo evidente, como una cotidianeidad de desahogo, comparable a eructar, tampoco se vive en toda la riqueza que puede darnos.
Cuando se toma como un momento de placer y contacto con nuestro cuerpo, sea con alguien que nos es interesante o solas, puede representar una de las actividades más gratificantes que podemos tener, y nadie, ninguna mujer, está fuera de esa capacidad, pero mientras vivamos en una cultura sexofóbica y llena de miedos al cuerpo y al goce, la sexualidad placentera y dentro de ella el orgasmo será de quién la trabaje

 

 

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