Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 28 de marzo de 2002
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Robert Fisk

La cumbre árabe fue la cena de Macbeth, sin Macbeth

Beirut. Primero los israelíes encierran a Yasser Arafat. Después los libaneses hacen lo mismo. Luego de que Ariel Sharon le negó el permiso de abandonar sus mínimos dominios en Ramallah, el líder palestino se encontró con la novedad de que Líbano ni siquiera le permitiría dirigirse a la cumbre árabe en Beirut vía satélite. Los libaneses, al parecer, temían que los israelíes sustituyeran la imagen de Arafat por la de Sharon, y que los reyes, príncipes y presidentes del mundo árabe fueran a escuchar al hombre a quien culpan por las matanzas en los campos de refugiados de Sabra y Chatila de 1982, en lugar de escuchar al "Che Guevara de Palestina".

ƑPero a quién le importa? Sobre el restaurado hotel Phoenicia de Beirut, donde los líderes árabes se reunieron el miércoles, volaba un traqueteante helicóptero modelo Bell-Augusta de la era de Vietnam -un regalo que los estadunidenses enviaron hace algunos años sin incluir el instructivo- mientras buques artilleros libaneses vigilaban a lo largo de la costa. Cómo deben haber temblado los israelíes.

Pero el presidente Mubarak de Egipto declinó su asistencia lo mismo que el rey Abdullah de Jordania. Y Arafat, desde luego, no estaba ahí. Entonces, Ƒa quién estaban protegiendo el helicóptero y los buques? Porque la cumbre árabe de Beirut era la cena de Macbeth, pero sin Macbeth, o el fantasma de Banquo, ni siquiera Lady Macbeth. Los líderes de Yemen y Argelia, los primeros ministros de Jordania y Egipto y los visires y califas de otra docena de países árabes apenas disimulaban la ausencia de esos tres pilares del mundo árabe.

Ciertamente, el potentado más impactante visualmente que llegó a Beirut este miércoles fue el rey (así tenemos que llamarlo ahora) de Bahrein. Arribó al aeropuerto en uniforme de almirante de flota -siendo que la flota de Bahrein es, desde luego, decididamente estadunidense-. Su uniforme estaba tan recargado de cintas doradas que parecía tener dificultades para levantar el brazo y estrechar manos.

El príncipe heredero de Arabia Saudita -aquel del "plan de paz" que ha sido tan cálidamente recibido por Estados Unidos y el señor Tom Friedman del diario The New York Times- habló brevemente y con cierta solemnidad. "Yo le digo al pueblo israelí -aseguró- que si su gobierno acepta renunciar a la política de la fuerza y la represión, y acepta una paz genuina, nosotros no vacilaremos en aceptar el derecho del pueblo de Israel de vivir con seguridad con el resto de los pueblos de la región". Viniendo del próximo rey de la nación que produjo a la mayor parte de los aeropiratas del 11 de septiembre y que creó al notorio talibán, esta fue una fuerte declaración.

Kofi Annan, secretario general de la ONU, hizo su mejor esfuerzo por apoyar al príncipe. "Todos queremos escuchar una aseveración firme y creíble de ustedes, los líderes de la Liga Arabe, de que una vez que Israel concluya una justa y lógica paz y se repliegue de las tierras árabes, puede esperar la paz y la implementación de relaciones completas y normales con todo el mundo árabe", dijo.

Pero, como bien saben todos los árabes e israelíes, existe mucha basurilla en los engranes de la maquinaria de la paz. ƑSe refería Annan a todas las tierras árabes o sólo a aquellos trocitos de los cuales Israel podría elegir retirarse? ƑQué es una paz "justa" sin el "derecho al retorno" que los palestinos exigen para sus refugiados, y que implica una política la cual -llevada a su conclusión lógica- significaría el fin del Estado de Israel? Y si los sauditas aceptan "el derecho del pueblo israelí a vivir con seguridad", Ƒdicha aceptación vendría antes o después del repliegue israelí de las tierras árabes ocupadas?

Al parecer, el príncipe Abdullah agregó a su propuesta el "derecho al retorno, junto con el fin de la ocupación de la meseta siria de Golán, cosa que agradeció el presidente Bashar Al Assad, quien sí fue a la cumbre de Beirut. Pero, Ƒse espera que Sharon siga esta corriente? ƑExiste alguna posibilidad de que -algún día- el gobierno de Sharon responda a una iniciativa así, cuando está diciendo públicamente que planea invasiones todavía más brutales al territorio palestino?

Si Sharon no permitió que Arafat fuera a Beirut, Ƒpor qué tendría que escuchar propuestas de personas a las que Arafat no tiene permiso de dirigirse?

Los delegados palestinos dejaron el recinto, por supuesto, en el momento en que se dieron cuenta que los libaneses habían sacado a su dirigente del aire. Cómo debe haberse reído Sharon de esta escena. Los árabes censurando a los árabes. Siempre ha sido así. Arafat quedó reducido -esta es la palabra que ameritan las circunstancias- a predicar en el canal de televisión Al Jazeera, la estación que se hizo famosa al reportar el inicio de los bombardeos estadunidenses en Kabul el año pasado y que fue golpeada por un misil Crucero de Estados Unidos en agradecimiento por sus esfuerzos. Arafat, desde luego, sabe lo de los misiles Crucero, lo cual debe ser la razón por la que el príncipe Abdullah advirtió a los israelíes que estarían "seriamente equivocados" si pensaran que pueden usar la fuerza para imponer una paz injusta.

Si el plan saudita de paz originalmente era vago, el príncipe por lo menos dejó claro que es un documento más detallado que la resolución 242 del Consejo de Seguridad. Tendrá que suscitarse una "completa retirada israelí de todas las tierras árabes" a cambio de su reconocimiento árabe, y el repliegue incluye a Jerusalén oriental.

Los sauditas sugirieron que tal vez los refugiados palestinos puedan recibir una compensación en lugar del "retorno" a la tierra que ahora es Israel.

Huelga decir que el príncipe Abdullah no visitó los empapados campamentos de refugiados de Sabra y Chatila -ubicados a escasas dos millas del opulento hotel Phoenicia- para preguntar a sus habitantes si ellos aceptarían su "plan de paz". Como es costumbre en el mundo árabe, el destino de los pueblos está en manos de sus dictadores. Y de los israelíes. Y de los estadunidenses.

Traducción: Gabriela Fonseca

© The Independent

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