Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 23 de marzo de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Política

Enrique Calderón A.

La situación actual del PRD

Sin ser miembro del PRD, formo parte del numeroso grupo de mexicanos que a partir de 1988 vimos en Cuauhtémoc Cárdenas, y en el surgimiento del PRD, una luz de esperanza para el futuro de México, que estaba en manos, entonces como ahora, de un grupo político comprometido claramente con intereses extranjeros y dispuesto a utilizar sus puestos en beneficio propio y de sus amigos, antes que a trabajar por el progreso del país.

Entre 1988 y 1994 Cárdenas recorrió el país, denunciando el engaño de que estábamos siendo objeto por parte de Salinas, organizando a sus seguidores y a la izquierda mexicana en un partido fuerte, con presencia importante en por lo menos 25 estados de la República. El poder del Estado, empleado sin restricciones por el presidente Salinas, y una campaña devastadora desatada en contra de la izquierda por los medios electrónicos, lograron derrotarla en las accidentadas elecciones de 1994, pero un año después, luego de la debacle del fin de año 1994-1995, y descubierta la corrupción gubernamental que había facilitado el saqueo del país, la palabra de Cárdenas tomó sentido, convirtiéndolo en la principal figura política nacional.

Aunado a la imagen del ingeniero Cárdenas, el trabajo de organización del Partido de la Re-volución Democrática permitió crear estructuras capaces de competir seriamente en los procesos electorales de todo el país. Para 1997 las simpatías hacia el partido lo colocaban a la altura del PAN, e incluso del PRI, disminuido por el descrédito y la impopularidad ante la grave crisis económica que se vivía.

El PRD parecía convertirse en una posibilidad real de cambio. Su punto más alto se dio a finales de 1998, luego de que el triunfo de Cárdenas en el Distrito Federal había abierto el camino para otros triunfos electorales en Zacatecas y Tlaxcala, con avances en Guerrero y con expectativas de triunfo en el estado de México.

Luego las cosas empezaron a desmoronarse; la elección interna por la dirección del partido en 1999 dilapidó una parte del capital político logrado hasta entonces y su imagen se deterioró ante amplios sectores de la población. La nueva directiva del partido perdió la visión de una estrategia nacional y optó por la improvisación orientada a ganar votos donde y como fuera posible. Por su parte, un número importante de sus miembros empezó a ver en el partido la posibilidad de obtener beneficios personales, alimentados por la experiencia de algunos triunfos fáciles logrados en las urnas, sólo por tratarse del partido de Cárdenas. La mística de lucha social quedó relegada a segundo plano.

El reto resultó demasiado grande para la directiva, mientras grupos importantes de ciudadanos miembros del PRD se veían marginados ante la llegada de líderes regionales, que ingresaban con sus caudas de seguidores, después de escisiones en otros partidos. El desaliento se acrecentó luego de la derrota del ingeniero Cárdenas en 2000.

Los resultados de la elección reciente son de-cepcionantes. Saber que en el Distrito Federal votaron apenas 65 mil o 70 mil personas, o que en varios estados de la República más de la tercera parte de las casillas no pudieron ser instaladas, habla de un partido en dificultades, que ha dejado de tener presencia nacional y que no cuenta ni con la estructura ni con la voluntad para sostener los principios que le dieron origen. ƑA cuánto ascenderá finalmente la cifra de votantes del 17 de marzo?

El entusiasmo característico de sus cuadros pareciera hoy ser cosa del pasado; de poco a nada han servido las posiciones de la directiva nacional buscando acuerdo y alianzas con el PAN, como la que se dio en Yucatán. Igualmente negativo ha resultado el impacto de la participación de los legisladores del PRD en la aprobación de la ley indígena tan cuestionada por las propias comunidades indígenas y por amplios sectores de la izquierda.

En estas condiciones el reto para la nueva directiva, a la que esperamos pueda llegar Rosario Robles, es sumamente grave, porque implicará no sólo la reorganización del partido, sino el renacimiento de una visión de esfuerzo y sacrificio aparentemente perdidos el día de hoy. Un esfuerzo quizás comparable al que dio origen al partido.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año