Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 3 de marzo de 2002
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Espectáculos

Mediante hologramas, cantó con roqueros latinos

Miguel Ríos ofreció concierto virtual de rock en el Metropólitan

ARTURO CRUZ BARCENAS

Ríos de rock inundaron el teatro Metropólitan como desde hacía mucho no ocurría, la noche del pasado viernes, en el primero de los tres conciertos del español universal Miguel Ríos en el interior del neoclásico foro de la calle Independencia. Aprovechando el título de una canción de Police, se puede decir que fue un recital de espíritus en el mundo material, por la tecnología que permitió, vía hologramas, llevar al escenario a varias estrellas latinas. Lo virtual hizo realidad un sueño.

Miguel había dicho en conferencia de prensa previa al concierto que ya son muchos sus años de andar en el rocanrol, desde los sesenta -cuando Enrique Guzmán y Los Teen Tops cantaban un cover trascendente de La plaga-; por eso es necesario darle al público un cambio, una sorpresa. Y lo logró.

En el centro, una máquina proyectaba imágenes de Fher, de Maná, quien hacía un dueto en el que 50 por ciento era de a mentiritas; es decir, el propio intérprete de Cuando los ángeles lloran era eso: un querubín no corpóreo. La coordinación la logró Miguel con base en ensayos y la ayuda de la perfección matemática de la partitura musical. Aunado, claro, al virtuosismo de los músicos que lo acompañan, entre ellos el guitarrista John Parsons.

Fue como en la película Volver al futuro, en la escena donde los hologramas son usados en anuncios espectaculares. Fue curioso y emocionante ver a Ríos cotorrear el punto con ese Alejandro Lora -en la rola Triste canción- cual fantasma Gasparín. Lo que sí hay que reconocer es que la versión de esta romántica del líder de El Tri se escucha meca y neta. Hizo mover de los asientos a varios tullidos y a aquellos que quieren estirar las piernas con ritmo pero les da pena.

Instaba Ríos a convertir en una gran marejada el Metro, trastocarlo en un mar de olas bravas. "šQuiten las manos de ahí!", pedía a los que estaban quietos. Sabe Miguel que las tocadas de rock son para ir a sacar al demonio, para tirar la neura, aligerar la carga de una semana pesada, para desfogarse y olvidar los problemas. Y se suelta con Sábado en la noche, la libérrima pieza en la que el cantante grita a los cuatro vientos que va al sitio de su preferencia a gastarse lo que ya se ganó con el sudor de su frente, porque le da la gana. Y a rocanrolear.

Se deshace en elogios por el talento de Charly García, con quien canta Yo no quiero volverme loco, en la que el argentino luce cual arcángel delgado y manierista, ataviado de un traje blanco. Del propio genio se avienta Nos siguen pegando abajo, que Charly compuso en tiempos de la dictadura y cuyo contenido se actualiza con los actuales acontecimientos económicos, sociales y políticos, expuso Ríos, quien ha mantenido una postura coherente en la actitud rebelde o contestataria del rock.

Nada de rock manso, light. Es el rock de Directo al corazón, del Blues del autobús, de quien vive en la carretera y ha elegido seguir la vereda, como canta Lou Reed. El concierto ya dejó lejos el Bienvenidos, el dueto con Fito Páez, el Ave de paso con Joaquín Sabina y su voz rasposa, cada vez más parecida a la de la actual Chavela Vargas, su amiga y musa.

Todas las del disco Miguel Ríos y las estrellas del rock latino, pero también las que el público no le perdonó que no cantara. Santa Lucía incluida. Regresa una, dos, tres veces. Besa el piso del escenario. Se ha sacado la espina de la injusta rechifla en el Zócalo, durante la llegada de los zapatistas, el año pasado. Miguel ha sabido esperar y ha entendido, como diría Jagger, que el tiempo está de su lado.

Los ríos musicales de Miguel inundaron el Metropólitan, hasta la última, que fue Himno a la alegría rocanroleada, por supuesto. El sueño virtual fue una realidad.

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