Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 3 de marzo de 2002
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Cultura
Hoy concluye la fiesta libresca organizada por la UNAM

Persistió el hormigueo amable y laborioso en la Feria de Minería

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

¡Una adolescente insólita va leyendo en el Metro! Sus ojos y sus manos llenas de anillos van aferradas a un libro. Nada la perturba. Su cuerpo ocupa un asiento pero ella no está allí; al parecer anda lejos, muy lejos, tan lejos como se puede ir de la mano de Ricardo Garibay y su novela Triste domingo, en la que una mujer se debate ?y se ve obligada a elegir? entre el amor joven y el amor maduro. No existe nada más a su alrededor.

No existen los metronautas ensardinados y mohínos de las seis de la tarde. No existe la cháchara mercante de los sobrevivientes de la economía globalizada ("¡como una oferta, como una promoción de empresas asociadas, le venimos ofreciendo...!"). No existe el hombre gordo y sudoroso que tapona una entrada del vagón. No existe la chicharra histerizante que apresura al ascenso y descenso de estampidas.

Cuando el convoy sale de la estación Hidalgo y se aproxima a Bellas Artes, la adolescente interrumpe su intenso diálogo con Garibay, vuelve en sí, como si volviera de un coma largo y placentero, cierra el libro y lo hace caber en su bolsita floreada. Y de pronto la hostilidad se materializa. Y ella se coloca en la línea de golpeo que forman los pasajeros dispuestos a descender a como dé lugar. En medio de tacleadas y empellones, ella y sus momentáneos compañeros de equipo ganan el andén y emergen triunfantes a la-tarde-que-anochece. Se enfila por la parte trasera del Palacio de Bellas Artes, cruza Eje Central, sortea la marabunta humana que circula por avenida Cinco de Mayo y llega a las taquillas donde venden los boletos para entrar a la Feria del Libro del Palacio de Minería. Hace una pequeña fila.

-¿Cuánto es?03af2.jpg

-Diez pesos.

-Me da uno.

Extrae la moneda del bolsillo derecho de su pantalón de mezclilla. Toma su boleto que le da derecho a un descuento en la primera compra superior a 100 pesos. Y entra a esa ?llamada por sus organizadores? "fiesta de los libros", fundada hace 23 años, cuando ella ni siquiera era un latido en el vientre materno.

Adentro la adolescente se pierde en otro tumulto, el que se agita bajo la majestad colonial del Palacio de Minería. Es un hormigueo amable y laborioso el que se dispersa por tantos caminos como pasillos hay entre los 500 stands donde exponen sus títulos casi 600 editoriales.

Novelas. Ensayos. Biografías. Cuentos para niños. Libros científicos, de cocina, fotoperiodismo, viajes y eróticos. De divulgación. Para colorear. Musicales. Poemarios. Viejos y nuevos. Grandes y pequeños. Gruesos y delgados. Los ojos se extravían en la vastedad de la oferta. La demanda no da para tanto, aunque por ganas no queda.

-¿Cuánto cuesta este?

-¿Cuál?

-Este de James Ellroy.

-240.
 

-Es que es de pasta dura.

Aunque siempre hay algo al alcance del bolsillo. Cuestión de administrarse.

-¡Papá, papá, yo quiero ese de dinosaurios!

-Piénsalo bien, porque nada más te voy a comprar uno a ti y otro a tu hermano.

Al hormiguero libresco le dan las nueve de la noche. Hora de cerrar. Termina otro día de actividades en la feria. Con parsimonia salen por decenas mujeres, hombres, niñas, niños, jóvenes que acudieron, quizá por única vez, a su cita anual con los libros.

Hoy se clausura la 23 Feria Internacional del Libro de Minería. En un conteo preliminar, los organizadores calculan que la asistencia promedio rebasará los 10 mil visitantes por día, con boleto pagado.

Hasta la próxima.

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