El pueblo tiene sed de justicia y democracia, dice
La ciudadanía ya se cansó de exigir cambios, expresa el obispo Arizmendi
ELIO HENRIQUEZ CORRESPONSAL
San Cristobal de Las Casas, Chis., 2 de marzo. Al afirmar que "mucha gente ya se cansó de exigir el cambio tan esperado y por ello se manifiesta a veces en forma violenta", el obispo Felipe Arizmendi Esquivel manifestó que los mexicanos "no podemos quedarnos en un espiritualismo sin dimensión social, pues nuestro pueblo tiene sed de paz, justicia, verdad, seguridad y democracia transparente y participativa".
En su mensaje dominical, entregado por adelantado a los reporteros, el obispo aclaró que atender esta "sed de justicia, trabajo y bienestar no depende sólo del gobierno", pues "mientras no haya conversión de corazones, aunque cambien los partidos en el poder, se implementen nuevas leyes o se incrementen más operativos policiacos y militares, seguirán imperando injusticia, mentira, violencia, egoísmo, asaltos, asesinatos y narcotráfico. En una palabra, lo que llamamos la cultura de la muerte".
Según el prelado, "sólo Cristo puede cambiar los corazones para que todos juntos construyamos la nueva sociedad que anhelamos". Por tanto, "mientras gobernantes, legisladores, líderes sociales, dirigentes empresariales, educadores, dueños de medios informativos y ciudadanos en general no se acerquen a él, que es fuente de vida eterna, nada va a cambiar en forma estable y profunda" en el país.
Critica el obispo la ambición desmedida por el poder
Sin Cristo, insistió Arizmendi Esquivel, "aumentarán más y más los conflictos, la inseguridad, los enfrentamientos, la corrupción y la inestabilidad social. Hay prepotencia, exclusión de los otros, absolutización de las propias convicciones y ambición desmedida de poder", aparte de que la política "se convierte en una lucha sin ética, pues lo que parece importar es sólo el triunfo personal o del propio partido, y no tanto el bien del país".
Finalmente, el obispo de San Cristóbal manifestó que sin Cristo "nadie es capaz de ceder en sus propias posturas, en aras del bien social. Nadie acepta sus errores y sólo culpa a los otros de los males sociales. Sólo Cristo puede purificar las intenciones de los candidatos, para que santifiquen la política, sacrificando su vida por los demás. Los mexicanos no podemos quedarnos en un espriritualismo sin dimensión social, pues el pueblo tiene sed de paz, justicia y verdad".