Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 3 de marzo de 2002
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Política

Javier Oliva Posadas

El PRI en el proceso político nacional

Mucho se escribió en México entre 1988 y 2001, a propósito de la transición (término analítico con el cual no estoy de acuerdo y en otra ocasión escribiré por qué) y de los modelos y características de otras experiencias, destacando la española y la chilena.

Pareciera, como todas las modas, que ya pasó su tiempo y que ahora es tiempo de reflexionar en torno a las siguientes etapas. Sin embargo, persiste en la mayor parte de los actores políticos, una visión de corto plazo, misma que comparten con muchos de los analistas (también de moda). El problema radica en que mientras se adopten posiciones antes de contar con información confiable y suficiente, poco se podrá aportar en la construcción del cambio político del país.

La consolidación del cambio está muy lejana. Más distante aún se encuentra la transformación en la forma de pensar y hacer la política; el patrimonialismo persiste en la actitud de la mayor parte de los gobernantes, sin importar a qué partido o grupo político pertenecen. Ni qué decir de las expresiones de miseria política del CGH en la UNAM (que actúan, por cierto, como uno de los peores ejemplos del PRI).

El proceso político está en movimiento. Pero no se suponga que va a la deriva o que el azar habrá de conducirnos a buen puerto. Se requiere de una decidida actitud de parte de los actores políticos, para orientar hacia dónde y cómo habremos de continuar como sociedad y gobierno. Por eso, las elecciones en el PRI mezclan esa difícil realidad: lo que no termina de desaparecer con lo que aún no acaba de asentarse.

El denuesto sin más apoyo que el argumento facilón, evita profundizar en el análisis de lo que hoy vive ese partido. Las mismas caras, pocas actitudes innovadoras, un gran esfuerzo por legitimarse, han chocado contra sus expresiones análogas en los medios de comunicación y el gobierno de la República. Es cierto, se trata de la lucha por el poder, pero no solamente. Las aportaciones de quienes intervienen en el proceso político y de las instituciones en la conducción del gobierno, ninguno sobra o está de más.

Si se quiere volver la cara a las transiciones española y chilena, allá ni uno sólo de los actores políticos quedó al margen. Todos, aunque en ocasiones desde sus encontrados puntos de vista, impulsaron la construcción de un nuevo andamiaje institucional del que hoy disfrutan. En ambos casos, la capacidad de negociación política fue sinónimo de paciencia, disposición y apego a principios que pretendían en los hechos aportar lo mejor de cada quien.

La experiencia que vive el PRI en estos días, en buena parte consecuencia de su autoritarismo y ausencia de democracia interna, no es suficiente como para descalificar en su totalidad el esfuerzo realizado. Pues si hay una apertura y mejora en la vida democrática de los partidos políticos, ésta habrá de influir positivamente en el conjunto de la sociedad.

En el fondo, las directivas y las fórmulas que aspiran a dirigir al PAN y al PRD saben perfectamente que la descomposición de sus procesos afectará la imagen de los partidos políticos en general.

Ojalá y a las tres principales organizaciones partidistas de México les vaya bien.

 

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