Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 18 de febrero de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Cultura
Elena Poniatowska

Tlatelolco, crimen de Estado /y II

''Liquidar el movimiento, esa era la consigna''

EEl 2 de octubre de 1968 ya no pudieron hablar en la tribuna Eduardo Valle El Buho ni David Vega Becerra, y se suspendió la anunciada marcha al casco de Santo Tomás. Florencio López Osuna fue el primer y único orador, porque al terminar su discurso cayeron del helicóptero que sobrevolaba la plaza tres luces de bengala que desataron la masacre.

Sócrates Campos Lemus arrebató a Florencio el micrófono para calmar a la gente: "no corran, no corran, son de salva", cuando ya las esquirlas caían en el balcón del edifico Nuevo León, donde estaban los oradores. Tuvieron que aventarse al suelo para protegerse del fuego cruzado y entre muchos otros resultó herida Oriana Fallaci.

Al día siguiente, la entrevisté en el ahora desaparecido Hospital Francés, en la calle de Niños Héroes. Alegaba que había sido corresponsal de guerra en Grecia y en Vietnam, y que allá por lo menos una sirena anunciaba los bombardeos para que los civiles bajaran a los refugios antiaéreos, y que sólo en México se disparaba a mansalva sobre una multitud inerme. La entrevista fue caótica. Oriana, fuera de sí, intentaba comunicarse con el Parlamento italiano. Quería a toda costa que la delegación italiana manifestara su repudio suspendiendo la participación de sus deportistas en las Olimpiadas. Al día siguiente la busqué de nuevo. Como sus heridas eran leves se había ido a Acapulco.

Florencio López Osuna coincide con el libro de Julio Scherer García y Carlos Monsiváis, Parte de guerra, al decir que hubo un enfrentamiento entre las guardias presidenciales y el Ejército, y que el general Luis Gutiérrez Oropeza y Marcelino García Barragán actuaron por separado.

El gran alegato del gobierno diazordacista es que el general José Hernández Toledo, encomendado para desalojar a los estudiantes, fue uno de los primeros heridos en la Plaza de las Tres Culturas.

Carlos Monsiváis está absolutamente convencido de que los estudiantes no iban armados y de que el movimiento estudiantil no era de confrontación violenta. Siempre sostuvo que los francotiradores estaban a las órdenes del gobierno.

El PRI: 71 años de impunidad absoluta

Durante los últimos 71 años sólo el poder del PRI mantuvo la impunidad absoluta. Sólo el presidencialismo en el que vivimos hizo posible el 68. En tiempos del PRI, todas las denuncias fueron enterradas. Hay que ver las pobres declaraciones de Miguel de la Madrid. El responsable de la impunidad que se queja de la impunidad. "No me dejaron", declaró a La Jornada el 13 de febrero 2002. ''No había archivos ordenados'', "había actitudes de resistencia", "no pude vencer esas resistencias".

En cambio ha sido posible que en Acapulco Punta Diamante (antes ejido de La Zanja, expropiado por vez primera por Miguel Alemán) se vuelva un negocio vergonzoso; que Citigroup compre Banamex en 12 mil millones de dólares sin pagar un peso de impuestos y que sea la clase media la que tenga que pagarlos; que tengamos que sostener el Fobaproa, que 82 centavos de cada peso que pagamos de impuesto sean para sueldos de burócratas, que la burocracia nos asfixie, que la rapacidad individual le gane siempre al interés colectivo, que los diputados reciban aguinaldos altísimos por medio año de trabajo, que el campo esté en total bancarrota, que sexenio tras sexenio hayan ido acumulándose no sólo las raterías sino las matanzas de miles de activistas campesinos, obreros e indígenas, y que Digna Ochoa, abogada de "los más pequeños", sea asesinada sin que nadie aclare este crimen y la PGR, para variar, se lave las manos.

En el momento en que el presidente deja de ser priísta la presión de la sociedad, ya convertida en historiadora y en Poder Judicial, obliga al fallo de la Suprema Corte, a la aparición de fotos y a la conversión del 68 en un proceso de esclarecimiento puntual. Esto habría sido impensable en los años priístas.

En el número 900 del 23 de septiembre de 1979 de la revista Siempre!, entrevisté en Lecumberri a José Revueltas, Eli de Gortari, Manuel Marcué Pardiñas, Armando Castillejos, Heberto Castillo, Fausto Trejo, Martín Dosal y Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, encerrados en la crujía M (que por cierto le gustaba a Revueltas, porque desde un torreoncito podía subir a contemplar el cielo).

A pesar de que muchos de ellos tenían tribunas universitarias y periodísticas su voz fue silenciada. Coincidían con sus abogados defensores ?Carlos Fernández del Real, Carmen Merino de Tapan, Emilio Krieger, Juan Manuel Gómez Gutiérrez y otros? en que jamás se haría justicia con el PRI-gobierno en el poder. Romper el silencio era prácticamente imposible. Recuerdo que el único periódico que quiso publicar una crónica de la huelga de hambre en Lecumberri y el saqueo de la crujía H (la de los presos políticos) por los presos de delito común, azuzados por los policías, fue la revista La Garrapata, de Antonio Karam.

A cualquier precio

"La forma tan criminal como procedió el gobierno contra las personas indefensas del mitin -dice Florencio López Osuna- fue para crear miedo entre la población y evitar futuras concentraciones masivas. Liquidar el movimiento estudiantil a cualquier precio, esa era la consigna.

''En Tlatelolco, hay la absoluta certeza de que la policía y el Ejército se mataron unos con otros. En los interrogatorios que nos hicieron y en las declaraciones que nosotros hicimos, aun cuando acusamos a ese tristemente célebre Batallón Olimpia de haber disparado contra la gente y habernos aprehendido, los jueces y sus amanuenses se hicieron tontos y nada de eso pusieron, como se hicieron tontos también cuando les hablamos de la contraseña del pañuelo o el guante blanco. Es completamente falso que haya políticos que nos estén dirigiendo y que en el consejo recibamos dinero de personas de ese tipo. Sin embargo, en boca de Sócrates Campos Lemus, aparecieron los nombres de Carlos Madrazo, Humberto Romero y Ernesto Uruchurtu, del grupo lopezmateísta, enemigos de Gustavo Díaz Ordaz".

A diez días de los juegos olímpicos, el gobierno tenía pánico de la repercusión del movimiento estudiantil en el mundo. Tanto terror le producía dar una mala imagen que terminó dando la peor de todas. López Osuna escribe: ''¿A quién se le ocurre semejante masacre una semana antes de la inauguración de las Olimpiadas?''.

''Al gobierno le conviene no cerrar completamente las puertas de la legalidad ?escribe Florencio?, aun cuando éstas ya no las abre ni el mismo Díaz Ordaz. Necesita representantes con quienes negociar la libertad de muchos de nuestros compañeros. Obvio es que la tendencia es soltar con toda la publicidad del caso a presos cuando le convenga y dejar necesariamente a unos cuantos muchachos, a los que considera líderes, y espero no ser uno de estos últimos, aun cuando usted, papá, debe estar preparado, como yo lo estoy, a recibir la condena que sea, porque no debo ocultarle y usted no debe ignorar que yo estoy entre los casos especiales con una caterva de delitos como nunca en la historia penalista de México se había presentado".

Somos presos políticos y la presión política nos liberará

''Aunque el gobierno no reconozca que existen presos políticos, nosotros estamos en la cárcel por razones políticas y sólo por la presión política del pueblo y de los estudiantes podremos salir.

"Ahora bien, ¿cuáles son las razones políticas por las que nos encontramos presas más de quinientas personas? A grandes rasgos son las siguientes: el 26 de julio de 1968, aniversario de la Revolución Cubana, hubo una agresión de granaderos a estudiantes y maestros dentro y fuera de sus escuelas. La indignación se hizo sentir de inmediato. Una a una las escuelas de la Universidad y del Politécnico, así como Chapingo y algunas Normales, se lanzaron a la huelga para la solución de los seis puntos: uno, libertad de todos los presos políticos; dos, derogación del artículo 145 del Código Penal Federal; tres, desaparición del cuerpo de granaderos; cuatro, indemnización a los heridos y a los familiares de los muertos a partir del 26 de julio; cinco, destitución de tres jefes policiacos, y seis, deslindamiento de responsabilidades de funcionarios en el conflicto.

''Así, en cada escuela, en asamblea general de alumnos, se nombraron representantes ante el Consejo Nacional de Huelga. Yo fui uno de ellos. Después de varias movilizaciones, el movimiento llegó a cobrar tal fuerza que las concentraciones en el Zócalo superaron en mucho a las que reúne Díaz Ordaz bajo presiones para sus espectáculos de circo".

''No hubo nada''

El espectáculo de circo volvió a darlo Díaz Ordaz el martes 2 de abril de 1977 en la Secretaría de Relaciones Exteriores, después de su presentación como embajador de México en España. Aclaró que los estudiantes armados se habían matado entre sí, que los muertos no llegaban a 40 entre alborotadores y curiosos, y que el Batallón Olimpia no existió.

Ni una palabra de las detenciones masivas (2 mil personas en esa misma noche), de la protesta de la Cruz Roja a la cual se le impedía entrar a la plaza para recoger a los heridos, de las hileras de detenidos semidesnudos y empapados junto a la iglesia de Santiago Tlatelolco.

Nada del ulular de las sirenas de las ambulancias bajo la lluvia, del soldado que le explica al corresponsal extranjero: "son cuerpos, señor"; nada tampoco de esa masa de hombres, mujeres, ancianos y niños, que corría aterrada hacia la posible salida de la plaza bajo una lluvia de proyectiles. Nada de los soldados que perseguían a los manifestantes obligándolos a brincar los muros prehispánicos, en cuya base quedaron zapatos, bolsas, anteojos; una masa enloquecida por el espanto que trataba inútilmente de salir de la trampa.

Una gran mayoría de los lesionados presentaba heridas de bala a lo largo de la columna vertebral, en las piernas, en los glúteos; les habían disparado por la espalda. Para Díaz Ordaz no hubo campos militares ni tortura ni golpes en partes blandas, todas son versiones fraguadas en contra suya, porque él, Díaz Ordaz, salvó al país de la debacle.

¿Cómo lo salvó? Con una masacre que paró en seco al movimiento estudiantil y que pretendió ocultar mediante el control absoluto de la prensa, la radio y la televisión. Se incautaron de rollos de fotografías, películas, se censuraron artículos, los reporteros fueron amenazados y acataron la "¡orden presidencial!". El que se obstinara en romperla era un traidor; estaba manchando la imagen de México.

El jueves 3 de octubre de 1968, los muertos no pasaron de 20 y los heridos de 100 en los titulares de periódicos. Sin embargo, los estudiantes de las universidades del país se enteraron de la verdad, y las filmaciones y las fotografías tomadas por corresponsales que lograron salir de México esa misma noche se exhibieron en el extranjero y provocaron la renuncia de Octavio Paz a la embajada de la India: "No creo que las imágenes puedan mentir, he visto noticieros, fotografías".

Díaz Ordaz en cambio no había visto nada. Y siguió en babia, porque así lo declaró en sus entrevistas de prensa presididas por el secretario de Relaciones Exteriores, Santiago Roel. El coraje del 68 le quitó todo interés por su patria. Rabioso, no volvió a abrir un diario. A partir del 1o. de diciembre de 1970, según sus propias palabras, dejó de leer periódicos, ver noticieros, oír radio.

"Estoy como dicen ustedes out; no estoy enterado de muchos detalles del desarrollo, de los acontecimientos políticos en el mundo, en particular de España, ni siquiera de México. Esa es una de las grandes fallas que tengo como embajador y funcionario en estos momentos. Se lo hice ver al señor presidente, no me hizo caso".

En una marcha en 1975, en la que conocí a la admirable Rosario Ibarra de Piedra, madre del recién desaparecido Jesús, los estudiantes coreaban: "Al pueblo de España/ no le manden esa araña". Tenían razón. Díaz Ordaz no debía ser embajador en país alguno, Díaz Ordaz debía ser juzgado.

Echeverría, a la cárcel

En una entrevista concedida a Salvador Martínez della Roca, El Pino, para su programa Discrepancias de Radio Universidad, Florencio (quien se preocupaba por el porrismo) declaró un día antes de su muerte que era importante la disposición gubernamental por esclarecer los crímenes políticos de los gobiernos priístas y la creación de una fiscalía que enjuiciara la guerra sucia padecida en los últimos 30 años.

A sus compañeros Daniel Cazés y El Pino, que bromeaban acerca de su desnudez en la portada de Proceso, les respondió: "Si es para meter a la cárcel a Echeverría, no sólo me quedo en calzones, sino que me desnudo. Vamos pa' delante''. Echeverría podría ser juzgado por una corte internacional, como sucedió en Chile o en Argentina.

Florencio piensa que el extraordinario resplandor del 2 de octubre de 1968 lo cubrió de luz y se fue con la gloria recobrada de ese resplandor. Habría que añadir que esa muerte desoladora, hoy símbolo del estudiante sospechoso de subversión y por lo tanto bárbaramente reprimido, coincide con fotografías que parten el alma y piden reparación a los estudiantes y castigo a gobernantes y ejecutores.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año