Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 18 de febrero de 2002
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Política

León Bendesky

Diáfana

Hoy vivimos en el mundo según George Bush Jr. Eso es cada vez más evidente para los ciudadanos comunes en todas partes del planeta y es causa de bastante desasosiego. Pero no deja de ser notable la manera como se procesa esa situación en el campo de los mismos políticos. Una muestra nos la ha dado Margaret Thatcher, quien fuera primera ministra de Gran Bretaña por un largo periodo, de 1979 a 1990. La señora Thatcher no es un político retirado que se ha quedado al margen de los acontecimientos. Y en eso contrasta bastante con los patéticos momentos que nos han brindado recientemente nuestros propios ex presidentes López Portillo y De la Madrid.

No, la señora Thatcher resalta aun en el ámbito de la política británica, sobre todo porque su partido, el conservador, no encuentra un líder que lo vuelva a poner en la lucha por el poder frente a Blair. Y doña Margaret no se contiene en su postura en favor de lo que concibe como un proceso civilizador liderado hoy por Estados Unidos y su presidente, en la lucha por extender los valores de la democracia occidental y la erradicación del terrorismo. Me parece que hay que agradecerle la manera diáfana en que expone su punto de vista, no es una persona que esconda sus ideas y, en cambio, pinta su raya en el campo de la derecha (muy a la derecha) política. Ya lo había hecho hace unos años con respecto al delincuente Pinochet detenido en Londres y al que ella no puede ver más que como un defensor de la libertad de los pueblos.

En un artículo publicado en el New York Times el pasado 11 de febrero, y que tituló adecuadamente: "Consejo a una superpotencia", señala que a partir del 11 de septiembre Estados Unidos se ha probado a sí mismo y a los demás que es en verdad, y no sólo de nombre, la única superpotencia global. Así, mientras mantenga su liderazgo tecnológico no hay razón para que ese predominio sea cuestionado y se convierta en la base para la paz.

Esta es la tesis de la hegemonía sin cortapisas. Lo primero que llama la atención es la forma en que la derecha a la Thatcher se ha plegado por completo a la nueva política imperial. Uso el término en el sentido que le dan Hardt y Negri (Empire, Harvard University Press, Cambridge, Mass, 2000) cuando lo caracterizan como una forma nueva de soberanía compuesta por organismos nacionales y supranacionales unidos bajo una sola lógica de dominación. Esa parece una idea útil para discutir.

Entre los consejos que se ofrecen está la lucha contra el terrorismo islámico que, en una forma consistente con el pensamiento único post 1989, se compara con el bolchevismo de la revolución soviética, que era también, dice Thatcher, una ideología agresiva alentada por fanáticos bien armados. Este es un modo de revisionismo histórico que no debería desestimarse sobre todo viniendo de un político heredero de las barbaridades coloniales e imperialistas de la propia Inglaterra (véase, por ejemplo, Late Victorian Holocausts, de Mike Davis, Verso, Londres, 2001). Esta posición lleva a un principio de política imperial muy claro: en Afganistán no debe perderse el tiempo con trabajo de tipo social y arreglos políticos, sino que el poder estadunidense debe concentrarse en el combate militar. En este caso, por supuesto, los afganos que quedaron vivos después de muchos años de guerra y todos nosotros deberemos entender que ésta no es ninguna ideología de fanáticos bien armados.

De tal manera, el "eje del mal" alrededor del mundo está ya bien definido y aceptado, no hay otra forma de lidiar con los Estados "rufianes" más que con la fuerza. A ese grupo se suman cada vez más países en tanto que, según la visión que nos ocupa, el Occidente con sus valores se queda crecientemente solo y es más vulnerable. La libertad exige vigilancia perpetua y se ha sido demasiado permisivo, por lo que debe reforzarse la lucha contra los rufianes con todos los medios militares posibles. La buena noticia, termina Thatcher, por si no nos habíamos dado cuenta, es que Estados Unidos cuenta hoy con el liderazgo necesario para alcanzar estos fines.

Varios políticos europeos han expresado su malestar por el enorme protagonismo estadunidense a raíz de la guerra contra el terrorismo. Pero no queda claro si tienen alguna posición independiente y alternativa que ofrecer para disminuir la violencia global o sólo resienten estar relegados ante el poder de la superpotencia. Tal vez los socialdemócratas, socialistas y verdes deberían intentar exponer sus propias posturas de modo tan diáfano como Thatcher y abrir más espacios para pensar cómo hacer del inicio del nuevo siglo un lugar medianamente habitable.

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