Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 8 de febrero de 2002
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Espectáculos
La musa negra celebró ayer sus 75 años

Llegué a la chanson por casualidad, dijo la cantante gala Juliette Gréco

DPA

Paris, 7 de febrero. "Sólo soy un pequeño grano de arena", dijo alguna vez Juliette Gréco. "Llegué a la chanson por pura casualidad, como un pájaro que se posa en una rama." La casualidad desempeñó un papel muy estimable en la turbulenta vida de la última gran chansonette de Francia.

Una foto tomada al pasar convirtió a la cantante, hace más de cinco décadas, en símbolo de los jóvenes rebeldes en el París de la posguerra. Había nacido una señal de identidad, y una gran carrera comenzaba a perfilarse.

La musa negra de los intelectuales de la orilla izquierda del Sena celebró ayer sus 75 años.

Melancolía en los ojos oscuros, el rostro pálido, rodeado de una melena negra, unos pantalones estrechos y un pullover negro. Así estaba sentada Juliette Gréco, cuando tenía 20 años, en la foto casual tomada delante de la iglesia Saint-Germain-des-Prés.

Ante Sartre

"¿Cómo es esto, Gréco? ¿Ahora canta?", le preguntó Jean-Paul Sartre a la joven de Montpellier, que se había unido poco antes al círculo existencialista. También Albert Camus y Francois Mauriac escribirían más adelante canciones para ella.

Y la Gréco salió de los ahumados sótanos de los existencialistas de la rive gauche hacia la luz de los escenarios. Muy pronto títulos como Si tu t'imagines, L'eternel féminin y Déshabillez-moi se conocerían en todo el mundo.

La delicada diva de la chanson y leyenda viva, que destaca cada canción con su particular gestualidad corporal, y sobre todo con las manos, no tuvo una vida fácil.

Su tendencia a la melancolía le viene de una infancia complicada, que describió abiertamente en su autobiografía Jujube, editada en 1983. A su padre, un comisario de la policía corso, apenas lo conoció. Su madre, que trabajaba en la resistencia y que fue deportada por la Gestapo, no la quiso, escribió alguna vez.

En tanto, la obstinación y lo inaccesible en su voz, que tanto pegaban con el lema existencialista del asco por la existencia, parecen tener su origen en sus experiencias juveniles.

Cuando en los cincuenta era menos demandada, Juliette Gréco participó en algunas películas, hasta el primero de una serie de regresos a los escenarios en 1957. Dos años después fue invitada como primera cantante francesa a la Alemania de posguerra.

Ascensos y fracasos

Los ascensos y fracasos en su carrera artística se correspondieron con una turbulenta vida amorosa. Primero estuvo casada con el actor Philippe Lemaire, luego, entre 1966 y 1977, con Michel Piccoli.

Entre sus primeros amores figuró además el legendario trompetista Miles Davis. En los años noventa su regreso triunfal fue impulsado, sobre todo, por el pianista Gérard Jouannest. Con su acompañante musical durante años se casó en 1988.

El Saint-Germain-des-Prés de la Gréco y los existencialistas ya son cosas del pasado. Ahora la cantante vive en una granja cerca de París.

En 1999 volvió a salir de gira, pero un ataque cardiaco sobre el escenario le mostró en mayo del año pasado los límites de su energía. Sin embargo, sus canciones ?grabó más de cincuenta discos? siguen fascinando y entusiasmando, sobre todo, gracias a la interpretación tan personal que de ellas hizo la lady in black.

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