Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 8 de febrero de 2002
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Alimenta Bush su nueva guerra

Según Rusia, usará a kurdos para derrocar a regímenes indeseables en Asia central

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscú, 7 de febrero. Detrás de la retórica belicista del presidente estadunidense George W. Bush se diseñan planes concretos para derrocar regímenes "inde-seables" y dominar por completo el petróleo y el gas natural de Asia central.

Como prolongación natural de la campaña contra Afganistán, que acabó de devastar el país y estableció una frágil tregua entre las distintas facciones enfrentadas en su momento al gobierno talibán, se fragua en la región el estallido de un conflicto armado de proporciones aún mayores, y de consecuencias mucho más graves.

A esta conclusión llegan analistas de la red de inteligencia militar rusa, en un documento a cuyo contenido tuvo acceso La Jornada en su parte medular.

Elaborado para el Kremlin poco después de que Bush proclamara la existencia de un llamado "eje del mal", formado supuestamente por Irak, Irán y Corea del Norte, el documento advierte que Estados Unidos prepara a toda marcha la siguiente fase de su nueva guerra.

Conscientes de que la intención de ampliar la operación Libertad Duradera a otros países puede significar el fin de la coalición internacional contra el terrorismo, ya que carece del apoyo suficiente entre sus socios europeos y es rechazada por Rusia y China, los estrategas del Pentágono procuran evitar una "agresión directa" a cualquiera de los países estigmatizados por Bush y tratan de aplicar un esquema similar al usado en Afganistán.

Ahí se asignó a la opositora Alianza del Norte el papel de punta de lanza del ataque contra el régimen talibán y, gracias a los bombardeos masivos, se hizo innecesaria una intervención terrestre directa. Ahora, en opinión de los analistas rusos, la apuesta bélica recae en otro aliado coyuntural: las minorías kurdas de la región, que serán usadas para iniciar el combate ''desde dentro'' en los regímenes que Estados Unidos se propone sustituir por gobiernos sumisos y dependientes, como el afgano de Hamid Karzai.

De un tiempo para acá, según la información recabada por agentes infiltrados en la zona, Estados Unidos mantiene conversaciones secretas con los principales dirigentes kurdos. Se detectó que algunos grupos comenzaron a recibir financiamiento y armas, irónicamente de fabricación rusa, adquiridas en las repúblicas centroasiáticas de la antigua URSS.

El primer objetivo de esta nueva guerra sería derrocar el régimen de Saddam Hussein, en Irak, para crear una cabeza de playa que permita extender el levantamiento kurdo a los países colindantes: Irán y Siria. También se estudia la posibilidad de provocar una "rebelión" simultánea en estos tres países.

En todo caso se busca desestabilizar la zona y, con ello, propiciar las condiciones para la participación de Estados Unidos en el conflicto, de nuevo a través de bombardeos aéreos. La logística estaría asegurada desde las bases militares que el Pentágono instala en Uzbekistán y otros países cercanos.

Hay mucho petróleo y gas natural en juego y nada parece detener a Bush en su afán por deshacerse de los regímenes que le impiden recomponer a su conveniencia la geopolítica de la región.

A cambio, la Casa Blanca parece dispuesta a aceptar incluso, consideran los expertos rusos, la eventual aparición de un nuevo Estado, Kurdistán, que presupone cercenar parte del territorio de Irak, Irán, Siria y, también, Turquía, hasta ahora alineado en la órbita estadunidense.

Con Turquía el tema no es negociable, pero no sería la primera vez que, desde la óptica de Estados Unidos, los intereses valgan más que los lazos de amistad.

Además, ante hechos consumados, Ankara vería reducido su margen de maniobra y tendría que plegarse a los designios hegemónicos de Washington.

Como premio de consolación, se ofrecería a Turquía beneficiarse del manejo de nuevos ductos para transportar el petróleo y el gas natural centroasiático desde Bakú, la capital de Azerbaiyán.

Para guardar las formas, al menos hacia fuera, Estados Unidos quiere que otros, en este caso los kurdos, hagan el trabajo sucio. Visto así, el ejército estadunidense sólo apoyaría el añejo reclamo independentista de los kurdos, impondría regímenes dóciles y se instalaría en la región como fuerza pacificadora, misión semejante a la que quiere hacer creer que cumple en Afganistán.

Sobre el papel parece muy fácil. No lo es y, si estos planes se concretan, habrá una resistencia frontal en Irak, Irán y Siria. "El factor kurdo ?afirman los analistas militares rusos? es sólo un pretexto y pasará pronto a segundo plano; Estados Unidos, sin ser ese su propósito, tendrá que involucrarse en una larga y desgastante guerra".

Por la magnitud del conflicto posible, los expertos rusos creen que Estados Unidos requiere de varios meses para lanzar, por medio de los kurdos, la ofensiva contra los regímenes "indeseables". Recomiendan al Kremlin, por tanto, estrechar nexos con los gobiernos de los países potencialmente amenazados, incrementar los suministros de armamento defensivo y distanciarse públicamente de la teoría del "eje del mal".

Por ahora, y por más que se haya esforzado el secretario de Estado estadunidense, Colin Powell, en minimizar el significado de lo dicho por su jefe la semana pasada, lo único claro es que el "eje del mal" denota una preocupante intención: es mucho más que una desafortunada metáfora en boca de un petrolero texano.

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