LETRA S
Febrero 7 de 2002

Cuando la brama gana

Estereotipos, modelos para armar

Patricia Ponce



¿Cómo se practica la sexualidad en una región donde el clima tropical determina e intensifica la respuesta erótica? ¿Qué reglas pueden controlar el desbordamiento de los ánimos colectivos, el temperamento local, la urgencia de las "ganas"? ¿Cómo se explican la precocidad sexual, la sexualidad circundante, el temor del macho ante la naturaleza femenina? En el siguiente ensayo, la autora describe el comportamiento sexual de una colectividad, Boca del Cielo (el nombre es ficticio para resguardar la identidad de los declarantes), su percepción de género, sus actitudes frente a la prevención de embarazos y enfermedades, frente a las minorías sexuales y, en términos generales, frente a una sexualidad que se integra con naturalidad a la vida cotidiana.

ls-conchaEl municipio de Boca del Cielo se encuentra a diez metros sobre el nivel del mar y su territorio es bañado por las aguas saladas del Golfo de México y las dulces del río Jamapa. La cabecera municipal no es un pueblo hermoso pero tiene su encanto, tal vez éste radique en que está enmarcado por el río y la mar. Sus habitantes (cerca de 10 mil) son cálidos, albureros, fiesteros, bebedores, gritones y bailadores. Los hombres, los jarochos-boqueños, suelen ser chirriscos, coquetones, galanes. Se quejan de sus mujeres, dicen que son infieles pero que seguramente es por la calor. Ellas, a su vez, reniegan de ellos, argumentan que son desobligados, borrachos y mujereros. La mayoría de ellas son hermosas, cuerpos voluptuosos que no niegan una raíz africana, rostros que reflejan mestizaje y andares que hablan de pasiones.

La sensualidad pareciera sazonar la vida cotidiana de esta población costera. Los bailes, el cuerpo, el lenguaje, la música, los versos, los albures, la comida, los olores y los chistes están impregnados de sensualidad. Como ellos mismos dicen: es que la calor nos hace bramudos1. No obstante que la mayoría de la población es católica, la religión no rige sus vidas; para ellos, la sexualidad pertenece al orden de lo natural, no al divino.

El bochorno cotidiano "obliga" a mostrar los cuerpos y a abrir las puertas de las casas. La privacidad no existe, todo mundo conoce los problemas de la familia de junto, los amoríos de los vecinos o las preferencias sexuales del amigo o pariente. La playa es un lugar propicio para el encuentro amoroso o sexual, lo que hace que buena parte del pueblo se entere de quién se acuesta con quién, quién engaña a quién, quién es virgen y quién no, quién es choto2, mayate, alocada o cuernudo, en fin, que la sexualidad se convierta en algo público y forme parte del día a día.

Lo anterior no implica que no haya normas que regulen y traten de controlar el ejercicio de la sexualidad. En lo cotidiano así se vive, pero cuando uno habla sobre el tema con hombres y mujeres, las cosas cambian rotundamente, pues ellos mismos sostienen que de sexo no se habla, nomás se hace.
 
 

Sexualidades, género y generaciones

Cuando hablamos de sexualidad en Boca del Cielo no podemos hacer generalizaciones, acaso sí registrar ciertas tendencias. No obstante que las mujeres y varones de distintas edades, escolaridad, estado civil y ocupaciones expresaron, por medio de encuestas, entrevistas e historias de vida un discurso bastante homogéneo, a veces "tradicional", a veces "liberal", sus comportamientos y prácticas sexuales nos hablan de un desfase entre los códigos morales (civiles o religiosos) impuestos como el ideal a seguir y la vivencia cotidiana que se refleja en una gran diversidad que atraviesa las generaciones, los géneros y los grupos sociales.

Como tendencias podemos decir que la población encuestada no acepta las relaciones sexuales prematrimoniales ni en mujeres (70 por ciento) ni en varones (53 por ciento), aunque casi la mitad niega la importancia de la virginidad femenina al reconocer que el valor de una mujer no depende de ella. 80 por ciento de los hombres y 53 por ciento de las mujeres reconocen que les gusta tener relaciones sexuales, que éstas les causan placer (70 y 43 por ciento respectivamente). Aunque 55 por ciento considera que el deseo masculino es mayor.

58 por ciento de los hombres acepta la práctica de la masturbación mientras que las mujeres se encuentran divididas (33 por ciento la reconoce, 39 por ciento la niega, y 29 por ciento dice ignorarla).

Existe en el discurso una aceptación de la necesidad de separar reproducción de sexualidad (99 por ciento); del uso de anticonceptivos (87 por ciento) incluyendo los masculinos (condón, 57 por ciento; vasectomía, 67 por ciento), aunque hay mayor reticencia del lado masculino, ya que sólo 50 por ciento de ellos está de acuerdo en usar condón y 48 por ciento en hacerse la vasectomía, a diferencia de las mujeres, de las cuales 62 por ciento acepta el uso del primer método y 77 por ciento del segundo.

En la sociedad local, el papel de las mujeres ha sido culturalmente establecido dentro del matrimonio y el hogar. Con el fin de garantizarlo se les educa como guardianas de la moral y la honra familiar. La sexualidad masculina se deja correr libremente, mientras que la femenina es algo que hay que controlar y normar. Las adolescentes no tienen derecho a ejercer su libertad sexual so pena de ser consideradas como bramudas, calenturientas, es decir, mujeres que muestran una actitud de disfrute sexual, que transgreden los límites impuestos socialmente. En nuestro estudio hemos registrado que las adolescentes que tienen relaciones sexuales prematrimoniales generalmente lo niegan porque saben que están transgrediendo las normas establecidas; es más aceptada una madre soltera que una adolescente que planea sus relaciones sexuales usando anticonceptivos. Consideran que el hecho de planear es premeditar y esto es algo indebido. A los varones no se les dice nada, por el contrario, cuando entran a la pubertad se festeja que ya ande correteando a las gallinas, en el entendido de que si la novia queda embarazada será culpa de sus padres por no saberla cuidar, y de ella misma pues el hombre llega hasta donde la mujer quiere.

Las boqueñas, en general, inician su vida sexual muy jóvenes, no obstante las recomendaciones maternas y las amenazas paternas. Confiesan haberse acostado con sus novios por bramudas, no por amor, sino simplemente porque les ganó el gusto; muchas ni siquiera han empezado a menstruar y esto les permite librarse de un embarazo durante los primeros meses, después quedan a la buena suerte hasta que inevitablemente salen embarazadas y tienen que enfrentar a los padres, el matrimonio y la maternidad forzada. El embarazo y la maternidad se convierten en un poderoso determinante social de la condición femenina.

Para ciertas mujeres la menopausia está unida al ocaso de su vida sexual, pues consideran que ya no tienen edá para esas cosas; aunque otras (58 por ciento) comentan que es el momento en el que más disfrutan su erotismo porque ya no hay posibilidad de embarazarse, sus hijos ya están grandes y la brama se le alborota a una. A estas alturas de la vida los códigos morales están mucho más relajados y se permiten ejercer una sexualidad más libre, diversa y placentera. La práctica antigua y generalizada de la salpingoclasia (65 por ciento de las mujeres de la muestra optaron por este método definitivo de manera voluntaria) permite a casadas, separadas, divorciadas o viudas la espontaneidad de los encuentros.

No obstante que muchos adolescentes se inician sexualmente con las trabajadoras sexuales o los homosexuales del lugar, posteriormente es común que mantengan relaciones sexuales con sus novias con las que generalmente se casan, y para las cuales no tienen reclamos, siempre y cuando ellos hayan sido la primera y única pareja sexual.

Los varones casados recurren a las cantineras y/o trabajadoras sexuales y a los chotos, o bien se hacen de una querida con la que fundamentalmente satisfacen sus fantasías eróticas; es en estos espacios en donde la sexualidad está vinculada al placer porque tienen la posibilidad de experimentar todo tipo de caricias y posiciones posibles que están negados a realizar con la madre de sus hijos.

A pesar de que sólo 30 por ciento de la muestra estuvo de acuerdo en que la homosexualidad debe ser permitida, en general, los y las homosexuales del pueblo (sean hombres o mujeres) no son excluidos de la sociedad, pertenecen a la gran familia boqueña, mujeres y hombres de todas las edades mantienen relaciones amistosas y cercanas con ellos o ellas. Ser homosexual no requiere de mayor explicación, simplemente nacieron así y punto: son como un pescadito que nació con la colita chueca. Todos nacemos con un don, ellos nacieron con el de la chotería. Forman parte de la naturaleza, de la misma manera que hay río y mar, hay homosexuales y heterosexuales, y los boqueños suelen no cuestionar lo que proviene de ese orden que consideran natural porque nada se puede hacer para modificarlo.

Ciertamente la sociedad local prefiere el modelo tradicional heterosexual: hombre-mujer, pero también es cierto que tal aceptación de las relaciones homoeróticas nos habla de un trato más libre frente a la sexualidad, de una permisión mayor con el diferente, de cierta participación social con el homoerotismo y, finalmente, de una opinión pública que no se rige por normas fijas y rígidas, sino flexibles, que tiende a adaptarse a las diversas circunstancias y a comprender la situación específica de los otros.
 
 

ls-acostadaPoderes femeninos, temores masculinos

El poder femenino ha variado a lo largo de la historia. Como bien sostiene Linda Gordon (1992), no hay experiencias femeninas carentes de poder; ser menos poderosas no significa carecer de él ni perder siempre. Una cosa es hacer conscientes las relaciones jerárquicas y de subordinación en las que están inmersas como género, y otra asumirse como víctimas. En Boca del Cielo, el ámbito doméstico, tradicionalmente considerado femenino, dominado por las mujeres, se convierte en el espacio que les permite generar y desarrollar los "contrapoderes", herramientas y estrategias de resistencia, dominación, control y manipulación, cuyo objeto es trastocar el orden a que son sometidas. Ahí, las mujeres se reúnen para transmitirse los saberes femeninos adquiridos a través de largos años: recetas de pócimas, tés, brebajes, hierbas u oraciones en las que confían a pie juntillas y no dudan en poner en práctica para conseguir sus objetivos: someter al hombre a su voluntad, obligarlo a casarse, separarlo de la querida, alejarlo de la madre, y dado el caso volverlo impotente temporalmente para que no la siga engañando. De ahí que la reunión solidaria de las mujeres no le guste al sexo masculino; las otras, las amigas, las cuñadas, las suegras no son dignas de confianza de los hombres casados porque les dan malas ideas y pensamientos a sus esposas, las mujeres no se juntan para nada bueno, suelen decir los boqueños y sus madres.

Pero las mujeres no solamente usan pócimas; desde niñas las han socializado en el uso del cuerpo para la seducción y están conscientes de que, a través de él, pueden obtener ciertos logros, aunque en algunos casos, a la larga les resultan contraproducentes. Mientras tanto, se embarazan para lograr un matrimonio aunque sea forzado o para tratar de retener al marido que anda con otra mujer; asimismo usan los nueve meses del embarazo para chantajear o manipular al esposo. El cuerpo también es utilizado, vía genital fundamentalmente, para tenerlo contento y en paz, y poder negociar prebendas: permisos, regalos, dinero, paseos o lograr alianzas en contra de las suegras y las amantes.

En Boca del Cielo la sexualidad se vuelve un arma vital para mujeres y varones. El deseo visto como iniciativa femenina es un arma temida por los varones --y las propias suegras-- porque consideran que a ellos les es muy difícil controlar sus instintos sexuales, cosa que los expone a los encantos y habilidades de las mujeres y los puede hacer caer en sus redes. Así vista, la sexualidad femenina es un elemento subversivo que genera caos y desorden, por lo que es preciso mantenerla sobre vigilada y controlada. De ahí la necesidad de separar conciencia y corazón, sentimiento y razón, sexualidad y afectividad. Por eso con la esposa se tiene sexo para la reproducción y con las trabajadoras sexuales y las amantes por el placer mismo, a ella se le tiene en el altar junto a la madre y la virgen. Con la cónyuge no se corre demasiado peligro siempre y cuando se mantenga la distancia y se conserve el dominio sobre ella; con las trabajadoras sexuales lo único que se pierde es un poco de dinero --aunque se gana mucho prestigio-- y momentáneamente el control, mismo que, una vez recuperado el aliento, vuelve a su lugar.

Pero los hombres no sólo temen a los encantos, la manipulación, la infidelidad y el erotismo femeninos, sino también a la posibilidad de depender emocionalmente de una mujer que no sea la madre. Temen lo que emana de la naturaleza femenina, como la ternura, la cercanía, la pasión, el amor, la seducción. Quien se enamora, se entrega y pierde. ¿Qué es lo que se pierde? El dominio sobre sus sentidos, sentimientos, deseos, sobre sí mismo, y esto significa ser débil, perder uno de los rasgos de la virilidad. Los varones están constantemente redefiniendo su identidad masculina en oposición a la femenina. Han sido educados en la desconfianza hacia las mujeres, vistas no sólo como sus diferentes, sino como sus contrarios. Sus madres --quién mejor que ellas para conocer los poderes femeninos-- les han inculcado ese temor porque, al reconocer a las otras mujeres (sus nueras) como sus rivales, los previenen en contra de su maldad, para que no caigan, a través de la seducción, en sus redes y se vuelvan débiles y poco hombres al grado de no servir después más que para estar a mercé de sus caprichos. Por supuesto que los varones tienen negado el derecho de demostrar públicamente sus temores y debilidades, de ahí que magnifiquen "los contrapoderes" femeninos --mismos que no conocen a fondo--, pero se encargan de divulgar entre ellos lo peligrosos que suelen ser para su sexo, aumentando así sus propios temores y coadyuvando a la institucionalización de la misoginia.
 
 

Reflexiones finales

En Boca del Cielo, mujeres y hombres comparten el discurso esencialista sobre las diferencias ontológicas de los sexos. Masculino es igual a proveedor, autoridad, espacio público, sexualidad instintiva y desbordante; en contraposición, mujer es madre, ámbito doméstico, sexualidad controlada y sumisión. Lo socialmente permitido para hombres y mujeres a través de las normas y valores se reproduce cuando menos a nivel discursivo, como una vía para identificarse con el grupo y lograr la interacción social. Pero al mismo tiempo existe un desfase entre la norma dicha y las que regulan sus prácticas sexuales, entre el modelo ideal y la realidad; en el discurso se quedan atrapados en el deber ser, en lo cotidiano transgreden los preceptos establecidos (piensan de una manera y actúan de otra) y luego generan su propio discurso justificatorio. La frontera entre lo real y lo imaginario es bastante flexible cuando de ejercer la sexualidad se trata, y se traslapa con bastante facilidad. Modifican los preceptos (legales o morales) no acordes con sus prácticas, pero los aceptan y defienden cuando coinciden con los ámbitos que comparten colectivamente en la comunidad.

Curiosamente, el erotismo para cada uno de los sexos pareciera estar permitido mientras se practique fuera de las relaciones matrimoniales: ellos lo ejercen con las trabajadoras sexuales, las queridas, o en los encuentros homoeróticos, y ellas con sus novios o amantes. Es importante destacar que de alguna manera las practicas sexuales de las boqueñas contradicen el mito de que la sexualidad femenina siempre está acotada a la reproducción, controlada, y gira en torno de las necesidades masculinas, también nos hablan de la posibilidad que tienen para transgredir o modificar lo socialmente establecido, resistiendo y manipulando las normas a favor de sus intereses, necesidades y propósitos aún cuando de sexualidad se trate.

Esto significa, no obstante, que existen normas y estereotipos acerca de la masculinidad y la feminidad que deben ser respetados para conseguir la aceptación y/u obtener reconocimiento. No debemos perder de vista que la socialización no es únicamente un proceso de imposición de la normatividad que las personas asumen de manera pasiva y homogénea. El conjunto de representaciones hegemónicas expresadas en leyes, discursos y prácticas son la fuente más importante que alimenta la construcción de nuestras subjetividades, pero afortunadamente, al mismo tiempo, los individuos tienen capacidad para elegir, aunque a veces dentro de marcos opresivos, frente a un amplio abanico de posibilidades, así como de resistir y luchar para transformar el sistema genérico dominante.
 
 

Las palabras en cursivas corresponden a vocablos o expresiones regionales.

1 Cuando le pedí a una señora que me definiera qué era la brama, me respondió: "Mira m´ija, la brama es un calor que te empieza por la patas, poco a poco te va subiendo y cuando te llega al culo perdiste la decencia."

2 Homosexual.

Investigadora nacional, nivel III y doctora en Ciencias Sociales. Investigadora y coordinadora del Grupo de Estudios sobre Género del CIESS-Golfo.

Edición del ensayo "Sexualidades costeñas". Desacatos. Revista de Antropología Social. Número 6. Primavera-Verano 2001. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).