Recibo de una amiga,
por correo electrónico, una cacerola virtual en movimiento que
es golpeada por su correspondiente tapadera. Abajo un mensaje: "Resistiremos".
En este caso una imagen vale más que mil palabras, más
que todas las palabras que yo pueda añadir aquí a este
símbolo. Curiosamente symbolon en griego se refiere
a la división de un objeto en dos partes que, entregadas a distintos
sujetos, les sirven para reconocerse al hacer coincidir ambos trozos.
El círculo se cierra y con él se manifiesta el sentido
último de esa realidad partida.
Sin duda que ese humilde instrumento, tan femenino y tan doméstico,
adquiere su sentido político cuando su otra parte, la tapadera,
golpea con fuerza ese útero en el que se cuecen las profundas
potencias de la vida. Su estruendo es una llamada al despertar de un
letargo y de un silencio del símbolo que por siglos permanecía
olvidado en los fogones de una historia sin palabras, que es la historia
muda de tantas y tantas mujeres que han sido las provisoras de la energía
mantenedora de la vida: el alimento. No olvidemos que el símbolo
fundamental de las brujas, es decir, de las "mujeres sabias",
es el caldero céltico, que luego sublimará en cáliz
la cultura patriarcal.
Ahora, esas cacerolas vacías, transmiten las voces y los ecos
del hambre, de las carencias múltiples de los pueblos que han
alimentado con su trabajo la rapiña de dirigentes y empresas
cuya voracidad los ha empobrecido. Como decía Gandhi, "Lo
que hay en el mundo basta para satisfacer las necesidades de todos,
pero no la codicia de algunos". Cuando el malestar, la necesidad
y los deseos dejan de ser un asunto privado es cuando se torna evidente
aquella proclama del feminismo radical de los sesenta: "Lo personal
es político". Nadie nos hizo caso entonces, y la política
ha sido vaciada de su sentido original, malgastando unos años
preciosos que nos hubieran servido para cambiar la vida y transformar
el mundo, porque cuando a lo personal le damos la proyección
política que le corresponde se acaba con la partidocracia y con
la supuesta democracia representativa (un eufemismo) para entrar en
una etapa más evolucionada de la política: la democracia
participativa.
Ojalá que lo que está sucediendo en la Argentina no sea
un episodio pasajero y se transforme en un punto de partida irrenunciable
en el que la resignación y la pasividad no tengan ya cabida:
RESISTIREMOS.