Juan de Oñate cabalga de nuevo
La pequeña tormenta no impedirá que la gigantesca estatua ecuestre se levante en El Paso,Texas, a unos metros de Ciudad Juárez. Pionero de la civilización, según unos; asesino, según otros, Juan de Oñate viajará en bronce desde el norte de la ciudad de México hasta el sur estadunidense el año próximo. Es la primera ?y mayor? de una serie de esculturas de los personajes que, en opinión del artista John Houser, forjaron la historia de la región. La lista incluye a Benito Juárez y a Pancho Villa
Tania MOLINA RAMIREZ * Fotos: Heriberto RODRIGUEZ
Ojo, aspirantes a ilegales. El año próximo saldrá de aquí, con rumbo a El Paso, Texas, una enorme estatua ecuestre que representa al "conquistador" Juan de Oñate. En el hueco dentro del caballote de 10 metros y medio de altura cabrán 70 aspirantes a "héroes", como les llama el presidente Vicente Fox.
"Quien se quiera ir a Estados Unidos, ahí cabe", invita, en broma, Miguel Angel Cárdenas Alvarez, ayudante principal del escultor John Houser mientras señala el imponente caballo blanco -Helicón, le llama su creador- que, parado sobre sus patas traseras, parece estar a punto de salir a galope del taller donde apenas cabe.
"Yo ya me apunté -sigue el chacoteo de Miguel Angel-, será un caballo de Troya".
El escultor John Houser también considera a su obra un "caballo de Troya", aunque por otras razones. "Los que se oponen al proyecto estaban tan enfrascados en la discusión, -dice-, que sin que se dieran cuenta ya va muy avanzada la obra", suelta con la carcajada que siempre lo acompaña.
Uno de los desprevenidos es el regidor de El Paso, Luis G. Sariñana, para quien Juan de Oñate es una figura histórica de la calaña de Adolfo Hitler. "Fue una persona que vino a destruir vidas, matar indios, sería darle fama a una persona cruel", dice el funcionario, vocero informal de un pequeño movimiento contra la escultura monumental.
¿Qué hizo este poco conocido personaje para despertar tal rechazo?
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Fundador
de Nuevo México, Juan de Oñate trazó el llamado Camino
Real a Santa Fe (de Zacatecas a Nuevo México) y a su paso fundó
ciudades, construyó caminos y expandió la fe católica.
Claro, todo con algunos que ahora llamaríamos "daños colaterales
aceptables" -abusos contra sus propios hombres y matanzas de indígenas-,
que para las autoridades de su tiempo no fueron tan aceptables. A pesar
de sus grandes servicios a la Corona española, Juan de Oñate
fue desterrado de Nuevo México y enfrentó un proceso por
"abusos y delitos, asesinatos, maltrato aplicado a los soldados y a la
clerecía, fraudes, negligencia y arrogaciones de tratamiento de
reserva exclusiva para el rey", según el investigador Jesús
Vargas Valdez. El juicio duró siete años y, tras nueve, se
le otorgó el indulto. Oñate murió poco después.
Hasta aquí el apretado recuento histórico.
El caso es que la estatua que se contruye allá por los rumbos del Lago de Guadalupe, Estado de México ha revivido una polémica en el sur de Estados Unidos.
"Es mentira que los indígenas vivieran en paz y que Oñate hubiese llegado a irrumpir ese paraíso. Se trataba de una tierra guerrera, incluso hubo indígenas que le dijeron a De Oñate que estaban agradecidos con él por haber llegado". La frase es de Marc Simmons -uno de los mayores historiadores contemporáneos de la región y autor de la biografía de Juan de Oñate titulada El último conquistador.
Simmons encomia la labor civilizatoria de su biografiado aunque concede que tiene algunas "manchas" en su historial. Sin embargo, añade, quienes lo critican sólo tienen razones "más que nada sentimentales". "Si tuviéramos un estándar muy elevado, no haríamos monumentos a nadie", sostiene el historiador.
Los críticos consideran al expedicionario un hombre cruel y para ilustrarlo citan el caso de 25 hombres del pueblo de Acoma, a quienes Oñate mutiló el pie derecho por haber tendido una trampa a su comitiva.
"Acoma era el grupo indígena más guerrero. A los críticos modernos se les olvidan estos datos, tienen una respuesta emocional, ya convirtieron a los indígenas en las mayores víctimas", refuta Simmons.
En todo caso, sigue el historiador, es difícil hacer un juicio definitivo sobre Oñate, pues los documentos disponibles se contradicen entre sí, debido en gran parte a que el explorador tenía muchos enemigos en sus propias filas. Eran hombres -dice Simmons- que habían esperado hacerse ricos y al ver que no había plata en el norte quisieron regresar y no pudieron porque Oñate se los impidió.
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Juan de Oñate provenía de una pudiente familia de conquistadores, dueña de minas de plata, y estaba casado ni más ni menos que con una nieta de Hernán Cortés, Isabel Tolosa Cortés Moctezuma.
El padre de Juan, Cristóbal de Oñate, uno de los fundadores de Zacatecas, fue capitán de Cortés y participó en la ocupación de Tenochtitlán.
Así
que era un empresario en busca de mayores riquezas, títulos y honor
el que llegó con 400 hombres y 130 familias, un día de primavera
en 1598, a las orillas del río Bravo. Ahí, el 30 de abril
tomó posesión del territorio en nombre del rey de España,
Felipe II. En carta al rey Oñate expresó: "Otra razón
(para conquistar Nuevo México) es la necesidad de corregir y castigar
los pecados contra la naturaleza y la humanidad que existen entre estas
naciones bestiales y que es necesario que mi Rey y Príncipe, por
ser el más poderoso señor, corrija y reprima ... Otra razón
es la gran cantidad de niños que nacen entre los infieles que ni
reconocen ni obedecen al verdadero Dios y Padre".
Para el entusiasta escultor estadunidense Houser, lo importante es que el legado de Oñate perdura hasta hoy en Nuevo México: "Cuando llegan personas de una cultura distinta hay guerra, pero también hay ideas nuevas, intercambio, en eso consiste el progreso".
Simmons va más allá y llama a Oñate "el George Washington de Nuevo México".
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En Albuquerque, Nuevo México, no se ha podido construir una estatua en su honor por la oposición que ha provocado.
Cerca de Santa Fe, al monumento del colonizador le cercenaron un pie.
De este lado de la frontera Juan de Oñate también ha causado protestas. Hace poco más de un año, durante la develación de su estatua en el bulevar Cuatro Siglos, en Ciudad Juárez -a iniciativa del polémico ex alcalde Gustavo Elizondo-, indígenas de Chihuahua, Nuevo México y Texas, acompañados por miembros de organizaciones no gubernamentales, realizaron una manifestación. "¿Cuándo se ha visto que una nación o estado rinda homenaje a los conquistadores que destruyeron su cultura, ciudades y población?", preguntó uno de los organizadores.
El escultor viajero
Cuando niño, John Houser comía su almuerzo en el ojo de un presidente. Su padre, Ivan Houser, fue el principal asistente del escultor Gutzon Borglum, creador de los inmensos rostros de piedra labrados en la ladera del Monte Rushmore, en Dakota del Sur. Una enorme sonrisa ilumina a John cuando recuerda cómo, de pequeño, las gigantescas caras de George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln se le hacían de lo más normal.
Ahora, su hijo Ethan, un joven de 29 años, es su primer asistente, así como su padre lo fue con Borglum.
John Houser no sólo heredó el gusto por lo monumental, sino también el espíritu viajero.
Eran los años cincuenta. La familia Houser viajó en un remolque durante dos semanas por México. Recorrieron desde Chihuahua hasta Guerrero y regresaron por Nuevo León. John, de 63 años, cuenta que esa experiencia lo marcó de por vida. Era la primera vez que venía a México, y por vez primera vio un platanar y una palmera. De ese viaje le nació su interés por otras culturas, por el arte de otras culturas.
Más tarde regresaría a este país una y otra vez para pasar temporadas pintando y esculpiendo en las comunidades tarahumaras, lacandonas y seris.
Pero hace 13 años, la naturaleza aventurera de Houser fue retada, su cuerpo se rebeló.
Su doctor le dijo que si visitaba a los tarahumaras en Chihuahua -como tenía planeado-, lo más probable era que no podría regresar a contar el viaje. Y es que el padecimiento de los riñones que sufría desde 1966 había empeorado. Al día siguiente estaba en una silla de diálisis y a los seis meses se sometió a un trasplante de riñón.
Quizá porque en esta temporada no pudo viajar, fue que ideó la serie "Los doce viajeros" (personas representativas de distintas épocas históricas en El Paso de 1535 a 1910), de la cual el monumento de Oñate es el mayor. El ayuntamiento de El Paso pedía propuestas para renovar el centro de la ciudad. Houser le estuvo dando vueltas a la idea y decidió presentar un proyecto de estatuas de personajes importantes que llegaron o cruzaron por El Paso. La idea era, explica, vincular el pasado de las dos naciones, México y Estados Unidos, hacer una especie de caminata por la historia.
Propuso que entre los personajes estuvieran, por ejemplo, Pancho Villa y Benito Juárez. Cuando las autoridades locales aceptaron la idea, le sugirieron que esculpiera a Fray García de San Francisco y, sí, Juan de Oñate. Pero la memoria puede ser corta. Cuenta Houser que ahora, con la oposición (por cierto, reducida) que levantó el proyecto del monumento a Juan de Oñate, en una reunión un regidor preguntó: "Bueno, para empezar, ¿a quién se le ocurrió hacer la estatua?"
Hoy, el monumento de Fray García ya existe y cuando el de Juan de Oñate esté terminado (su costo será de un millón 250 mil dólares, de los cuales 10% proviene del ayuntamiento y el resto de la Fundación Los XII Viajeros), seguirá la creación -también criticada- de Susan McGoffin (una joven mujer que durante el recorrido a Santa Fe escribió un diario donde describe la vida en 1846) y Benito Juárez. Vendrán después: Cabeza de Vaca y Estabanico el Negro, el pueblo indígena Tigua, Juan Batista de Anza (gobernador, 1777-1787), Zebulon Pike (explorador norteamericano, 1807), Lozen (doctora y guerrera apache, 1870), Henry Ossian Flipper (soldado, 1880) y John Wesley Hardin (pistolero, 1895).
John
Houser también espera recibir manifestaciones en contra de la escultura
de Pancho Villa. El año pasado, Marta Skinner, alcaldesa de Columbus,
Nuevo México, protestó por el proyecto de autoridades mexicanas
de levantar un monumento al Centauro del Norte, en Palomas, Chihuahua.
El proyecto pretendía que la estatua ecuestre estuviera enfilada
hacia la población del vecino país.
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Hoy, lo que hay es un impresionante equino de yeso sobre una plataforma giratoria que soporta las 10 toneladas del modelo -el monumento en bronce pesará unas 18-. Entre el animal y cada pared hay sólo unos 10 centímetros de distancia.
Cuando la obra de Houser sea completada, será el caballo de bronce más grande del mundo. Desde ahora ya es famoso. La prensa alemana, la inglesa, la española y, por supuesto, la estadunidense, ha plasmado esta historia en sus páginas. Tras la reciente publicación de un extenso reportaje en The New York Times, hasta la cadena televisiva CNN llegó al taller de Houser.
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Mientras, el majestuoso caballo de Troya, que seguramente provocaría el asombro de tirios y troyanos, va. Y como el gobierno mexicano nos tiene el cielo prometido en forma de acuerdo migratorio, ningún "héroe" tendrá que viajar en la panza del caballo de su paisano, el zacatecano Juan de Oñate.*