Con timbres postales celebran el centenario de obra de Kipling en GB
BOYD TONKIN THE INDEPENDENT
Los soldados de la reina patrullan las calles del viejo Kabul. Más allá de la frontera noroeste, las ciudades de Peshawar o Quetta pueden estallar en cualquier momento. Una vanguardia de sahibs blancos persigue bandidos a lo largo de los picos afganos, mientras sobre las colinas de Cachemira se agita una ola de más sedición.
Pese a que en el calendario se lee "2002", los titulares de la prensa de este año bien podrían ser los mismos de hace un siglo. El magnánimo imperialismo hace su curioso regreso, los límites escarpados del Raj nuevamente se convierten en un patio para los conspiradores. Ahora el correo real británico ha liberado el espíritu de la época.
El 16 de enero se puso en circulación una nueva serie de timbres postales para conmemorar el centenario de la publicación de Just so stories for little children (Precisamente así), escritos por Rudyard Kipling (Bombay, 1865-Sussex, 1936). Las estampillas podrían, literalmente, poner a uno de los mejores escritores ante la mirada pública para promover el imperio británico y su misión bélica, en lo que el primer ministro, Tony Blair, llamaría "usar la fuerza para el bien".
Los timbres postales representan los cuentos que el autor comenzó a escribir para sus tres hijos ?Josephine, Elsie y John? en la última parte de la década de 1890. Estos cuentos dibujan una mitología multicultural. Mezclan la vida salvaje y el flolclor de Asia, Africa, Arabia, Australia y Amazonas, rayando en bromas darwinianas: relatan por qué el elefante tiene trompa; el camello, joroba; la ballena, garganta; el rinoceronte, cuerno; el leopardo, manchas, y así por el estilo.
Precisamente así
Son
historias para contar y leer, llenas de ritmo y musicalidad. Los hijos
de Kipling le exigían que el cuento comenzara con la frase "just
so" (precisamente así). De hecho las historias son aun mejores
si las cuenta la boca del padre en lugar de ser leídas en una fría
página. El ritmo está, por ejemplo, en The cat that walked
by Himself: "waving his wild tail and walking by his wild lone", o
el elefante bebé que se enreda con un cocodrilo "at the very
edge of the great grey-green, greasy Limpopo River, all set about with
fever trees".
Sharad Keskar, editor en Bombay de The Kipling Journal, dice que el escritor tenía una voz cantarina que los niños adoraban. Sin embargo, maestros cuestionados recientemente están más conscientes de la cadencia en el lenguaje manejado por Kipling que sus propios alumnos, quienes "piensan que el lenguaje era arcaico".
Lo que nunca hace Just so stories es ser condescendiente. GK Chesterton se percató de que los relatos, lejos del sonido infantil, se leen como "cuentos de hadas para hombres, contados en la mañana".
En nuestro tiempo no es sorprendente que la ambigua magia de Kipling funcione otra vez. El primer ministro Blair ha retomado repetidamente las maravillas de Kim, la novela escrita por Kipling en 1901, de los estantes de Chequers. Cerca de ahí podría encontrar seguramente una copia del cuento Dray wara yow dee, en el que un vendedor de caballos, de los valientes pero salvajes afganos de Kipling, trata de atraer al narrador a su frío paraíso del norte, en el cual "cientos de fuegos brillan en lo más profundo del paso, y las clavijas de la tienda responden al sonido del martillo, y los caballos de carga relinchan a sus compañeros mientras atraviesan la neblina de la tarde".
Los personajes afganos
Las escenas y personajes afganos siempre representan la emoción de Kipling. Cuando era un joven reportero, entrevistó en Lahore a un pez gordo afgano, que había molestado al rajá. El líder trató de asegurar la ayuda del reportero ofreciéndole primero dinero, una hermosa chica y, como última oferta, siete maravillosos caballos. La provincia afgana de Kafiristán representa un viaje utópico que concluye en la magnífica sátira El hombre que podría ser rey.
Si, aun así, eso tienta al primer ministro a prolongar la presencia británica, debería echarle un vistazo a las Baladas de las barracas de 1892. Ahí vería al joven soldado británico y su advertencia final: "Cuando estés herido y abandonado en los valles afganos/ y las mujeres vengan a llevarse lo que queda,/ toma tu rifle y vuélate el cerebro".
He aquí un escritor que despierta las emociones más complejas. Salman Rushdie escribió que "el primer Kipling era un escritor con una tormenta dentro, y creó un espejo de respuestas contradictorias". Kim y los cuentos indios reposan en el interior de Los hijos de la medianoche, el monumento poscolonial de Rushdie, novela que celebra la caída de todo lo oficial que Kipling amaba. Con todo, el Kipling no oficial previó, incluso con placer, la perspectiva de esa ruina. Nunca perdió de vista que ese momento llegaría cuando "los tumultos y los gritos mueran/ los capitanes y los reyes partirán". Leerlo ahora es hundirse en un choque estridente de percepciones y creencias.
Enojo y placer
Burdos estereotipos y profunda simpatía, arte brillante e ideología aburrida: "Nunca he podido leer a Kipling tranquilamente", dice Rushdie, "enojo y placer son emociones incompatibles".
¿Los cuentos para niños son inmunes a estas ambivalencias? No del todo. Aun cuando las historias de Precisamente así o Just so no reflejan de manera íntima el mundo indio de la juventud de Kipling, como sus obras previas, El libro de la selva y El segundo libro de la selva, sí se pueden distinguir algunas referencias biográficas en ellos. Por ejemplo, cuando el cazador le dice al leopardo las bondades de que le pinte manchas que lo pueden camuflar (...) Kipling, al igual que el leopardo, floreció convirtiéndose en una especie de camaleón.
En tres documentos Kipling firmó con su nombre en urdu. Cada vez utilizó una ortografía ligeramente camuflada: "Kinling", Kiplig", o "Kipenling". Al igual que Kim -el personaje de su novela- se preguntaba quién era; uno se pregunta ¿quién es Kipling? Pocas personas lo saben. Lo cierto es que no hay duda de que el elusivo señor Kipling hacía bromas extraordinarias.
Traducción: Ericka Montaño