Directora General: Carmen Lira Saade

México D.F. Sábado 26 de enero de 2002

Contra

Minas de Coahuila, trágicas efemérides

La mortal aventura por la subsistencia: "el que no baja al pocito no come"

ROSA ELVIRA VARGAS ENVIADA

Minas de Barroteran, Coah., 25 de enero. La próxima semana, el último día de enero, se cumplirá un siglo de la primera gran tragedia minera del carbón en Coahuila. En El Hondo, municipio de Sabinas ?el pueblo del Indio Fernández, para más señas-, la tierra cobró un cruel tributo por la extracción de su riqueza, quedándose con 200 hombres. Y hoy tomó a trece más.

Pero no quedará ahí. Las nulas condiciones de seguridad convierten a los pozos de extracción carbonera en trampas mortales, y son un albur que se juegan a diario aquellos que de todos modos han asumido que aquí "el que no baja a los pocitos no come''.

Son más de 130 las minas verticales -con diámetros de entrada de un metro a lo sumo y profundidades de 65 metros- esparcidas en la zona. Casi todas son explotadas en condiciones inconcebibles para los responsables de seguridad y rescate de las compañías mineras que operan en la región, quienes desde el miércoles permanecen en La Espuela sin separarse de la labor de traer a la superficie los cuerpos de hombres, como ellos, que entregaron toda su vida -corta, en casi todos los casos- al carbón.

Lo que pasa en estas rudimentarias y peligrosas minas lo entienden sólo de una manera: "los poceros quieren la mayor ganancia y no invierten en seguridad".

Explican que el malacate instalado por los dueños o concesionarios para subir y bajar a la gente y sacar el carbón se mueve con un motor viejo de coche; el cable que sostiene al cilindro es muy delgado, y éste, además, es apenas un bote hechizo sobre cuyo borde superior se paran los obreros y, sujetándose del cable, bajan los 60 metros que tiene el pozo.

En tales condiciones, y casi siempre sin la menor previsión topográfica para ubicar por ejemplo la colindancia con alguna mina abandonada por inundación, quienes van a los pozos pueden quedar ahí, víctimas de algún derrumbe, de la explosión del metano consustancial a la extracción del carbón o, como en el caso de La Espuela, dar con algún cañón de una mina abandonada y quedar sumergidos en el agua.

En la funeraria Martínez -cuya carroza sienta su macabra presencia en la mina y remueve el dolor de las familias a quienes no les han devuelto a sus seres amados-, sin afectación ni dramatismo, la tía de Reynol Garza Arias es quien ubica lo que simplemente es Barroterán: sólo minas, no hay otra cosa. Ni siembra, ni ganado. Nada. Puro carbón. Y más que eso, los pozos.

Reynol era uno de los tres hijos de don Juan Angel Garza a quienes se engulló la mina. Verlo a él resulta estrujante.

Hombrón adolorido, se mueve por el predio del pozo y da consuelo y solidaridad a otros, mientras él mismo no sabe todavía de dos de sus vástagos, y cuando algo le debe de doler en la conciencia, pues por pura casualidad se encontraba en la superficie cuando sobrevino el accidente y era, además, el encargado del pozo.

Los técnicos y encargados de Protección Civil del estado han colocado en este y otros pozos cinco bombas para extraer el agua de La Espuela, en una tarea que ha resultado pesadísima, pues al parecer no ha dejado de llegar líquido al fondo de la mina. Cuando así lo consideran los especialistas, se suspende el bombeo y es entonces cuando alguno de los rescatistas desciende por el profundo, oscuro, insondable túnel que se convirtió en tumba.

Esta, en la región carbonífera de Coahuila, es una historia de siempre y hoy tiene como escenario una villa fundada apenas en 1940. Sabinas, San Juan de Sabinas, Melchor Múzquiz, Progreso y Juárez, sus cabeceras municipales, sus villas, sus caseríos, han pagado muchas vidas por ese mineral.

Porque las efemérides de la tragedia son aquí como otra piel. Duelen si se tocan. "Hoy, justamente hoy 25, se cumplen 14 años de la explosión en la mina 4.5 en Villa de Las Esperanzas, aquí cerquita; entonces murieron 37. Y apenas en estos días cumplimos cinco meses del accidente en La Morita, también por acumulación de gas. Ahí murieron 14, pero no llegaron a 24 porque se descompuso el camión que los traería a la mina y de plano decidieron ya no trabajar ese día", refieren los pobladores.

El propio Seguro Social, ahora que de manera tan súbita todos los representantes gubernamentales se volvieron expertos, conocedores e indignados gestores de la causa de los mineros, señala que en los últimos cuatro años, en la región carbonífera han resultado 60 muertos.

Hoy son 13. Y decenas de discursos y señalamientos a cambio.