Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 21 de enero de 2002
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Cultura
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Vilma Fuentes

El paso al euro

ƑEl billete de banco, la pieza de moneda que tenemos en la mano o en nuestro bolsillo forman parte de nuestra cultura? Esta cuestión conduce a plantear por lo menos dos: Ƒqué es la cultura, qué es el dinero ? Es poco problable que en el reducido espacio de una crónica de periódico pueda llegar a encontrar una respuesta satisfactoria a dos enigmas tan misteriosos, pero algunas interrogaciones poseen a veces más interés que las respuestas.

Una cosa es clara: no parece que los 304 millones de ciudadanos de los doce países de Europa que, el primer día de este nuevo año de 2002, vieron desaparecer su moneda nacional, remplazada por los euros, se hayan planteado realmente este tipo de preguntas. Es evidente que tenían otras preocupaciones. Muchos se precipitaron, durante la noche de Año Nuevo, a las distribuidoras bancarias automáticas para ver si el sistema funcionaba y si las máquinas les daban, en efecto, algunos ejemplares del recién nacido. Estas personas, en cuanto recibían sus euros, los palpaban con la emoción de una madre o un padre cuando toma en brazos por primera vez a su hijo. Con precaución, tembloroso y sumergido en una suerte de extraña alegría ante la aparición de una especie de milagro. Es inútil decir que estos entusiastas pertenecen a la categoría más militante de los partidarios de la Unión Europea. Su hijo había nacido y no pensaban más que en descorchar las botellas de champaña. Por si fuera poco, había nacido a medianoche, justo cuando comienza el año. Doble motivo para festejar el Año Nuevo.

Otras personas, en cambio, nunca se sabrá cuántas, pues en este caso las estadísticas son imposibles, pusieron cara de descontento ante el recién nacido. No les parecía hermoso. Lo vieron más bien flacucho, inútil, superfluo, estorboso. En resumidas cuentas, estaba de más. Y, si hubiera sido aún posible provocar un aborto, no habrían dudado en llevar las cosas a este extremo. La otra, la antigua moneda, era mucho más hermosa, y era un verdadero crimen haber querido desaparecerla. Todos comprenderán que estas personas no tienen la menor inclinación por la Unión Europea.

El apego de éstos a su antigua moneda, para ellos símbolo de la nación y la patria, prueba tangible de su pertenencia a una comunidad, medio de intercambio cotidiano, costumbre anclada en los usos, y el deseo de aquéllos de rebasar todo esto en beneficio de una nueva pertenencia, para no decir una nueva identidad europea, más que francesa, alemana, española o griega, son las dos disyuntivas que separan en cada país a los partidarios de uno y otro campos. Unos festejan, otros lloran. Así va lo que se llama la Historia.

Las consecuencias futuras de este acontecimiento, puesto que es necesario llamar acontecimiento al hecho de que doce países renuncien a su moneda en beneficio de una moneda única, son por ahora imprevisibles en gran parte. Los entusiastas no prevén sino mañanas paradisiacos, los escépticos prometen días difíciles que no dejarán, según ellos, de llegar después de las noches de fiesta. ƑFelicidad o cruda? La cuestión queda abierta, el porvenir responderá.

Mientras tanto, la pequeñas dificultades, o los menudos placeres, se acumulan. En París, en las tiendas, el mercado, los comerciantes se ven obligados durante un tiempo a llevar una doble caja: una en euros, otra en francos. Más vale no haber olvidado los principios rudimentarios de la aritmética aprendida en la escuela primaria: la suma, la resta, la multiplicación, la división. Es cierto que hoy circulan las calculadoras electrónicas. Sin embargo, es necesario, por un lado, poseer una y, por otro, saber utilizarla. Lo que no es siempre el caso. Pero una evidencia parece ya bastante clara: muchos comerciantes han aprovechado la conversión del franco al euro para redondear sus precios... hacia arriba. No se trata, sin duda, sino de una elogiosa intención a fin de evitar devolver el cambio de las estorbosas moneditas. El ama de casa, que regresa de hacer sus compras con un fuerte dolor de cabeza provocado por las operaciones aritméticas y de pronto comprende que pagó más caro por menos productos, piensa acaso que el infierno debe de estar pavimentado de ''elogiosas intenciones''.

A nivel internacional, los doce países (la lista es conocida) observan con suma atención a Inglaterra. Este país, a diferencia de Irlanda, no aceptó renunciar a su moneda para adoptar el euro. No por el momento. Puesto que el debate se halla abierto en Gran Bretaña y su conclusión será de la más alta importancia. Con la prudente cautela y la experiencia que todos reconocen a los ingleses, su decisión servirá de test. Si el euro es un buen negocio, no dejarán de asociarse. Si se quedan al margen, tal vez será necesario comprender que el negocio no era bastante bueno. En ese país que Napoleón llamaba ''un país de abarroteros'', no es posible olvidar que sus ciudadanos, tan patriotas o nacionalistas como sean, no aceptarán quedarse durante mucho tiempo al margen de un buen negocio. Business is business es un dicho inglés. Y time is money.

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