La Jornada Semanal, 6 de enero del 2002                           357
(h)ojeadas
Una vocación antigua y terrenal

Elena Poniatowska







Alessandra Luiselli,
Instrucción del Inca don Diego de Castro Titu Cusi Yupanqui,
UNAM,
México, 2001.

Por primera vez, gracias a Alessandra Luiselli, se publica en México Instrucción del Inca don Diego de Castro Titu Cusi Yupanqui, documento que pone en nuestras manos la versión de la conquista de América por el penúltimo emperador inca, don Diego de Castro, Titu Cusi Yupanqui, quien se lo dictó en lengua quechua en 1570 
a un sacerdote agustino, Fray Marcos García, quien lo vertió al castellano. En realidad, se trata de una autoría múltiple: Titu Cusi, Fray Marcos García y el escribano Martín de Pando. Entre los tres hacen una crónica mestiza del enfrentamiento entre españoles e indígenas y dialogan internamente con las diversas versiones de los hechos. ¿Qué dice el inca? ¿Qué dice el fraile? ¿Qué añade el escribano? ¿Repite el inca lo que otro le dijo? ¿Son sus informes de primera mano? 

Alessandra Luiselli, nacida en la Ciudad de México, egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam y doctora en Letras latinoamericanas por la Universidad de Nuevo México, actualmente enseña en la Universidad de Tulane, después de haberlo hecho en Columbia, Nueva York y en Washington. Alessandra es una gran conocedora de los temas coloniales, como lo demuestran sus dos textos sobre "Primero sueño" de Sor Juana publicados uno en 1987 y el otro en 1995, y nos entrega ahora este libro singular que la honra y honra a Difusión Cultural de la unam . Este breve volumen: Instrucción del Inca don Diego de Castro Titu Cusi Yupanqui, es un documento que conmueve, espanta e indigna en una misma respiración, ya que se trata de una dramática advertencia a los descendientes peruanos: "Permanezcan alertas ante la más poderosa arma de los hombres blancos y barbados dueños del poder: la mentira." 

Un largo lamento, un llanto, la historia de una traición, un continuo "¿por qué?", un grito de incredulidad y asombro ante la maldad y la codicia de los hombres blancos que los indígenas creyeron dioses, conforman el relato o la arenga de Titu Cusi que no cabe en sí de la indignación y de la tristeza ante el trato que recibe el pueblo indígena y sus autoridades, los españoles que ellos llaman "viracochas" porque los creen dioses. Son dioses insaciables y atroces. Nada les parece suficiente, todo se lo merecen. A cambio del buen recibimiento, la infinita cortesía, la sumisión, los desorbitados dones de oro y plata que los cubren de pies a cabeza y llenan una casa entera, los incas sólo reciben injurias y malos tratos, crueldades y desprecios. En dos palabras Titu Cusi se lamenta, incrédulo: "Yo los traté bien y ustedes me matan."

¿Es ésta la visión de los vencidos? Siempre hemos tenido más acceso a la escritura del poder que a la de la derrota. En México, gracias a Ángel María Garibay K. y a Miguel León Portilla conocemos la visión de los vencidos, pero la historia con H mayúscula, la gran historia la hacen los vencedores, como sucede ahora con Estados Unidos en Afganistán, y ésa es la que nos tragamos. Conocemos la versión de la historia de la Conquista de América desde los vencedores y muy poco sabemos de los vencidos, salvo lo que nos han dado en México Garibay y León Portilla. La "Instrucción" es un testimonio tan fiel como lo ha permitido la traducción hecha por un monje agustino, Fray Marcos García, que a su vez le dictó a un escribano, Martín de Pando. 

Si a los españoles los sorprenden los indígenas y los consideran primigenios, a los incas también los españoles los dejan azorados como asombraron a los antiguos mexicanos que no podían creer en la belleza rubia de estos dioses que venían montados sobre venados. Los conquistadores hablaban a solas con unos paños blancos (los libros) tenían pies de plata (por el brillo de sus armaduras) y empuñaban truenos y centellas. ¿Cómo no rendirse ante un espectáculo tan formidable? 

Lamentablemente no sucede en nuestra historia oral indígena lo que sucedió con los antiguos pueblos europeos, que a pesar de las luchas intestinas conservaron historias épicas, sagas nórdicas, leyendas celtas, relatos heroicos de hechizos y sortilegios, talismanes y espectros. ¿Acaso existen entre los indios quechuas del Perú relatos de antes de la conquista? Ágrafos, su testimonio es oral. Sahagún escribió que todo lo que le referían los indígenas de México se lo dieron en pinturas porque la pintura era su escritura. No hay escritura indígena salvo la de los códices. En Perú sucede lo mismo. Alessandra Luiselli aclara: "El desgarrador memorial de agravios que narra Titu Cusi es expurgado por Fray Marcos, aunque no por ello el lector deja de percibir el gran lamento que surge tras el manipulado relato. Si los rebeldes incas del Vilcabamba decidieron valerse de la desconocida escritura y narrar sus desgracias, era porque se daban cuenta que para tener acceso al mundo del poder europeo, era necesario ampararse con las propias armas de la cultura dominante, las letras."

Titu Cusi utilizaba todos los formulismos de la corte de Felipe ii; en su lenguaje aparecen las salutaciones cortesanas de la época dirigidas a Su Majestad el Rey don Felipe Nuestro Señor, Su Señoría, Muy Ilustre Persona, persona de gran valor y gran cristiandad que le ha hecho tanta merced, y demás caravanas. Resulta sorprendente que el relato avance en medio de un aluvión de reverencias obsequiosas y adulaciones floridas. Además de los términos de zalamería, a los que también recurrió Sor Juana cuando interpelaba a la virreina María Luisa, su divina Lysi, los españoles "viracochas", creadores de todas las cosas, son el principio y el fin de lo creado, los hacedores. Por eso, es indispensable doblegarse ante ellos como seguimos doblegándonos ahora ante el poder, ya que nuestra índole cortesana y salvaje persiste a través de los siglos.

¿Seguiremos siendo tan dóciles, tan dejados, tan inermes ante los acontecimientos, tan víctimas hoy como entonces?

También es curioso notar que el trato excepcional que solemos darle a los invitados que queremos halagar se remonta a la época precolombina. Todavía hoy los cubrimos de oro y plata y nuestros regalos son excesivos. 

El relato es crudo, a pesar de que ciertos pasajes fueron seguramente suprimidos o matizados por el fraile encargado de la traducción. Esto sucede siempre con la historia oral. Resulta difícil suprimir la propia personalidad. Influye la época, influyen las circunstancias, influyen los términos coloquiales. Sólo con escoger un tema y desechar otro siguiendo la inclinación natural, se ejerce la censura y se conduce el relato. Nuestra simpatía es para los vencidos y no para la astucia y el engaño de los Conquistadores que se aprovechan de tanta mansedumbre. Para los dioses blancos, el soberano inca es una presa fácil porque lo tienen fascinado. Pero hay cabida para lo inesperado dentro del desastre. Nos sobrecoge, por ejemplo, la increpación de los capitanes del inca a los españoles sobre el mal tratamiento que hacían a su rey y señor. Nos duelen la humillación, las groserías, la hipocresía, el mal trato, la prepotencia, la continua pregunta: "¿Qué os ha hecho éste hombre? ¿Así le pagáis la buena obra que os hizo en meteros a su tierra con toda paz y sosiego y con mucha honra no os envió a llamar a Cajamarca? A los mensajeros que le enviasteis, ¿no os los envió muy honrados con mucha plata y oro y con mucha gente, no fueron y vinieron en hamacas trayéndolos su gente a cuestas? En Cajamarca, ¿no tomasteis dos canastas de oro y plata que le pertenecían y más de los que os dio Atahualpa, que todo era de mi Inca, y lo que él os envió de aquí Cajamarca que fue gran cantidad de oro y plata?"

El trato al vencido nos afrenta porque, como todo derrotado, el vencido incomoda. "Nuestra gente, ¿no os sirve hasta limpiar con sus capas la suciedad de los caballos y de vuestras casas? ¿Qué más queréis? Todas cuantas veces habéis dicho �¡Da acá oro, da acá plata! ¡Da acá oro, da acá plata! ¡Junta esto, junta esto otro!"�, ¿no lo ha hecho siempre hasta daros sus mismos criados que os sirvan?"

A Bernal Díaz del Castillo le maravilló la tierra conquistada: México, y dejó el testimonio de su pasmo y su admiración. Perú no tuvo esa suerte, pero el inca Garcilaso de la Vega es considerado el primer escritor del nuevo mundo. Titu Cusi tuvo razón al atacar a los españoles, cuando comprobó su mala voluntad y su infinita capacidad para vejar a los indígenas. ¡No era posible que los envilecieran en esa forma! Mentirosos, en todo habían faltado. Hicieron creer que eran enviados del Viracocha, dioses traídos por el viento y resultó que hacían pedazos, abrasaban vivos, robaban a las mujeres y mataban a los niños. Alessandra Luiselli, quinientos años después, es capaz de llorar por los sufrimientos de los invadidos y censurar a los invasores. Centinela, resguarda del peligro a su gente y conserva su memoria. Hace un inventario de afrentas. Aunque pasó hace más de quinientos años, para Alessandra se trata de personas reales, indígenas, ancianos, sacerdotes, altos dignatarios con quienes mantiene una relación que va más allá del papel. Su sólida formación universitaria, su capacidad creadora, su propia vida, el ser madre de dos hijos, la sensibilizan al dolor de hombres y mujeres que son ahora polvo de nuestro polvo. Autora ella misma de una novela , Reina de corazones, publicada en 1987, y de una antología de cuentos hecha al alimón con Gustavo Sainz, Alessandra siente en carne propia los agravios hechos a nuestros antepasados. A las mujeres se nos suele calificar de plañideras porque, desoladas, nos solidarizamos con aquellos que conocen el infortunio, la desaparición, la soledad, el abandono, la tortura. En 1968, las más dispuestas a declarar en contra del gobierno diazordacista eran las madres de familia. Alessandra es fiel a una vocación muy antigua y muy terrenal: la del amor. ¿Con qué corazón habría de defender a sus hijos si no defendiera como universitaria y como intelectual a aquellos que apenas sobreviven y son amenazados? �
 
 

 N O V E L A 

Los mil y un sacrificios 
de la historia

Gabriela Valenzuela Navarrete

RobertoCalasso
Laruina de Kasch
Anagrama
España, 2001.

El reino de Naphta era el más rico y poderoso de su época, pero su rey tenía la vida más corta entre los monarcas: el día de su muerte no dependía de la casualidad, ni de la voluntad divina, ni mucho menos de una enfermedad; los sacerdotes se encargaban de escrutar el cielo todas las noches en busca de la desafortunada conjunción astral que les revelara que ese día el rey debía morir. Esa era la tradición en el reino, hasta que llegó a la vida del rey Akaf, un contador de historias, Far-li-mas, que, como la Sherezada de Las mil y una noches, con su discurso embriagante logra cambiar la terrible tradición y hacer que la muerte del rey sea la consecuencia de su vejez, no un designio celestial interpretado por los astrólogos. Sin embargo, la supresión del sacrificio en una nación basada en él fue lo que determinó su fin. Tal es la leyenda de la ruina de Kasch, nacida en África, que más que sólo un título, le da un centro y una razón de ser al libro de Roberto Calasso.

De la mano de un ambicioso hilo conductor, Charles Maurice de Talleyrand, político, diplomático y clérigo francés que jugó un papel relevante durante la revolución y las épocas turbulentas que le siguieron, Calasso lleva a su lector a un recorrido que parte de la ostentosa corte del Versalles de Luis xvi y María Antonieta, a la India de los Vedas, pasa por la Alemania de Goethe, la Rusia de Dostoievski, la Italia de Maquiavelo y alcanza por fin el imperio napoleónico, en un trayecto por el tiempo y los sistemas político-económicos que, de una o de otra forma, han moldeado la historia mundial de los últimos veinte siglos.

Pero La ruina de Kasch no es sólo un libro de historia contado a través de los ojos de uno de los protagonistas verdaderos. Es una ambiciosa recolección de ejemplos de gloria y decadencia, de conjunciones astrales que condenaron a los personajes a su fin, cualquiera que haya sido. ¿Y qué es la historia sino un recuento repetido de un sacrificio tras otro en aras de un propósito ensalzado, de un símbolo interpretado según sea más conveniente? Luis xvi, por ejemplo, es "el primer rey sacrificado [...] y señala el final de la soberanía real", en nombre de la naciente igualdad y democracia francesas, que todavía tendrían que recorrer un largo camino antes de consolidarse.

Por lo que hemos dicho hasta ahora, se podría pensar que el relato de Calasso es una novela histórica y, aunque en un inicio no sería descabellado considerarlo así, nada está más alejado de la realidad. Una vez que se ha llegado a la leyenda de la ruina de Kasch, el también autor de Las bodas de Cadmo y Harmonía permite que su parte ensayista tome el mando en la excursión y se adentre en temas especialmente importantes en la concepción del hombre: el sacrificio, el rito y el ritual, el símbolo, el ciclo, la repetición y la sustitución. Así, al igual que nos vemos sumergidos en el remolino del Reinado del Terror o de la Restauración, Calasso nos presenta y reúne con historias y símbolos mucho más familiares: el sacrificio secular tiene ahora por víctima al hombre asilvestrado de Brueghel, al albatros de Coleridge, a la ballena blanca Moby Dick de Melville o a la sensual Juliette del Marqués de Sade.

Cuestión de superstición o de necesidad, el símbolo y el sacrificio siempre han sido temas constantes en el pensamiento humano. Incluso hoy, con un significado menos sangriento, no es difícil escuchar a los gobernantes o a los medios hablar de "sacrificios" necesarios para la salud financiera de una nación. Roberto Calasso, inconsciente o conscientemente, penetra con su libro más allá de la historia del siglo xix; llega a los orígenes mismos de la concepción del ser humano y de las disciplinas que mejor recogen sus obras: la literatura y la historia. Una frase resume bien la esencia de este ambicioso libro: "El sacrificio: repetir lo irrepetible." La historia y la literatura son los únicos testigos del sacrificio, del "más sucio de los ritos". La tarea del historiador, explica el autor, consiste en construir y saquear la memoria de los demás; narrar, por otra parte, "es un ir adelante y volverse atrás [...] La ruina de Kasch es el origen de la literatura" �


FICHERO
LOS LIBROS QUE LLEGAN A NUESTRA REDACCION

 artes plásticas
Poética de la estampa, Miguel Carmona, Cuadernos del Exconvento 5, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/Secretaría de Difusión Cultural y Extensión Universitaria/Ex convento de Tiripetío, México, 2001, 42 pp.

educación
La UNAM su estructura, sus aportes, su crisis, su futuro, José Blanco (coordinador), Col. Biblioteca mexicana, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología/Fondo de Cultura Económica, México, 2001, 525 pp.

ensayo
Viaje al fondo del fuego. Dos visiones del satanismo, Bernardo Marcellín, Col. Literatura, Linajes Editores, México, 2001, 78 pp.

ensayo (literario)
El lector de... Ernest Hemingway, Arturo Marcelo Pascual, Editorial Océano, España, 2001, 155 pp.

ensayo (político)
El gran teatro de la política, Rafael Segovia, Ediciones Cal y Arena, México, 2001, 466 pp.
Política y poder en la posrevolución mexicana. Cardenismo, indigenismo, neocardenismo y neozapatismo en el bonapartismo y en el neoliberalismo mexicanos, Miguel Ángel Adame Cerón, Editorial Ítaca, México, 2001, 165 pp.

filosofía
Luto y autobiografía de San Agustín a Heidegger, Maurizio Ferraris, traducción de Tomás Serrano, Col. La huella del otro, Editorial Taurus, México, 2001, 213 pp.

narrativa
Del valor del miedo, Pedro Antonio Molina, Fondo Editorial Tierra Adentro 226, Conaculta, México, 2001, 133 pp.
Harry Potter y el cáliz de fuego, J.K. Rowling, traducción de Adolfo Muñoz García y Nieves Martín Azofra, Ediciones Salamandra, Barcelona, 2000, 635 pp.
Harry Potter y la cámara secreta, J. K. Rowling, traducción de Adolfo Muñoz García y Nieves Martín Azofra, Ediciones Salamandra, Barcelona, 2000, 286 pp.
Harry Potter y la piedra filosofal, J. K. Rowling, traducción de Alicia Dellepiane, Ediciones Salamandra, Barcelona, 2000, 254 pp.
Harry Potter y el prisionero de Azkaban, J. K. Rowling, traducción de Adolfo Muñoz García y Nieves Martín Azofra, Ediciones Salamandra, Barcelona,
2000, 359 pp.
Soldados de Salamina, Javier Cercas, Col. Andanzas, Tusquets Editores, México, 2001, 209 pp.
Trajinar de un muerto, Susana Pagano, Col. El día siguiente, Editorial Océano, México, 2001, 166 pp.

poesía
Cantares de Dzitbalché, traducción, prólogo y notas de Alfredo Barrera Vásquez, (edición bilingüe), Acrono Producciones, México, 70 pp.
Senos, sones y otros huapanguitos, Rogelio Guedea, Fondo Editorial Tierra Adentro 227, Conaculta/H. Ayuntamiento de Colima, México, 2001, 98 pp.

revistas
Casa del Tiempo, núm. 35-36, diciembre de 2001-enero de 2002, vol. iii, época iii, textos de José Luis Cisneros, Rafael Montesinos, Griselda Martínez, entre otros, uam, México, 112 pp.
Dos Filos, núm. 84, septiembre-octubre de 2001, textos de Arturo González Martínez, Salvador Castañeda, Jesús de León, entre otros, Dos Filos Editores,
México, 44 pp.
La Tempestad, núm. 21, noviembre-diciembre de 2001, año 4, textos de Sergio González Chico, Benjamín Valdivia, Pedro Garfías, Editorial Imágenes y Movimiento, sa de cv, México, 64 pp.
Los Universitarios, núm. 15, diciembre de 2001, textos de Mónica Lavín, Myriam Moscona, Gabriel Zaid, entre otros, unam, México, 64 pp.
Luna Zeta, núm. 8, agosto-noviembre de 2001, textos de Dunia Calderón, Judith Romero Ramírez, Pablo Gaytán, Centro de Investigación y Comunicación ceinco- Luna Zeta, ac, México, 40 pp.
Origina, edición especial clásicos, año 9, textos de Yolanda de la Torre, Martín Cristal, Gerardo de la Cruz, entre otros, Gilardi Editores, México, 80 pp.
Reencuentro, núm. 31, septiembre de 2001, Serie Cuadernos, textos de Adolfo Sánchez Vázquez, Alejandro Martínez Jiménez, Ma. de la Luz Torres Hernández, uam, México, 85 pp.
Textos, núm. 5, abril-junio de 2001, textos de Jorge Medina Marcano, Carmen L. Torres-Robles, Jorge Gastélum, entre otros, Suntuas Académicos, México, 124 pp.
Un Mundo que Ganar, núm. 27, 2001, exclusiva: entrevista a Líder de la Revolución de Nepal, A World To Win, México, 88 pp.

P O E S Í A 

Asterisco de luz y sombras

Víctor García Vázquez


 

Jair Cortés Montes,
Dispersario (1995-1999),
Instituto Tlaxcalteca de Cultura/Universidad Iberoamericana /Editorial Lunarena,
México, 2001.

Jair Cortés Montes (1977) es uno de los poetas más productivos y comprometidos de la generación de los años setenta. Desde su primera publicación, Poesía en cuarto menguante (1996), inició una incesante búsqueda que desemboca en el descubrimiento de su primer camino importante, el poemario A la luz de la sangre publicado en 1999. Con este libro el poeta tlaxcalteca ofrece a la poesía joven de México una de las obras más intensamente emotivas, por su temática centrada en el amor fraterno y filial, quizá uno de los temas menos tratados por los poetas incipientes. El poeta se convierte en poderosa rama y desde ahí invoca sus raíces; su escritura destila una savia emocional y espiritual que pasa del dulce reconocimiento a la amargura del reclamo: tiembla el árbol genealógico a la luz de la sangre. En estos poemas se reconoce ya el dominio del oficio poético: una respiración controlada, un verso depurado, un ritmo que es reflejo de la tensión discursiva. Un libro redondo cuya principal virtud es tener cada una de sus partes en su lugar. 

El retrato de la familia es convertido en himno, dominado más por lo emocional que por la razón; porque la sangre se exalta o se duele, los mecanismos de la lógica y el raciocinio no pueden controlarla.

Confirmada su vocación de ángel terrible, Jair continúa su búsqueda hacia otros senderos. Hasta ahora sus dos últimas estaciones realizadas en el largo camino del verbo son Dispersario (1995-1999) y Nubes despiertas.

Dispersario es el libro ganador del Premio de Poesía "Dolores Castro 1999", otorgado por el Instituto Tlaxcalteca de la Cultura. Como el mismo título lo indica, el libro no pretende alcanzar la unidad, no confluye en una imagen única, sino que todos y cada uno de los poemas se ramifican en deltas irreconciliables. De lo personal a lo universal, de la duda a la reflexión existencial, del pavor al tiempo a la aceptación de la finitud, de la inefabilidad de la muerte a la reconciliación con Dios, Dispersario es un asterisco de luz que alumbra en disímiles terrenos, pero en todos ellos prevalece la duda, a veces como angustia, a veces como aceptación, pero nunca como arrepentimiento.

El libro está dividido, y no conformado, en seis secciones: "Piedras de mi tumba", "La creación de lo que destruye", "Fragmentario", "Fósiles", "El pasado, las formas errantes, las manos en el cuello" y "Otra vida y otra voz". Desde el inicio, el sujeto lírico reconoce su condición de duda. Revela, sin rebelarse, lo incógnito de su ser. Si Keats dijo ser el espía de Dios, Jair dice: "Soy una palabra mal escrita,/ el oído detrás de la puerta,/ corazón enfermo."

Otra vez el poeta es un espía, pero ya no de lo supremo sino de lo transitorio. Es una sombra de su sombra, alguien que a sí mismo se persigue sin poder alcanzarse; sólo sabe reconocer su aridez, su condición de semilla que nunca ha florecido. Ante eso, su única actividad se reduce a observar los días que pasan sepultados por una sola tormenta.

En "La creación de lo que destruye" el poeta devela la ferocidad indomable: el amor. El objeto del deseo, la amada, aparece como un presentimiento, como una posibilidad de la culpa. Su ausencia provoca lo que su presencia ignora. El poeta nos remite al origen del origen, el principio en donde la división se da como requisito de la unión, donde la flor de la vida abre sus pétalos y enseña la fragancia de la muerte. Porque "despertar es el primer grito", la primera amargura. "La creación de lo que destruye" es el lugar del encuentro y la despedida; aquí se está tan cerca del amor como de la muerte, tan cerca del abandono como de la entrega sin renuncia.

La parte medular del libro, la más elaborada y contundente, se da en "Fragmentario" y "Fósiles". En la primera sigue permaneciendo la angustia, pero la duda se convierte en inquietud filosófica: los poemas se centran en la reflexión sobre el tiempo, el lenguaje, la vida, el hombre, la nada, Dios, la levedad de la existencia: pero todo está cubierto por la sombra de la zozobra:

No pude dejar de estar en la duda,
todo fue una caída de costillas,
una pérdida,
una máscara menos en el rostro,
una gota
en la fría charca de los días.
El poeta advierte que sentirnos vivos es una vana presunción; una filosofía muy acorde con la de nuestros sabios antiguos: todos nos iremos borrando como una pintura. La búsqueda de la verdad, la petulancia de lo absoluto, es una vanidad dolorosa; por eso Jair pregunta: ¿Quién cree en la verdad?

En "Fósiles" choca la condición estática del tiempo con las ansias de la libertad. De nuevo los cuestionamientos nos llevan a persuadirnos de nuestra insignificancia. Pero en el instante de este re-cocimiento, una luz se filtra por los párpados �la caverna, nuestra única salida� y nacen las ansias por ser aves y tener alas. Porque "¿Qué son las alas y para qué sirven?" sino para alcanzar la libertad de la conciencia, para liberar la fragilidad de nuestro ser del duro peso del tiempo. Aunque, a final de cuentas, el poeta termina advirtiéndole al hombre su irremediable intrascendencia, su condición de fósil; y por más que anhelemos las alas, la libertad duerme en la cuna de la nostalgia.

Por último, en "Otra vida y otra voz", el poeta parece señalarnos un cambio importante, tanto en su vida espiritual como en su oficio poético. El sujeto lírico de estos poemas proclama la ausencia de las cosas. "El mundo es la página en blanco", nos dice, y los lectores reconocemos que en realidad sólo está poblado por conceptos elementales: la poesía, la muerte, Dios y la otra vida que comienza.

Leer la poesía de Jair Cortés Montes significa una grata experiencia que nos lleva a reflexionar no sólo sobre la literatura contemporánea, sino sobre la espiritualidad de nuestros días. La poesía debe ser una actividad para, de alguna forma, despertar nuestra conciencia, para lavar nuestra alma contaminada por la actual forma de vida: Jair Cortés Montes logra eso y más �