Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 30 de diciembre de 2001
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Cultura
05an1cul Ť Por el espacio para conciertos de CU ha pasado lo mejor de la cultura sonora

Cumple la sala Nezahualcóyotl 25 años

Ť Ninguna actividad para recordar la fecha; el homenaje, en la memoria de los melómanos

PABLO ESPINOSA

La mejor sala de placer de América Latina, la sala de conciertos Nezahualcóyotl, cumple hoy, exactamente a las 19 horas, 25 años.

Entre sus muros, forrados por fuera de granito, concreto colado y tiempo, y por la parte posterior de su epidermis añejados en su envoltura interior de madera, ha ocurrido mucho de lo mejor que tiene México en cultura sonora.

salanezaLos flashes en retrospectiva acuden en el gozo vivido en sus butacas: la de la primera fila, del lado izquierdo por ejemplo, impulsando por los aires a su morador durante el telurismo tremebundo de los momentos más sexuales de La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky, que está sonando ?ahora en la memoria sensible, en la realidad la noche del 11 de mayo de 1982 con la Filarmónica de Israel? mientras Leonard Bernstein brinca también, salta por los cielos entre el podio y los plafones acústicos blandiendo una batuta prodigiosa. Suda, sonríe, saluda, exulta. Es la felicidad que dura.

Cerrar los ojos, abrir los oídos: es el atardecer del domingo 27 de noviembre de 1977: un hombre de birrete árabe, barba a lo Thelonious Monk, rostro flotando en éxtasis, acaricia a una mujer que ha tomado la forma de un violonchelo.

Los glissandi, las pulsiones, las arcadas, un gemir de ciervo enamorado en pleno coito metafísico. Es Ron Carter con su quinteto de jazz y su bass piccolo, instrumento de su invención. Repiten una ceremonia iniciática cuyo epicentro es el Greenwich Village: si Ron Carter está en el bass piccolo es porque Kenny Barron está en el piano, Buster Williams en el bajo y Ben Riley en la batería. Jazzología, de acuerdo con la ciencia deductiva en que nos educó Cortázar.

En los años del esplendor de La Neza, como es conocida familiarmente por la melomanía, ocurrieron experiencias de por vida: en persona, haciendo su magia sonora en el escenario, los mismísimos dioses del Olimpo de la cultura jazz: Charles Mingus, Bill Evans, Paquito D'Rivera, Paul McCandless, Keith Jarrett, Markus Stockhausen, Irakere, Cecil Taylor, Lionel Hampton, Tomasz Stanko, Reiner Brunninghaus, et al.

Todos los géneros de la solfa han tomado por hogar la sala Neza. De sus características técnicas, su historia vivida desde una butaca y en sus camerinos el autor de esta nota celebratoria realizó un reportaje de más de 500 cuartillas que la Dirección de Actividades Musicales de la máxima casa de estudios publicó en forma de libro: Una vida de conciertos (Difusión Cultural, UNAM, 1996). Es una historia, empero, que se escribe con los días.

Esta noche por ejemplo no está programado ningún concierto a las 19 horas. El aniversario ocurre en la memoria. En la sala vacía, en penumbras, tomará forma entonces la frase de Goethe: Licht, mehr Licht! Ocurrirá un ligero aumento de luz en cuanto se activen las partículas ?apenas perceptibles para la melomanía, es decir, para el amor por la música? de la energía de signo positivo que se ha acumulado en su vientre durante cinco lustros, porque en ella se han formado nuevas y muchas generaciones de amantes de la belleza y el placer.

Su construcción se inició en 1975, merced también al amor: siendo insuficiente ya el espacio del Auditorio Che Guevara, donde los viernes por la noche nos apiñábamos a los pies de Eduardo Mata (1942-1994), pues a falta de más lugares nos sentábamos junto al podio desde donde dirigía a la Filarmónica de la Universidad, decidió nuestro maestro convencer al rector Barros Sierra de construir una sala digna de ese amor.

En el modelo de la sala sede de la Filarmónica de Berlín y tomando referentes exactos como el Concertgebouw de Amsterdam, el maestro Eduardo Mata puso así la primera piedra metafísica.

La memoria quiere para esta noche, a partir de las 19 horas, algunos de los amores de Mata sonando desde su batuta al frente de la Ofunam, su orquesta: Bach, la versión orquestal de Oh, Jesús, alegría de los hombres, una página del Album de Ana Magdalena Bach y el Tercer concierto de Brandeburgo para abrir boca. Enseguida, Mozart el más amado, con Eduardo Mata al piano, Concierto veintiuno, con un encore: el adagio sonando en respiración de clepsidras, tan lento como la versión última de Glen Gould al aria inicial de las Variaciones Goldberg. Y en la segunda parte, la Tercera sinfonía de Gustav Mahler, con otro bis: el pasaje central de un monumento sónico: el episodio nietzcheano y flameante que Mahler tituló así: "Lo que el amor me dice".

Ha comenzado el concierto.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año

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