Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 23 de diciembre de 2001
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Mundo
028a1mun Timothy Garton Ash *

¿Contra qué lucha Europa?

Lças identidades se definen no sólo por aquello que apoyamos o defendemos, sino sobre todo por lo que rechazamos o por lo que creemos que está contra nosotros. Con frecuencia se trata de un enemigo declarado, pero también puede ser un acérrimo rival, el otro equipo, por así decirlo. En la jerga de los estudios de identidad se le llama el Otro. La pregunta más importante que se plantea en Europa al continuar la "guerra contra el terrorismo" es: ¿quién o qué es el Otro de Europa?

Durante la guerra fría, la respuesta era simple. El Otro de Europa era la amenaza del "este" comunista. Había otros Otros: el sanguinario pasado europeo era una especie de Otro histórico, y Estados Unidos era un rival muy importante de los gaullistas de todos los países. Pero el "este" era el principal.

Desde el fin de la guerra fría Europa ha sido un continente en busca del Otro. En la década pasada, gran parte de la izquierda europea vio al Otro en Estados Unidos. Europa se definía como lo que no era Estados Unidos: preservaría un modelo diferente, más "social", de capitalismo democrático en una era de globalización; sería un contrapeso a la cruda e insolente superpotencia, con su desacertada política en Medio Oriente, su lamentable historial de ayuda al Tercer Mundo y su tendencia general a hacer sentir su peso en todas partes.

No se puede decir que esta visión simplemente haya desaparecido después del 11 de septiembre. De hecho, ha habido muchas críticas a Estados Unidos durante la guerra, y muchos europeos consideran que el 11 de septiembre ilustra la necesidad de un enfoque multilateral, más elaborado, hacia un mundo complejo y turbulento. Con todo, resulta difícil tomar una postura contraria a Estados Unidos en momentos en que ese país y Europa parecen ser objeto de un ataque como partes de una civilización materialista y decadente, llámese occidental, cristiana o poscristiana.

En ese ataque, Osama Bin Laden arrojó sobre Europa el prospecto de un nuevo Otro, al mismo tiempo muy reciente y el más antiguo de todos. Y es que Europa se definió en sus orígenes como una entidad consciente del conflicto con el mundo islámico. El primer uso político del término proviene de los siglos VIII y IX, cuando los seguidores del Profeta ?los "infieles", según la terminología cristiana? arremetieron por la fuerza de las armas, ligados a una fe que hoy llamaríamos fanática, contra las entrañas europeas. Europa comienza su historia como concepto político en los siglos XIV y XV, primero como sinónimo y después como sustituto de la noción de cristiandad que tenían los cruzados, y una vez más el Otro era, con toda claridad, el mundo árabe-islámico.

Existe una tentación real de revivir ese antiguo espectro europeo. Un gobernante europeo ha sucumbido a ella en forma espectacular: el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, declaró a los periodistas que deberíamos tener confianza en la superioridad de nuestra cultura. "Occidente", expresó, "dada la superioridad de sus valores, está destinado a occidentalizar y conquistar naciones. Lo hizo con el mundo comunista y con parte del mundo islámico, pero por desgracia parte del mundo islámico tiene un retraso de mil 400 años." Berlusconi hizo tales comentarios después de un desayuno con Vladimir Putin. En un ensayo volcánico, la periodista Oriana Fallaci añadió: "Debemos admitirlo: nuestras iglesias y catedrales son más hermosas que sus mezquitas", y describió la inmigración árabe a Italia como "una invasión secreta". ¿Será un accidente que estas dos voces vengan de Roma, el centro de la cristiandad occidental?

Sin embargo, no se trata sólo de la cristiandad occidental. La notable respuesta estratégica del presidente Putin a los ataques del 11 de septiembre, poniéndose de inmediato y de buena gana al lado de Europa y Occidente, tuvo como justificación ideológica la afirmación implícita de que el mundo del cristianismo oriental, u ortodoxo, está a la vanguardia en la lucha contra la barbarie islámica y "asiática" (representada, a los ojos de Putin, por los "terroristas" chechenos y afganos).

Por supuesto, la mayoría de los líderes e intelectuales europeos rechazan esta polémica (re)construcción de nuestra identidad. Incluso si algunos alegatos de superioridad intelectual fueran justificados -y el historial de barbarie europea en el siglo XX debería hacernos humildes en este aspecto-, sería una locura que Europa abrazara semejante retórica. Ya Occidente entero está en riesgo de segregar a los musulmanes por todo el mundo, en lo que George Bush con tan poco juicio llamó nuestra "cruzada".

Tal actitud sería particularmente peligrosa para Europa, que se extiende apenas a unos kilómetros al norte y al occidente de un mundo islámico y árabe tan diverso, frustrado y en muchas partes empobrecido, en lo que los europeos solían llamar el Cercano Oriente, en Africa del norte, el Cáucaso y Asia central. Sobre todo, sería suicida para un continente en el que ya viven 20 millones de musulmanes.

Si bien Londres y otras ciudades inglesas tienen cierta proporción de radicales islámicos, la mayoría de los musulmanes británicos se hallan razonablemente cómodos en la sociedad británica. Es importante que los ayudemos a que esa situación mejore aún más. Las comunidades turcas en Alemania están menos bien integradas: un importante político alemán afirmó que en su país hay más maestros islámicos extremistas que en Turquía.

Y hace unas semanas, en un barrio de clase obrera de Madrid, charlé con un inmigrante indocumentado de 23 años llamado Yacine, proveniente de Marruecos. Llegó a Madrid escondido en un autobús; no cuenta con documentos para conseguir trabajo, así que roba para ganarse la vida. ¿Cree Yacine que la respuesta occidental al 11 de septiembre va dirigida contra el Islam? "Sí, es un ataque al Islam", sostiene. Muchos de sus parientes, añade, "creen que los judíos tomarán parte en el ataque, y también yo lo creo."

Los musulmanes de Europa no van a tranquilizarse sólo porque el presidente Bush o Tony Blair sentencien, como improvisados eruditos en el Corán, que el mensaje de Osama Bin Laden es una perversión del Islam. Como ha señalado el escritor francés Olivier Roy, necesitamos reflexionar más a fondo en lo que significa hablar de musulmanes europeos o de un "Islam europeo". La sola idea es un desafío a conceptos hondamente arraigados según los cuales Europa es la poscristiandad, subyacentes en la elevada retórica de la unificación europea. Por lo tanto, deberíamos desear que este Otro nuevo y antiguo a la vez volviera a ser guardado en su caja y que la tapa se cerrara con firmeza, aunque no faltarán musulmanes que sospechen que Berlusconi no hacía sino decir lo que los europeos piensan en realidad.

Entre tanto, el Otro ruso se ha ido en gran parte, sobre todo si Putin continúa con su política pro occidental. El Otro estadunidense sigue siendo un candidato, pero parece un tanto fuera de lugar en el mundo posterior al 11 de septiembre. En última instancia, jamás llenará el perfil, porque de hecho no se trata de dos civilizaciones separadas, sino de una sola, si bien contiene un amplio espectro de modelos sociales, económicos y políticos que abarcan desde la derecha estadunidense hasta la izquierda francesa. Y no hay otro Otro a la vista.

Así pues, la tarea de quienes creen, como yo, en un proyecto llamado Europa es construir una identidad europea fuerte y positiva, que vincule emocionalmente a la gente con un conjunto de instituciones sin necesidad de un Otro claro y presente. La "guerra contra el terrorismo" clarifica esta tarea, pero también la complica. Por ahora debo concluir que nos encontramos en otro momento de definición en el que Europa, una vez más, se niega a ser definida.
 
 

* El autor es miembro del Colegio de San Antonio en Oxford. Una versión más larga del presente artículo aparece en el número más reciente de la New York Review of Books.
 
 

Traducción: Jorge Anaya

© The Independent

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