Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 23 de diciembre de 2001
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Política
017a1pol Guillermo Almeyra

Las dos Argentinas

Lo previsible sucedió y lo sorprendente es que haya tardado tanto. Ahora lo que hay que analizar es el nuevo escenario y, desde el punto de vista popular, cómo aprovechar el éxito obtenido al derribar al gobierno del hambre y del FMI. No hay que esperar peras del olmo peronista. Cavallo fue ministro de la dictadura militar, del peronismo menemista y de De la Rúa, o sea de todas las variantes del neoliberalismo: tres versiones y un solo dios verdadero, el capital financiero internacional, al cual servía y al cual pertenecen los que en Argentina conforman la "patria financiera" en estrecha alianza con los financieros internacionales.

Los peronistas, obviamente, no podrán hacer lo mismo que el dúo defenestrado por la fuerza popular. Quizás encaren entonces una moratoria más o menos larga en el pago de la deuda externa, unida a una transformación de las deudas en dólares a deudas en pesos, para preparar así una devaluación importante de la moneda nacional que pueda dar alguna competitividad a los productos argentinos. Pero no tocarán ni las delictuosas privatizaciones que ellos mismos hicieron con Menem, ni el poder del capital financiero, al cual Cavallo acaba de regalar la reducción de las deudas bancarias en casi 70 por ciento, ni la legislación antilaboral y represiva que aprobaron.

Además, el FMI intenta destrozar al país para destruir el Mercosur y llevar así al electorado brasileño, que está en plena campaña presidencial, a buscar un hombre fuerte en la derecha, de modo de hacer pasar sin problemas el ALCA y de convertir a Brasil en una arma de presión contra el gobierno de Venezuela. Retorcerá por consiguiente el cuchillo en la herida.

Y un gobierno transitorio y sin popularidad no obtendrá de él ni siquiera lo que mendigaban los lacayos ahora fugitivos. Las medias medidas, los paños tibios, nada resolverán. Además, la devaluación por sí sola significará un nuevo y terrible impuesto a los pobres y un impulso a la inflación, y permitirá a los especuladores comprar por nada, con los dólares que se llevaron al exterior, lo que queda de interesante en el país desvalijado.

La presión de una eventual moratoria en el pago de la deuda externa, por otra parte, hará huir de los demás países "emergentes" a los tan ansiados inversionistas, de modo que Brasil, México, Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia, sufrirán los efectos combinados de la crisis argentina y de la falta de inversiones extranjeras.

En la sociedad argentina se ha producido un cambio fundamental. Mientras los partidos y los dirigentes políticos tradicionales están desprestigiados (como lo demostraron en las últimas elecciones los votos en blanco y las abstenciones, o los votos de protesta por ARI y por la izquierda dispersa), la gente ha salido espontáneamente a derribar al gobierno. Es cierto que muchos han pescado en el río revuelto, aprovechando parte de las pobladas, pero eso no quita nada al hecho de que población, por encima de los partidos, ha tratado de tomar la situación en sus manos.

La consulta del Frente Nacional contra la Pobreza, realizada sin medios y sin apoyos de prensa, logró 2 millones 700 mil votos, más que los de los peronistas en las últimas elecciones, lo que prueba que, antes mismo de la rebelión, clasemedieros y trabajadores de todas las ideologías ya buscaban proponer medidas sociales. El creciente apoyo de los piqueteros y la extensión enorme del sistema de trueque muestran también que la solidaridad, ese sentimiento tan fuerte en el auge del movimiento obrero peronista desde los cuarenta hasta los setenta, tiene fuertes raíces.

La sociedad argentina no sufre sólo desesperanza, racismo, delincuencia, como creen algunos blasés, que convierten su impotencia en asco por el pueblo. ¿Qué podría hacer ahora esa otra Argentina, para reorganizarse y encontrar una dirección y un programa alternativos? En primer lugar, como plantea la Central de los Trabajadores de Argentina, declarar ilegítima y nula la deuda externa, cuyos servicios representan más de la mitad del PIB argentino. La pequeña parte legítima de dicha deuda sería definida por los tribunales y pagada en bonos nacionales a 25 años, con módico interés. El dinero así ahorrado serviría para decretar el aumento de salarios, jubilaciones y pensiones, y para fomentar la creación de empleos y la renovación tecnológica, además de estimular la educación y la investigación y el desarrollo de tecnología.

Eso, junto con la nacionalización de la banca y de las empresas vitales -como el petróleo, la electricidad, las comunicaciones-, pagando también en bonos, permitiría reanimar la economía, con el control popular para impedir la corrupción. Un fuerte control de cambios debería impedir la exportación ilícita de capitales. Y un sistema de trueque y compensación, a escala internacional, podría permitir mantener el comercio con los países vecinos y con otros como China, Rusia o Cuba, necesitados de mercados. Sobre esto seguiremos.

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