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Ť Un posible itinerario, libro del artista
que recorre de la imagen a la palabra
A la hora de pintar siempre trato de buscar el asombro,
asegura Rafael Cauduro
Ť Incluye 180 obras que reflejan 21 años ininterrumpidos
de su quehacer plástico
CESAR GÜEMES
Dueño de la técnica, poeta a su pesar, poseedor
nato de un pulso fotográfico y de un sentido del humor que se aplica
a sí mismo con rigor, Rafael Cauduro cambió para siempre
con su obra el modo de ver la pintura en México en la última
tercera parte del siglo XX. Y continúa con ello en lo que avanza
el XXI, como se aprecia ahora que da a conocer su libro Un posible itinerario,
realizado con su editor, Manelick de Parra, que fue presentado este miércoles
en el Centro Nacional de las Artes.
El volumen ?coeditado por Grupo Editorial Vid-INBA? incluye
180 obras que reflejan el trabajo de Cauduro durante 21 años ininterrumpidos.
?Tu obra cambia por sí misma debido a los materiales
con que la produces. Si la fijas en un catálogo o en un libro, como
es el caso, se aprecia distinta al paso de muy poco tiempo.
?Los cambios, vistos de manera aislada, son muy dramáticos,
es verdad. Aunque pienso que el puente temporal donde están los
cambios intermedios matiza esas variaciones.
?¿Tienes la perspectiva técnica de cómo
van a cambiar, por ejemplo, los colores de algún cuadro, o todo
es sorpresa?
?No sé lo que va a pasar, ni siquiera lo sospecho.
De tener una idea clara de las variaciones que va a tener la obra de aquí
a diez años, empezaría de una vez a pintar así. De
modo que la pintura es un poco efecto de la parte inconsciente con que
contamos: ahí se da lo más importante. Por eso no sé
lo que pasará con la obra y ahí se genera la gran satisfacción
de asombrarme ante el propio trabajo.
?¿Te reconoces en los cambios que les ocurren a
tus cuadros?
?Fíjate que habría que salir un poco de
mí mismo y observar las obras como lo hace cualquier persona. Luego,
supongo que sí me reconozco. Lo que no hago es mantener una identidad.
Confío en que si hago un cuadro parecerá como mío,
aunque si se nota o no es algo que no me importa en lo más mínimo.
A la hora en que estoy pintando lo que trato de hacer es buscar ese asombro
del que platico, gozar todo lo que pueda en el proceso y divertirme. Eso
es lo que me mantiene tantas horas en el estudio.
?Hasta hace un tiempo pudo pensarse que tu obra era narrativa,
pero ahora creo que se acerca más a la poesía, a la metáfora.
¿Estarías de acuerdo?
?Eso me es difícil de responder, porque si bien
me encanta la poesía como género, también me gusta
lo mismo la narración. El poder del poeta de reunir en una frase
todo un concepto es prodigioso y por eso no sé si caer en la vanidad
de aceptar que me he convertido en un poeta pictórico.
?Ya que los cuadros tienen vida y movimiento por su lado,
es claro, relacionado con esto que dices, que no pintas para satisfacer
el ego.
?En todo caso, para satisfacer mi pasión y divertirme.
Claro, en algunas ocasiones en vez de diversión hay más bien
sufrimiento por muy distintas razones, sobre todo técnicas. Uno
se dedica a la pintura para gozarla, con todas las calamidades que hay
en cualquier alegría. Divertirse no está exento de dolor,
sacrificio o pena. Después, el saldo es favorable.
El raro placer de destruir lo hecho
?A estas alturas, ¿te dice algo la palabra virtuosismo?
?A veces hago un enorme esfuerzo al controlar el proceso
pictórico y ejercer la precisión, pero al poco tiempo, en
un efecto de revancha, me dedico a destruir la obra en el sentido más
material posible. Hay una especie de raro placer en destruir parte de aquello
que uno hizo con tanto esfuerzo. Es una forma muy peculiar de trabajar,
pero así ha sido desde hace muchos años.
?Tu labor es constante en número e incluso en el
tamaño de los formatos empleados. ¿Cómo es un día
usual para conseguir toda esta producción?
?A las 8 de la mañana, luego de despertar, pienso
en la posibilidad de acercarme al estudio. A veces me impone un poco la
entrada al área de trabajo, dependiendo del miedo que le tenga a
la obra. Pero a partir de que empiezo me sigo de corrido hasta las tres
de la tarde, salvo un pequeño receso en el cual leo el periódico
y me siento en el trono. El lugar donde leo al menos la primera parte.
Así que la información es estrictamente proporcional a mi
estreñimiento. Esa es la única interrupción que tengo
hasta antes de comer, hacer una breve siesta y retomo el trabajo a la cinco
de la tarde y de ahí hasta las nueve de la noche. Ese es un día
usual, aunque hay veces que por otras actividades debo suprimir todo el
trabajo de la tarde. El de la mañana jamás lo cancelo, pase
lo que pase.
?¿No te das vacaciones?
?Eventualmente, sí. Cuando el periodo de descanso
es muy largo ?en una ocasión fue de cuatro meses? el precio que
pagué fue alto: romper la continuidad, y por primera vez sentí
el pánico ante el lienzo en blanco. Era muy penoso el hecho de darme
cuenta de que no se me ocurrían ideas gráficas y lo que me
restaba era ejercitarme sin una idea concreta.
?El título del libro, Un posible itinerario,
sugiere desde luego más una interrogante que una afirmación.
¿Hubo otros itinerarios posibles?
?No quisimos hacer algo que pareciera definitivo. El libro
privilegia las imágenes sobre los textos, que finalmente son declaraciones
mías elegidas por Manelick de la Parra. Así que está
hecho decididamente para ser visto y no para ser leído. Ese sería
el itinerario: de la imagen a la palabra. Espero que no haya muchos chayotazos
hacia mi propia obra.
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