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Ť Cada vez "más sanguinarios", los homicidios circunstanciales: fiscal Guillermo Zayas
Este año, 50 muertos por ajuste de cuentas en el DF
Ť No es posible hablar de "violencia desbordada" en la ciudad por estos hechos, señala
ANGEL BOLAÑOS SANCHEZ
Los ajustes de cuentas del crimen organizado dejaron un saldo de casi 50 muertos en la ciudad de México durante los últimos 12 meses, cifra que representa apenas 0.6 por ciento de los homicidios dolosos, según datos de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.
Así, la mayoría de los 803 crímenes reportados por la dependencia están relacionados con otros delitos comunes, son homicidios circunstanciales que ocurren durante la comisión o tentativa de otros delitos: robos de vehículo, a transeúnte, a casa habitación, a comercio, por lesiones en riñas, entre otros.
La distinción, refiere Guillermo Zayas González, titular de la Fiscalía Central para la Investigación de Homicidios de la PGJDF, es que los crímenes dolosos ocurren en un contexto diferente: "el ajusticiamiento es entre las bandas exclusivamente, con la gente no se meten, no tocan al ciudadano común".
Sin embargo, advirtió que los homicidios circunstanciales "son cada vez más sanguinarios, más violentos, más fáciles, por la pérdida de valores, la pérdida de la unidad familiar, por el consumo de drogas".
Con un total de 803 muertes dolosas este año, las estadísticas de la PGJDF muestran un incremento de 8 por ciento en el número de homicidios, en comparación con el año anterior; un promedio de 2.2 crímenes al día.
Un estudio del Banco Mundial publicado este año con el título Crimen y violencia en América Latina señala que la tasa de homicidios en el DF es de 19.6 por cada cien mil habitantes, mientras que en países como Brasil es de 52.8 en Río de Janeiro; 55.8 en Sao Paulo; 76.5 en Belford Roxo, y 146.1 en Diadema; mientras que en ciudades de Colombia la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes es de 112 en Cali y 248 en Medellín.
En el DF, a lo largo del año, la dependencia ha encontrado cuerpos envueltos en cobijas con manos y pies atados; personas arrojadas a la vía pública desde vehículos en marcha; otros abandonados en el interior de vehículos, incluso dentro de las cajuelas, y hasta cuerpos descuartizados, en algunos casos con señas de tortura.
Hubo temporadas, recuerda Zayas, en que las mafias convirtieron a la ciudad en un "tiradero" de cadáveres, pues muchas personas que se presume fueron ejecutadas fuera de la ciudad aparecieron en territorio capitalino, algunos encajuelados en autos con matrículas de otros estados de la República. Así por ejemplo, en los primeros meses de febrero en un día llegaron a registrarse siete homicidios (el 6 de febrero: tres ejecuciones, dos al resistirse al asalto y dos más que habían sido secuestrados).
Las ejecuciones, refiere por su parte el comandante en jefe de la Policía Judicial adscrita a la Fiscalía de Homicidios, José Telésforo Tuxpan, son los homicidios más difíciles de investigar, pues "el crimen organizado se da el lujo de llevar los crímenes a la logística. Lo planean bien, con todas las agravantes: premeditación, alevosía, ventaja y traición". Dejan el menor indicio posible, "hemos encontrado gente sin identificación e incluso sin huellas dactilares".
Ambos funcionarios coinciden en que en la ciudad no es posible hablar de una violencia desbordada por los ajustes de cuentas del crimen organizado.
A diferencia de grupos criminales de otros países, como los cárteles de la droga en Colombia e Italia, los de México pe-lean más por ganar mercado que territorio y cuentan con células trabajando en diferentes ciudades como el DF, pero su base de operaciones se ubica en otro lugar.
Uno de los casos más relevantes, por la difusión que tuvo, fue el de los hermanos Jesús Ignacio, Marco Antonio y Miguel Angel Carrola Gutiérrez, el primero de ellos nombrado director de la Policía Judicial capitalina al inicio de la administración de Samuel del Villar en 1997, pero quien tuvo que renunciar ante protestas de organismos defensores de derechos humanos que lo acusaron de estar involucrado en la muerte por tortura del presunto traficante de drogas Fernando Jordán de la Toba, en La Paz, Baja California, en 1990.
Los cuerpos de los Carrola fueron encontrados el 29 de mayo en el interior de una camioneta en Observatorio, después de haber sido "detenidos" el día anterior fuera de una estética en Polanco, por sujetos vestidos con uniformes con las siglas de la PGR.
Otro de los casos relevantes fue el del ex agente judicial del estado de México José Francisco Gallegos, cuyo cuerpo igualmente fue abandonado en el interior de una camioneta junto con el de otro hombre y una mujer, por el rumbo de Santa Fe.
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