Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 14 de diciembre de 2001
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Política
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Horacio Labastida

Los mediterráneos

Se trata de una bella novela escrita por un autor enamorado de la ciencia y las bellas artes. Moisés Calderón es eminente cirujano del corazón, que a la vez busca dilucidar secretos del comportamiento histórico y político de nuestro país; así lo prueba, por ejemplo, su reciente ensayo País maldito, ya consagrado en las no pocas impresiones de este trabajo reflexivo y atractivo. Pero ahora nos sorprende con la novela de una familia acunada en el tradicionalismo esenio de la Judea del siglo II, cuyo legado hacia el presente revive sus mejores valores en el México nuestro, luego de haberse conjugado con lo más precioso de las riquezas española y árabe.

No es extraño que esto suceda en la novelística, encumbrada en nuestro mundo hispano por Cervantes Saavedra y su heroico y maravilloso Don Quijote de la Mancha, en la que el pueblo simbolizado en Sancho Panza ocupa lugar tan privilegiado como el propio caballero, luchadores sin igual por la justicia en un mundo lleno de injusticias. Y así como Don Quijote es la novela de dos personajes españoles y su mundo en el siglo XVII, los propios novelistas han elegido entre los temas de sus narraciones tres de los aspectos más atractivos de la vida: los grandes pasajes de la historia, la existencia de un personaje y sus preocupaciones, y el devenir de la familia, con un interés subyacente, el de acentuar las más nobles connotaciones del hombre en sus relaciones con los hechos que lo rodean, las circunstancias. La guerra y la paz, de León Tolstoi, es obra prominente en la novela histórica. Cuando Napoleón deja el comando de sus ejércitos en la invadida España y conduce otras fuerzas a la conquista de Rusia, está en juego uno de los momentos trascendentales en el destino dieciochesco de la humanidad. Si Napoléon avanza en sus planes, los pueblos caerían a sus pies, incluida Inglaterra, y precisamente el genio de Tolstoi muestra cómo tales planes se vieron frustrados ante la estrategia genial del general Kutuzof. Sin duda, recogiendo la experiencia de la derrota de Austerlitz en Austria, contra la opinión de sus colegas Kutuzof dejó que Murat entrara a Moscú, a fin de convertir la aparente victoria y el incendio de la capital de los zares, en la derrota invernal del emperador francés ante las fuerzas de Alejandro I. El texto magnífico de Tolstoi acredita que la guerra injusta es incapaz de vencer el patriotismo de un pueblo cuando éste halla guía iluminada, según sucede en el escenario que enfrenta a Napoleón con Kutuzof. Y como ejemplo de tema personal en la novela, es relevante Hambre, del premio Nobel noruego Knut Hamsum, cuyo personaje revive en su conciencia la pobreza individual de todos los seres, millones y millones por cierto, que en nuestro planeta capitalista no tienen para allegarse ni los alimentos básicos, y el colmo de tal situación ocurre cuando en la novela el personaje dispone de algunos recursos, come y pronto vomita porque su estómago famélico no tolera ni las viandas comunes.

De la abundante novela familiar, sólo citaremos a Fiodor Dostoievski y Los hermanos Karamazov, así como Los Brudenbrooks, de Thomas Mann. En Dostoievski aparece la dialéctica del amor y el odio simbolizada en la dulzura de Aliosha, hijo menor del jefe de la familia Karamazov, Fiodor Paulovitch, y la rabia sin límites de su bastardo asesino Smerdiakof, dialéctica que no excluye la pasión del hermano mayor Demetrio por la bellísima Grushegnka y la locura del más inteligente y culto de todos, Iván, quien rechaza la impunidad de los malos al reconocer la existencia de Satanás como indispensable verdugo de los criminales que escapan al castigo en la tierra. En Los Brudenbrooks, el autor de La montaña mágica y Faustus exhibe la forma en que la lógica del señorío del dinero engendra desdicha y aflicción en el alma de las familias, hundiéndolas en un contexto cruel de ambiciosas tentaciones.

La novela de Moisés Calderón pertenece a este tercer género de la literatura. La casa andaluza de José de Córdoba y Fernández en el puerto marroquí de Casablanca, acoge muy finas sensibilidades del moderno homo sapiens. La judaica y sus raíces esenias, la árabe acumulada y aportada por el preclaro jeque beduino Gibra'il Ibn-Kamal, y la española meridional, llena de relatos donde el amor y sus múltiples expresiones son valores fundamentales entre individuos y colectividades, y esta soberbia cultura enarbolada por los hombres mediterráneos, es la que en México se aúna al descubrirse en el Valle de Anáhuac, con las instancias espirituales que producen y reproducen la grandeza mexicana. Es importante acentuar que en Los mediterráneos hay un profundo mensaje de amor y optimismo que calma las angustias de nuestro tiempo. No olvidemos nunca que el amor es el camino de la verdadera redención.

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