DOMINGO 9 DE DICIEMBRE DE 2001


Informe de la CNDH sobre desaparecidos

Heridas que nunca cierran
 
Benjamín Domínguez Trejo, investigador de la UNAM y asesor de José Luis Soberanes en el tratamiento psicológico de los sobrevivientes de la guerra sucia, va más allá del entramado político y el alegato jurídico: "Hay heridas que no cierran. Para muchos es como barrer la basura cada día y dejarla debajo de la alfombra. Parece que no está porque no la ves. Pero un día levantas la alfombra y ¿qué te encuentras?... una bola". El caso T-300 en el informe de la CNDH, que cruza la familia del perredista Humberto Zazueta "de la abuela a la nieta", es un ejemplo

Daniela PASTRANA

"¿La conoces? -preguntó el policía que le alzó la venda de los ojos-. Ahorita la vamos a madrear". Humberto alcanzó a distinguir la figura de Bertha, su esposa, apenas unos segundos antes de que comenzaran a darle picana (toques eléctricos). Oyó un grito, dos. Perdió la cuenta. No habló. Llegaron después con la pequeña Tania, de un año y dos meses. La niña lloró con las descargas. "Estábamos a dos metros", recuerda. Querían nombres, direcciones. Humberto no los daba porque pensaba lo que eso significaba para las otras esposas y las otras hijas (de sus compañeros). Bertha, porque no los sabía. "Tenía idea de en qué andaba yo, pero ella no era activista de la Liga", dice él.

gro-acosta-desaparecidos2-jDe las largas horas del 9 de abril de 1979, que se iniciaron a las 4 de la mañana, cuando policías judiciales y miembros de la Brigada Blanca de la Dirección Federal de Seguridad los sacaron a punta de balazos de su casa en Torreón, Coahuila, Humberto Zazueta -hoy integrante de la directiva del PRD- rememora otros dos momentos críticos. Cuando le dieron pocito, amarrado, "vendado como momia" a una tabla más larga que él, sólo con la cabeza descubierta. Y más tarde, cuando ya habían matado a dos de sus compañeros (José Luis Martínez y Elín Santiago Muñoz fueron asesinados al llegar a la casa), había pasado la picana, los habían cambiado una y otra vez (de la oficina de tránsito a la casa y al campo militar La Joya) y los golpes le habían desfigurado la cara. Estaba adentro de una patrulla, junto con Armando Gaytán. Entonces sintió las manos de Tania, su hija, tratando de quitarle la venda.

"Tania era una bebé y la tenían ahí, suelta, mientras nos pegaban", dice.

Fue hace más de 22 años. Zazueta pasó 10 meses en una cárcel clandestina y después se incorporó a la vida partidista. Tania tiene ahora 23 años y un hijo de dos. Nunca han hablado del tema.

¿Por qué?

"No sé. Supongo que son bloqueos naturales, pero nunca he sentido la confianza de contarle, ni ella de preguntarme. Platico con otros muchachos, hijos de compañeros que fallecieron, y me preguntan qué les pasó a sus papás, pero con Tania nunca he hablado de lo que pasó".

No es la única en la familia que guarda silencio, según se da cuenta el propio Zazueta en el transcurso de la plática. Tampoco lo habla con su hermana Lorena (detenida junto con él porque estaba de visita en su casa), ni con Bertha, su ex esposa (se separaron dos años después de que fue liberado), ni con su madre, quien se enteró de la detención por una nota de la revista Alarma y no descansó hasta recuperar a sus nietos y ver a su hijo libre. No lo habla con su padre, ni con su hermano.

"Con la familia es más difícil, ¿no? No lo había pensado... Con la que de pronto comento algo es con mi madre, pero de las denuncias y de la lucha en general; de lo que pasó ahí adentro no. Ni me ha preguntado ni yo le digo nada".

La pesadilla del sobreviviente

Técnicamente se le conoce como "estrés postraumático".

Es un conjunto de síntomas en personas que han sido víctimas de experiencias muy violentas, como los desastres naturales, la guerra o la tortura.

Benjamín Domínguez Torres, doctor en psicología experimental y asesor de la CNDH en el tratamiento a las víctimas de la guerra sucia, explica que se divide en tres grupos, que tienen que ver con la incapacidad de olvidar la situación traumática, cambios corporales (taquicardias, sudoración de manos en ciertas circunstancias) o alteraciones de ciclos biológicos, circanianos (digestivos) y hormonales.

"De los casos que revisamos puedo decir que algunos se volvieron alcohólicos y con sorpresa se daban cuenta de que de todos modos se acuerdan, que no lo pueden borrar. Otros tuvieron cambios físicos (hipertensión, asma, dolor de cabeza por tensión) que se instalan después de esa experiencia y se manifiestan en determinadas circunstancias (algo parecido a las fobias). Incluso, cuando sabían que iban a tener visitas de Derechos Humanos comenzaban a tener estos cambios físicos que en algunos casos los incapacitaban".

En varios casos se encontraron con un rendimiento intelectual deteriorado.

Aunque, en general, los sobrevivientes "viven con estoicismo" estos efectos.

"A muchos les da vergüenza reconocer lo que han pasado en estos años porque lo ven como una muestra de debilidad. Eso de estar 'traumado' no es bien visto. Pero -dice Domínguez- para buena parte de los sobrevivientes la vida es una pesadilla".

¿Es? Zazueta se toma su tiempo para responder: "No sé -dice, al fin-. Yo siento que no, pero a lo mejor es subconsciente. Nunca me había puesto a pensar en esto".

Jesús Humberto Zazueta Aguilar y Bertha Alicia López García fueron detenidos el 9 de abril de 1979 en un operativo de la Policía Judicial de Coahuila y de la Brigada Blanca Especial de la Dirección Federal de Seguridad en Torreón. El era miembro de la Liga Comunista 23 de Septiembre. Ella sabía, pero no participaba.

Junto con ellos fueron detenidos Armando Gaytán Saldívar, también guerrillero, y su esposa (hermana de Humberto), Gloria Lorena Zazueta Aguilar, que estaba de visita. Se los llevaron con el hijo de Lorena, de dos años y medio, y la pequeña Tania. Sólo a Lorena no la torturaron.

Todos fueron trasladados al Campo Militar Número 1, en la ciudad de México, donde estuvieron ellas tres meses y ellos 10. A los niños se los quitaron al subir a la avioneta, el mismo 9 de abril. Y fue hasta tres meses después cuando la madre de Humberto logró recuperarlos.

"De tanto preguntar un policía le dijo dónde estaba el niño, con la condición de que no dijera quién le había dicho. Lo tenía un policía que su esposa no podía tener hijos y pues se lo debe haber llevado de consolación. Y sí, fueron, tocaron, y tengo entendido que fue una señora muy accesible que no sabía nada... A la niña no sé cómo la recuperó".

De la declaración de Bertha al Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos surgió el T-300, testimonio que leyó José Luis Soberanes en la presentación del informe especial sobre las desapariciones forzadas durante la guerra sucia, el martes 27 de noviembre.

Un caso que se eligió -cuenta un funcionario de la CNDH- porque "cruza a toda la familia: de la abuela a la nieta".

"Se siente más"

eureka-desaparecidos-confMiércoles 28. Ricardo Rocha se comunica vía telefónica con Bertha Alicia para el programa Detrás de la Noticia. Antes, pasa al aire la grabación del día anterior, en la presentación del informe de la CNDH. La voz del ombudsman es desconocida para Alicia, pero no lo que dice: es su propio testimonio.

A la grabación siguieron segundos de silencio.

"¿Es usted, Bertha Alicia?... Buenos días... ¿Es usted?...", insistió el periodista.

"Soy yo", dijo por fin la mujer. Luego, reconoció el impacto que le provocó escuchar su historia:

"La verdad es que la distancia, el tiempo, resulta algo muy emotivo... No es posible... el tiempo no logra borrarlo, a pesar de que creemos muchas veces que con el tiempo se borran las cosas no es así", dijo, notablemente afectada.

Para Domínguez Trejo, quien tiene un amplio trabajo con personas expuestas a situaciones de violencia extrema, la entrevista resultó impresionante.

"En tres minutos se esfumaron 22 años ?explica, en su cubículo de la Facultad de Psicología de la UNAM?. Bertha se trasladó al pasado y comenzó a hablar como si las cosas estuvieran pasando en este momento".

Una a una, el especialista va marcando con rojo en la transcripción las frases que, desde su punto de vista, manifiestan heridas que no sólo no han cerrado, sino que con el recuerdo están más latentes.

"... no sé qué ocurrió... no creo que haya dejado de ocurrir, quizá se deba a que uno no cree... no cree que puedan pasar cosas así, pero sí pasan, señor, y a la distancia se siente... se siente más... es reveladorsísimo -comenta-, sobre todo en este caso, el T-300, porque se trata de personas que han tenido una vida normal, supuestamente rehecha, y sin embargo, frente al testimonio se encuentran con que el tiempo que ha pasado no existe".

Zazueta, quien apenas escuchó el martes un párrafo del testimonio que leyó Soberanes y reconoció las palabras de su ex esposa, acepta: "Para ella fue mucho más difícil".

Lo pone así: "Para mí no es un asunto de recordar, primero, porque cuando entras a una organización clandestina estás consciente de lo que puede pasar, y más en esa época, y luego, porque durante todos estos años yo seguí incorporado en la lucha democrática, en la oposición. Imagínate, como secretario de Derechos Humanos del PRD (en la época de Cuauhtémoc Cárdenas) fui el responsable de entregar las primeras denuncias de nuestros muertos perredistas, ante Derechos Humanos y ante organismos internacionales".

- No lo es lo mismo que reconstruir cada detalle de una situación propia...

- No, claro. Ahora, al estar hablando de lo que pasó se te remueven muchas cosas. Las ves. Veo las caras de Eduardo, de Juan, de Ana María, de Artemisa, de Violeta (compañeros de prisión que siguen desaparecidos)... pero lo que quiero decir es que de alguna manera yo tenía el riesgo más asumido y sentía un compromiso moral de denunciar, de hablar de los que seguían ahí. Para Bertha fue más difícil. De repente se enfrenta con una tortura atroz, sin deberla, y después ya no quería saber nada de eso. Nuestra relación ya no volvió a ser igual.

- Uno pensaría que situaciones así unen más a la pareja.

- Pues no en nuestro caso. Al salir me reincorporé a la lucha democrática (primero en el PRT y luego en el PRD, partido por el que fue diputado federal). Ella no quería que siguiera. "Ya deja eso", me decía. Porque nunca creyó que estaba en un partido. Cada vez que salía se quedaba con la idea de que iba a una reunión clandestina. Nunca me creyó...

Bertha y Humberto llevaban cinco años casados antes de ser detenidos. Dos años después, casi al nacer su segundo hijo, decidieron separarse."Para ella todo esto sí es recuerdo", dice Zazueta.

Y a la distancia "se siente más".

La basura bajo la alfombra

¿Es posible olvidar?

"Ni es posible ni es deseable", responde de botepronto el investigador.

"La mayoría de la gente que está expuesta a una experiencia traumática intenta olvidar, borrarlo todo, pero es como barrer la basura cada día y ponerla debajo de la alfombra. Un día abres la alfombra y ¿que te encuentras?... una bola".

- Tampoco se puede ir por la vida diciendo: 'hola, fui torturado'.

- No, pero hay etapas de recuperación.

La "más deseable", desde el punto de vista psicológico, es en la que "la víctima puede referirse a su caso en pasado y en tercera persona".

Abunda: "la única forma adaptativa de las personas que son víctimas de la violencia extrema es que puedan integrar lo que ocurrió a su memoria y a su vida". Aunque, paradójicamente, la persona que ha sufrido una situación traumática es a veces "la menos adecuada" para narrarla.

"No es que esté mintiendo, sino que se puede construir otra realidad. Se altera la memoria, el juicio crítico y la capacidad de análisis disminuyen. Porque la mente humana tiene defensas, pero también se agotan".

Como sea, este trabajo deja hallazgos sorprendentes, dice el investigador. Por ejemplo, el perfil de las personas que ejercen la tortura.

"Son como nosotros, y hasta más rectos -asegura-. No tienen una característica patológica especial; en todo caso, quizá, esa rectitud mal entendida, porque son personas muy alineadas, que se someten a la autoridad, y en esa cuadratura responden órdenes que parecen impensables".

Tan impensables como torturar niños. "Muchos niños", desliza el asesor de la CNDH.

La ¿lógica? del Estado

¿Lo más difícil?

"Encontrarme en Eureka con la mamá de Eduardo Hernández Vargas, que estuvo conmigo, y que me pregunte cómo comía su hijo. O a la de Juan Chávez. Es algo muy duro de enfrentar, más porque no encuentras respuestas, y porque no entiendes la lógica... de veras no entiendes la lógica del Estado".

Zazueta habla de Juan Chávez y Rufino Guzmán, estudiantes de Puebla que asistieron a una reunión de una célula de la Liga, pero no les gustó. "Nunca participaron en la Liga -afirma-. Pero al tiempo alguien los mencionó en esa reunión y los detuvieron".

Rufino salió libre después de varios meses. Juan todavía no aparece.

"Es lo que en muchos casos mantiene a sus familias", explica Domínguez Trejo. Por eso es "normal" la reacción de los afectados en contra del informe.

"Las familias han sido víctimas de una experiencia traumática y se plantean metas extraordinarias. Quieren volver a su vida normal antes del trauma. Eso no es posible, pero la reacción es comprensible".

Sin embargo, insiste, "en términos colectivos el efecto es positivo... para ellos y para el país".

Zazueta concede: "El informe es un avance. Lo veo como el reconocimiento del Estado de que hubo guerra sucia, porque ¿sabes que respondían antes, cuando denunciaba mi detención? 'Nunca lo detuvimos, a lo mejor estaba en Estados Unidos de mojado'".

Pero no es suficiente, dice, y su voz cobra fuerza cuando se refiere a los jefes policiacos implicados, a los presidentes, y a todos los "cómplices" de la guerra sucia.

"Hay que reconocerle a Soberanes que lo hizo (el informe), algo que no hicieron ni (Jorge) Carpizo ni (Jorge) Madrazo. Ahora corresponderá a los otros decirme dónde me tuvieron y quiénes fueron".

***

Abrir la compuerta de las heridas de la guerra sucia tiene un efecto benéfico en "términos colectivos". Pero no debe perderse de vista que "hay unos casos particulares de personas que han invertido tantos años y tanta energía en ponerle una tapa que puede ser impredecible lo que ocurra al destaparla -advierte Domínguez Trejo-. Eso es lo que estamos tratando de anticipar, lo que profesionalmente estoy sugiriendo".

¿En cuántos casos se requerirá ayuda profesional?

"No sé. Son 532 expedientes y no pudimos entrar a todos. No sabría decir cuántos casos hay. Ojalá no sean muchos, pero sí los va a haber..."*