VIERNES Ť 30 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť La presión de los padres aburre y desgasta a los hijos, hasta que los revientan

Los niños deben tener la libertad de elegir el deporte que más les guste, señala Octavio Rivas

Ť Es mayor el temor al éxito que al fracaso, afirma el especialista

ROSALIA A. VILLANUEVA

Los niños deben tener la libertad de elegir el deporte que les guste o convenga según la recomendación del sicólogo Octavio Rivas Solís a los padres de familia, quienes por lo general imponen a sus hijos practicar la disciplina en la que ellos fueron destacados o frustrados deportistas.

Desde su punto de vista, los progenitores tienen que entender que cuando un niño está interesado en una actividad física es necesario que lo dejen descubrir sus propias habilidades con la ayuda del entrenador, quien es la persona indicada para encauzar al infante en la iniciación deportiva, de acuerdo con sus aptitudes.

Ťrivas-octavio-1Sin embargo, dice el galeno, esto no siempre sucede, ya que algunos padres interfieren en la enseñanza de sus hijos al tomar la función de entrenadores y ejercen doblemente ese liderazgo, lo que impide realizar el trabajo del técnico hacia el deportista.

"Lo ideal es que los criterios se unifiquen, pero si son diferentes el niño se mete en una terrible confusión. ¿A quién le hace caso, al que grita o al que apapacha?

"Esos son los dos extremos que generalmente observamos en los entrenamientos y más en el futbol'', señala Rivas, quien fue sicólogo del equipo Pumas y de la selección nacional (con Raúl Cárdenas, Bora Milutinovic y Miguel Mejía Barón).

Agrega que esos choques de liderazgo presionan a los menores, pues por un lado se impone la figura paterna y, por el otro, la del entrenador, pero siempre influye la postura del primero, quien, en su papel de padre protector, no le agrada que otra persona reprenda a su hijo y menos si tiene en sus manos a un potencial futbolista.

Rivas sostiene: "En la sicología del deporte se dice que debería hasta prohibirse crear competencias en menores de diez y ocho años de edad, porque es cuando los niños están en una etapa de armonía en su desarrollo y deben tomar el deporte como algo lúdico, placentero y divertido".

Recuerda que hace un par de años se puso en práctica pegar letreros en el Centro de Capacitación (ubicado frente al estadio Azteca) con la leyenda: "papá, déjame jugar". Eran tantos los gritos de los progenitores, que agobiaban a sus hijos.

En una ocasión, evoca el galeno, en Pumas se paró el entrenamiento por el griterío de las tribunas y se invitó a los papás a que saltaran a la cancha a jugar una cascarita.

"Se le dijo a uno de los muchachos que ahora le tocaba el turno y que le gritara a su papá. El señor estaba tan neurótico y furioso que sacó a su hijo del equipo. Me enojé y le dije: "si tú, que eres una persona mayor, no aguantaste lo que te decía, imagínate al pobre chamaco escucharte todos los días.''

Lo que sí le parece "criminal'' es que hay padres que llegan al extremo de castigar a sus hijos cuando pierden una competencia o un partido e incluso "les retiran la palabra por una semana''.

Eso se le hace verdaderamente absurdo, porque es cuando el niño o joven necesita el respaldo de sus tutores con palabras que lo motiven a salir adelante.

También se dan casos de padre y entrenador que se empecinan en tener a un campeón y lo único que consiguen es aburrir y desgastar al niño hasta que lo revientan y abandona el deporte.

Por lo anterior recomienda que lo mejor es dejar en libertad a los menores para que sean auténticos, creativos, entusiastas y aprendan a trabajar en armonía con el grupo; si a eso se agrega que son buenos estudiantes, en un futuro se desarrollarán también como personas.

Esas vivencias obligaron a Rivas a hacer un programa de sicología deportiva en la UNAM, el cual comenzó a aplicar hace 25 años en las fuerzas básicas de los auriazules.

Orgulloso refiere que allí se formaron jugadores líderes como Hugo Sánchez, Javier Aguirre, Luis Flores, Alberto García Aspe, Leonardo Cuéllar y los entrenadores Milutinovic y Mejía Barón.

El autor de la frase "la maldición de los penales" apunta que la mayoría de la gente piensa que todos los deportistas tienen miedo al fracaso, cuando a lo que se teme es al éxito, porque no están preparados para dar ese salto como alguna vez se lo dijo a Rafael del Castillo, cuando lo invitó a trabajar con las selecciones nacionales.

"Me dijo: Octavio, ya vas a empezar con tus vaciladas. Si tenemos 30 años fracasando. Sí, es cierto, le dije, por eso ya no tienen miedo, ya se acostumbraron. Lo que no saben es cómo ganar. De allí vino el síndrome del ya merito'', termina entre risas.