Ť Se matan entre sí por un pedazo de ella
El principal problema de las comunidades en Michoacán es el límite de tierras
Ť Los acuerdos terminan cuando las señoras preguntan: a mi marido ¿quién me lo va a regresar?
ROSA E. VARGAS Y MIREYA CUELLAR ENVIADAS
Santa Maria Tacuro, Mich., 10 de noviembre. Hasta hace diez años, las jóvenes indígenas de Santa María Tacuro tenían estrictamente prohibido ?por un acuerdo comunal de más de dos siglos? casarse con un muchacho de San Francisco Ichán. A estas dos comunidades las divide geográficamente la calle 5 de Mayo, pero históricamente las separa una disputa por 470 hectáreas. Los títulos que poseen (de la época virreinal) empalman la propiedad de sus tierras.
En
las regiones indígenas de Michoacán -sobre todo en la meseta
Purépecha, compuesta por 13 municipios y la cañada de los
11 pueblos, que tiene como cabecera a Chinchotla en el centro del estado-,
el principal problema es de límites de tierra. Por un pedazo de
ella las comunidades se matan entre sí.
No hay más de 700 metros entre las iglesias de una y otra comunidad. Pero a los de Tacuro no se les ocurriría ni por error entrar a la de Ichán. Unos celebran su fiesta religiosa el 8 de septiembre y los otros el 4 de octubre. Los primeros son jornaleros y orfebres, los segundos son músicos y sus más de 30 bandas de viento -La Michoacana, La Santa Rosa, La Misil...- son las mejores del estado.
"Sí, nos hablamos, pero no hay confianza", admite don Valentín Calderón, de 83 años y padre de Norberto Calderón, líder de la organización Nación Purépecha.
Hace seis días los comuneros de Ichán quisieron abrir una brecha en las tierras que reclaman a los de Tacuro, pero éstos los detuvieron. "Nosotros tenemos la posesión de las tierras, así que ellos vienen y nos cortan la milpa. Siempre andamos a chingadazos y ni se resuelve nada... los policías llegan después del pleito", apunta don Bulmaro Camilo.
"Nos hemos matado entre nosotros. Ahíestán los de Nurio y Cocucho, y no se arregla nada ni se arreglará. Porque cuando se firman los acuerdos al final las señoras dicen, 'pues todo está muy bien, pero y a mi marido ¿quién me lo va a regresar?'. Y continúa el pleito."
En Tacuro, el 10 por ciento de la población es flotante, va y viene a Estados Unidos de marzo a noviembre, en función de los ciclos agrícolas o del tabaco. Casi todos a Carolina del Norte o a California. El resto de los hombres hace ollas o alcancías de barro y en temporada siembran lenteja y maíz. Las mujeres bordan manteles que venden los domingos en la plaza de Zamora.
Las
familias ?unas 430? tienen en promedio cuatro o cinco hijos. Por una decisión
comunitaria las mujeres dejaron de usar anticonceptivos. "Es que se enfermaban,
agarraban tumores y males que nunca habíamos visto y como aquí
no hay clínica, pues cómo las curamos", confía Mario
Tzinzun, el delegado de bienes comunales.
Los títulos de propiedad de Tacuro e Ichán datan de 1712, pero sus habitantes fueron llevados a la cañada alrededor del año 1631. "Los españoles nos trajeron aquí para colonizarnos mejor. Querían que los pueblos de la región estuviéramos en las márgenes del río Duero, que nace en Carapan."
La disputa de Tacuro con Ichán es por 470 hectáreas, pero son 2 mil 800 las que están involucradas en los distintos pleitos, algunos con Carapan, con San Juan Chilchota... con todas las comunidades que colinda tiene problemas.
La ex diputada priísta Rosa Molina, de origen purépecha, refiere que su pueblo ha llegado a la conclusión de que los españoles les empalmaron la propiedad de la tierra para tenerlos siempre peleando. "Fue la única manera de someternos. Los purépechas nunca fuimos vasallos. Ni de los aztecas."
En una de las entradas a Ichán, sobre un enorme terreno de arena suelta hay más de 10 autobuses estacionados. Son los camiones que usan las bandas, cada uno lleva el nombre de su propietario en los costados. Este es "un pueblo de músicos".
-¿Cómo pueden vivir todos de esa actividad?
-¡Ah! Porque en Michoacán, si cuando te casas no hay banda, es como si no te hubieras casado. A los nueve o diez años los niños de la comunidad empiezan a aprender y como a los 13 ya logran ejecutar algún instrumento. Somos empíricos, pero tocamos desde un jazz hasta una pieza clásica.
En la misma cañada, apenas unos tres kilómetros adelante de Ichán, está Huancito. Sólo tiene una calle principal ?Nacional, se llama? y la propaganda colocada en los postes del aspirante a gobernador por la coalición Unidos por Michoacán, Lázaro Cárdenas Batel, conserva las marcas del lodo que le fue arrojado a puños. Y es que este pueblo era perredista, de hecho está gobernado el municipio de Chilchota por ese partido, pero el alcalde con licencia -porque este domingo apuesta por la diputación- Gonzalo Herrera Pérez no les cumplió.
Para llegar a la casa de doña Amalia Félix hay que transitar, entre brinco y brinco, por esa única calle que el ex alcalde prometió pavimentar. Esta mujer de 51 años es uno de los personajes de la comunidad porque hace las ollas de barro más bonitas del estado. Su hijo de 17 años, Marcelino, las decora con pájaros rojos y flores exóticas que saca de su imaginación.
Casi todos ahí viven del barro, con la ventaja -dice su autoridad comunal- de que cada año unos 150 hombres van a Estados Unidos a trabajar de manera legal gracias a un contrato que consigue uno de los miembros del pueblo que "empezó como indocumentado y ahora vuelve cada mes de abril para llevar compañeros que regresan a finales de octubre. Se los lleva en camiones hasta Carolina del Norte. Aquí vienen otros de la cañada para irse".
En Huancito algunos que eran del PRD ahora están con el PAN, "quesque porque les prometió microcréditos de 3 mil y 4 mil pesos". Todas estas comunidades han ido zanjando en los últimos años sus diferencias políticas que, sumadas a los conflictos por los límites, hicieron explosión entre 1989 y 1992. En Santo Tomás, otro de los 11 pueblos, las diferencias, en este caso internas, llegaron a tal grado que cuando había que hacer faenas, el trabajo se dividía de tal manera que en un tramo trabajaban los del PRI y en otro los del PRD.
Pero los conflictos más graves de esos años se dieron sobre todo en la meseta Purépecha, que está pegada a la cañada, a unos 125 kilómetros de la capital del estado y que abarca 13 municipios de los 113 en que éste se dividió. En Charapan corrió sangre. El enfrentamiento entre perredistas y priístas en 1989 tuvo como desenlace la muerte de María del Refugio Galindo Rosas, de 15 años, hija del alcalde priísta Jesús Galindo, a quien los perredistas le tomaron la presidencia municipal.
"Yo espero que ya no se den enfrentamientos -dice Jesús Lucas Nicolás, de Santo Tomas-; si nos organizamos sí habrá un verdadero cambio, no importa qué partido esté en el gobierno." Entre 1989 y 1992, el periodo de Genovevo Figueroa Zamudio como gobernador, uno de los más convulsos, el PRD enterró a 29 de sus militantes. Ese fue uno de los saldos de la disputa política.