LUNES Ť 5 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť María Apolonia entregó el bastón que defenderá a los músicos de la mala vibra

Bautiza la hija de María Sabina a Rita Guerrero y su banda, en Huautla

Ť La ceremonia se efectuó en la casa de la heredera de la sangre chotá-a T chi-née

JUAN JOSE OLIVARES

"Ahora sí somos hermanitos", exclamó Alfonso, bajista de los sabinos, al descender del cerro donde se ubica la choza en la que se efectuó el ritual de bautismo: Santa Sabina, en Huautla de Jiménez de María Sabina.

Rita, Alfonso, Alejandro, Julio y Leonel, los sabinos fueron amadrinados la tarde del sábado por la hija de la sabia mazateca, María Apolonia, en una ceremonia celebrada en la casa de la heredera de la sangre chotá-a T chi-née, cerca del cerro de La Adoración, en la parte más alta de Huautla, en Oaxaca. El lugar estaba impregnado de copal y buenos deseos entre madrina y ahijados, quienes se prometieron mutuamente "nunca olvidarse, pedir a Dios por los unos y los otros". El grupo, por su parte, se comprometió a asistir en lo que pueda a la dulce anciana.

Hubo otra ceremonia, la del concierto de rock, que se realizó por la noche en la explanada del palacio municipal (cobraron 40 pesos) donde Santa Sabina interpretó algunas sublimes rolitas con las que la banda mazapunketa brincoteó y sudó en una clara muestra de catarsis colectiva.

El ritual en la casa de Apolonia

santa-sabina-disco-jpgEra claro que los sabinos poco imaginaban la clase de ceremonia que les esperaba en casa de Apolonia. Subieron al lugar en coche. Ella ya los esperaba con una gran cantidad de copal. Los bañó en el humo sagrado. Los músicos entraron a la casa con la venia de la también curandera y guiados por la traducción de la profesora de educación indígena Teresa de Jesús Ríos. No lo podían creer, al menos eso expresaba el rostro de Alfonso, un tanto mojado por las lágrimas.

Los músicos llevaron regalos a la curandera que fueron retribuidos por ella con lindos huipiles (que obviamente compraron el DIF local y el Colectivo Los de Acá porque la mujer vive en una situación muy humilde como lo hizo su madre).

La mujer limpió a los sabinos y les pidió que se hincaran para luego volver a pasar copal sobre sus auras. Los bendijo y les entregó sus respectivos rosarios. Después de hora y media y tras 13 años -"en los que siempre deseábamos venir y no lo hicimos porque demonios nos lo impedían"-, les fue impuesto su nombre con el permiso del Chicón nindó, las vírgenes de Dolores, Magdalena, Guadalupe y Dios Cristo.

"Qué importa la muerte si la vida no es vida, qué importa la vida si la muerte es la vida", dedicó un canto Rita, con su acogedora voz, a la anciana.

Ya en la retirada, algún pariente de Apolonia, en medio del bullicio, cuestionó a los organizadores sobre por qué no se había realizado la ceremonia en su casa. Ya otro, por la mañana, había reclamado en la presidencia el pago de 15 mil pesos por la ceremonia. Claro que el propósito era de voluntad y así quedó al final, como un gesto no lucrativo.

Luego del protocolo indígena en el que Apolonia otorgó a los sabinos el bastón (figurado) que los llevará a cualquier lugar y con el que se defenderán de las malas vibras, los músicos se sentaron a tomar el café que la mujer les ofreció. Charlaron sobre el contacto que ahijados y madrina deben tener siempre.

La banda comenzó a llegar para el recital

Por la tarde-noche los ánimos se calentaron porque el concierto no empezaba, esto contrarrestó el frío que dejó la lluvia. Los técnicos no se apresuraban a conectar luces y sonido, que resultaron medio defectuosos. La intención ahí quedaba. Los jóvenes comenzaron a llegar. Bajaron de los barrios Chafáa-Ya-mangóo y de Nzióo-Ya-Loxáa, entre otros. Eran las bandas de los Hooligans, los duendes, los vatos locos y los killers. Algunos comieron y otros curiosearon en la exposición fotográfica de Gastón Albino (de Tehuacán, Puebla) sobre la celebraciones de Día de Muertos.

Comenzaron los huehuentones de Cuauhtémoc, los secundaron los huehuentones niños con tradicionales cantos y representaciones. Luego apareció el grupo Liquid, alucinando con canciones de Carlos Santana y prendiendo a algunos cuantos. El sonido seguía chafeando, y la banda mazapunketa se iba calentando.

Apareció por fin la Santa, ahora inmaculados. Volvió a ser bendecido -ahora por el curandero Tiburcio-, con todo y guajolote. Unas finas rolas tranquilas, que inconscientes entraron a recios y tercos oídos huatecos o huautlecos, y el pago por llevar el apellido de un personaje importante en el lugar casi estaba hecho. Otras rolas prendidas y el slam (que ya había provocado antes Código tres con covers de El Tri) no se hizo esperar.

Se retiraron pronto, pero el grito de "¡culeros, culeros!", no se hizo esperar. Así fue como gritaron a todos, incluso al presidente municipal cuando tomó el micrófono para decirles que en su periodo la represión quedó al margen.

Regresaron, dos rolas más y adiós. Completaron la velada los grupos Mito y Código Tres que con puros covers caguengues de los Fabulosos Cadillacs y Panteón Rococó causaron el slam, que fue la expresión más clara de la explosión juvenil huauteco o huatleco. Rock en Huautla por primera vez con el bizarro bautizo a un grupo de música ya ni tan ajena a este rincón de la sierra.