La Jornada Semanal, 4 de noviembre del 2001                          núm. 348


Alfonso Alegre Heitzmann

Sueño de dos jardines

Con motivo de la nueva exposición presentada por Vicente Rojo en Barcelona, el crítico Alfonso Alegre Heitzmann escribió este texto que recoge algunos aspectos de la trayectoria artística de Vicente y encomia su capacidad de renovación y su búsqueda constante de nuevos temas y nuevas formas. La exposición anda por los jardines urbanos, los que están junto al mar, los de piedra, los abiertos y los secretos. “En la geometría de estos jardines”, dice Alegre, “Vicente Rojo escucha la casa del pasado”, revive imágenes, lugares conocidos, sueños y “rumores del mundo”. De nuevo y de distinta manera, Vicente nos entrega la certeza de la transformación de la materia y la idea de la renovada variedad del mundo.

Jardín urbano 10, 2000"Una casa, un jardín, no son lugares: giran, van y vienen. Sus apariciones abren en el espacio otro espacio, otro tiempo en el tiempo. Sus eclipses no son abdicaciones: nos quemaría la vivacidad de uno de esos instantes si durase otro instante." Podrían ser palabras sobre la nueva exposición de Vicente Rojo en Barcelona, y sin embargo son versos –que ahora prosifico sin que pierdan nada de su poesía– escritos por Octavio Paz hace más de treinta años. Jardín del tiempo, la pintura de Vicente Rojo es ese instante incendiado: vertiginosa inmovilidad; pero también su eclipse y su perpetua transformación: metamorfosis de lo idéntico. En el poema de Paz, escrito al abandonar la India en 1968, dos son los jardines: el jardín recordado de su niñez en Mixcoac, en México, y el de Delhi que deja ahora atrás, al escribir este poema: "¿Atrás o adelante?", se corrige y se pregunta Paz, y añade: "No hay más jardines que los que llevamos dentro."

En ese girar, en ese ir y venir, en esa transformación constante y a la vez profunda fidelidad que caracterizan la pintura de Vicente Rojo, hay también dos escenarios, dos jardines que viajan con él en su pintura. El primero, es un jardín urbano, en Barcelona, la ciudad donde nació: "el recuerdo del primer sueño al aire libre: Paseo de San Juan", como con bella precisión ha escrito José-Miguel Ullán. El otro, el segundo sueño, no es la nostalgia de un jardín, sino la memoria de un anhelo, el anhelo de "un país intensamente imaginado y protector", jardín interior –o sueño de un jardín– que sólo en su adolescencia podrá pisar. Ese país es México, su patria desde entonces.

Toda la obra de Rojo se ha construido, desde 1965, fecha en la que se inicia la serie Señales, a partir de un trabajo seriado: Señales, Negaciones, Recuerdos, México bajo la lluvia, Escenarios, son sus títulos generales. El pintor parte en cada serie de un esquema plástico determinado, de una estructura cerrada –y sin embargo "abierta a todo lo imprevisto"– en la que trabaja y profundiza y a la que intenta arrancar desde su voluntario ascetismo toda su expresividad. Ya en los títulos de esas series se observa una progresión que nos lleva de lo abstracto a lo personal, de lo apenas presagiado –señales, tan sólo– a la presencia luminosa: México bajo la lluvia. Si esta última serie supuso para el pintor, nacido en Barcelona, la plena aceptación de su patria adoptiva, Escenarios, la serie que inicia poco después, en 1989, y que hoy todavía continúa abierta, nació bajo el signo de la confluencia del pasado y del presente, de la geografía recordada de la ciudad de su infancia y del pasado mítico del país que lo acogió en su adolescencia: de la conciliación de esos escenarios del tiempo en su pintura. Los títulos de los cuadros y de las sucesivas subseries de Escenarios que el pintor ha ido creando durante más de una década hablan por sí mismos: "Pirámides iluminadas", "Volcán y pirámide", "Estela", "Paseo de San Juan", "Escenario primitivo", "Escenario urbano", "Escenario junto al mar", etcétera.

Jardín junto al mar 2, 2000En distintas ocasiones, haciendo referencia a esta forma de trabajo seriado, Vicente Rojo ha señalado que su pintura es "un trabajo en rotación". Esa concepción, aunque formulada por el autor hace años, puede ser muy reveladora también hoy para el espectador que visite esta nueva exposición: "Me pongo a trabajar enfrente de quince telas. En realidad yo proyecto y pinto al mismo tiempo, así que cada exposición es, en definitiva, casi un solo cuadro [...] no siempre las formas llegan a los cuadros que empezaron, a veces aparecen en otros cuadros, van girando. Casi siempre mi trabajo es así, en rotación." Ese pintar en rotación no sólo se da en su concepción del trabajo en cada serie, sino que es fundamento de toda su pintura. Así, una serie en apariencia tan acotada cronológicamente como la de México bajo la lluvia, que el pintor inicia en 1980 y desarrolla durante toda esa década, tiene ya su primer esbozo mucho tiempo antes, en 1964. También de esa misma época son las primeras series sobre el tema del laberinto, tan presente hoy en los últimos Escenarios urbanos. Así mismo, una subserie tan importante como la de "Paseo de San Juan", desarrollada sobre todo en la década de los noventa, tiene su origen en 1978, cuando el pintor está inmerso en la realización de la serie titulada Recuerdos. Los ejemplos podrían multiplicarse. Asistimos en la obra de Vicente Rojo a un viaje a través de la pintura, de su instante incendiado y de su metamorfosis. Universo en rotación, su tiempo es circular. Sus escenarios, laberintos, jardines, giran, van y vienen y no se dejan atrás; nos esperan adelante, cuando el tiempo en la pintura se convierte en todo el tiempo y en su simultaneidad el ser conquista su unidad.

En esta nueva exposición –titulada escuetamente Escenarios 35 x 35 x 35–, Rojo presenta treinta y cinco gouaches, de igual formato y tamaño, ordenados en siete pequeñas series, compuesta cada una por cuatro cuadros, excepto la primera, "Jardines urbanos", integrada por once. Los Escenarios de sus últimas exposiciones–abiertos, urbanos, junto al mar– se han hecho ahora íntimos. Si en aquéllos la visión de sus extrañas ciudades laberínticas se le ofrecía al espectador desde arriba, desde el aire, ahora el pintor entra y nos deja entrar en ellos. Las formas de aquellas arquitecturas –pirámides, columnas, monumentos– no conforman ahora "ciudades", sino que se aíslan en el cuadro, se hacen accesibles y adquieren un mayor protagonismo. Si antes no caminaba nadie por sus calles, ahora parece como si alguien pasease por estos jardines, como si un espíritu se moviese en ellos.

Las formas estáticas, firmes y definidas, de estos cuadros, muchas de ellas asociadas al número cuatro (cuadrículas, formas cúbicas), como el propio formato de los cuadros y el número de cuadros de cada serie, contrastan con las formas dominadas por la línea curva: columnas, cilindros, conos, formas circulares y, sobre todo, esferas. ¿Cuál es la verdad íntima de esta geometría? Juan García Ponce, el gran escritor mexicano, supo expresarlo hace años con clarividencia: "La más profunda intención de la pintura de Vicente Rojo es la revelación de la materia como un elemento vivo, eternamente cambiante, en transformación perpetua, siempre nuevo, otro y el mismo en todo momento, a través de la sensibilidad del creador." Mundo analógico en el que todo es posible; con asombro observamos que en el diálogo que en estos cuadros se establece entre las distintas formas geométricas la materia que nos lleva es el agua. En el sueño de estos jardines, las líneas onduladas que –como en las miniaturas de un códice medieval– simbolizan el agua, aparecen ya tímidamente en los últimos cuadros de la primera serie, "Jardines urbanos"; entran en el jardín y se adueñan literalmente del espacio, lo inundan, en "Jardines junto al mar"; se simplifican, se abrazan a las columnas y se hacen del aire en "Jardines de piedra"; como "aire" dominan el espacio de "Jardines secretos", donde algunas figuras yacen en tierra tumbadas, derribadas por él; y, finalmente, casi se convierte en alas en "Jardines abiertos". La función de esa forma sinuosa es esencial en nuestro recorrido, pues aporta una unión continua a las imágenes de los distintos cuadros y series, una sintaxis. El agua, el aire, las alas, son aquí el alma que circula, que rompe la fijeza de las formas estáticas, que dialoga con las formas circulares, cilíndricas y esféricas, que nos lleva de la mano por estos jardines y que desde dentro nos revela su profundo secreto.

"Para quien sabe escuchar –ha escrito Gaston Bachelard– la casa del pasado, ¿no es acaso una geometría de ecos?" Elementos de una geografía personal y mítica, en la geometría de estos jardines, Vicente Rojo escucha la casa del pasado, pero de ese pasado no sólo llegan a su pintura los hechos y los lugares, las imágenes, sino también el amor y la amistad, los sueños y el rumor del mundo, la poesía y el constante anhelo de que la pintura –jardín interior– diga lo que de la vida el pintor nunca podría decir de otro modo.