SABADO Ť 20 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť José Cueli

Guerra en los márgenes

En la guerra como en la guerra, dice el adagio español. Puesto que la guerra es eso, destrucción, arrasamiento, crueldad, muerte. La vigencia de la muerte en el principio del siglo como una constante de la humanidad. Tan actual que renace una y otra vez; es decir la vida-muerte abierta a múltiples significaciones en constante movimiento en el espacio-tiempo. En donde el orden temporal de su aparición no se corresponde con un tiempo interno, en múltiples juegos entre la ocultación y el develamiento, en ruptura con la relación causa-efecto. Temática casi central de las lecturas que sobre la guerra fantasmal vivimos.

La guerra entre Estados Unidos y sus aliados sobre ''fantasmas terroristas'' al desarticularse generan la sensación de lo imprevisto, lo enigmático, el azar tornándose una crítica radical a la conciencia para adentrarse en el más allá de la misma y, como consecuencia, la pérdida de un referente, historia y razón discursiva.

Estados Unidos pugna por encasillar en la fijeza y la centralidad a un enemigo fantasmal que se le escapa, se le va de las manos provocando pánico, rabia, dolor.

Enemigo fantasmal que se erige en cerco a la vida, dejando a su opositor -Estados Unidos- en las sombras de las raíces de su propia vida y enfrentando a los múltiples tiempos discontinuos de lo vivencial en un tiempo lineal y sucesivo, incapaz de ser cauce, ni explicativo ni vivencial de la multiplicidad, fragmentariedad y discontinuidad con que se ofrecen las formas íntimas de la muerte y la vida en esta nueva guerra.

Un enemigo fantasmal que desarticula el tiempo, corre a contraviento, estrella aviones, propaga bacterias y al que Estados Unidos y sus aliados quieren ubicar en un tiempo fijo, presente, tratando de estrellarlo, en un juego delirante, sin conseguirlo, experimentado el horror de saber que no somos el centro del universo sino sólo una burbuja más en el espacio, sin asideros. Fantasmas inasibles que develan la incompletud, la errancia, el tiempo fuera de sus goznes y la amenaza del borramiento, de lo deleznable del ser; las fisuras de la conciencia y la razón.

La nueva guerra descansa en un lugar y en un tiempo renovados en sí mismos, nunca de nadie. En la necesidad terrorífica de recogerse, de entrar en el delirio, sin defensa, sin ubicar al otro, al enemigo. Sólo el otro de adentro, perseguidor, sádico, omnipotente y destructor en la oscura caverna, adonde tenemos que penetrar humillados, por el margen, en el margen, excluidos y con el peso de la locura a cuestas, más grave y doliente que nunca. El mundo gira en el ansia de apresar lo inasible, aquello que se perdió, está perdido; sin palabras que pueda nombrarlo. ¡Qué depresión!