MARTES Ť 2 Ť OCTUBRE Ť 2001
Una boda teñida de sangre
Nuevos testimonios revelan la presencia de miembros del Batallón Olimpia en el templo de Santiago Tlatelolco el 2 de octubre de 1968
MIREYA CUELLAR
La tarde del 2 de octubre de 1968 había una boda en el templo de Santiago Tlatelolco. Daniel Vargas Anaya y su familia entraron a la iglesia como a las cinco. Llegaron temprano para recibir a los invitados, en su calidad de parientes de la novia. Afuera, en la Plaza de las Tres Culturas, mucha gente esperaba el inicio del mitin convocado por el Consejo Nacional de Huelga (CNH).
Por el interior del templo deambulaban, además de algunos invitados, un grupo de varones jóvenes de pelo corto vestidos de civil. "Gente extraña". Algunos traían un guante blanco en la mano. "Yo no sabía qué pasaba, era un niño como de nueve años, pero recuerdo que esos hombres llamaron la atención de los adultos. Permanecían en las entradas mientras otros subían al coro. Ahí estuvieron mucho rato hasta que se escuchó algo como un cohete y vimos entrar corriendo a varios muchachos..."
Los hombres del guante blanco tomaron entonces el control de la iglesia. Pidieron a todos los invitados replegarse hacía uno de los costados, junto al altar, y cerraron las puertas. Afuera tronaban los balazos y el eco de muchos gritos.
Todo era desazón, recuerda Daniel Vargas a 33 años de aquella boda con pocos invitados, de aquella masacre, en un testimonio que prestó al equipo del Canal 6 de Julio, encabezado por el cineasta Carlos Mendoza, quien desde hace varios años recopila materiales en busca de una explicación a lo ocurrido aquel miércoles de octubre que marcó a una generación, a todo el país.
Las mujeres gritaban. Los hombres del guante blanco pidieron sigilo: "agáchense y permanezcan en silencio". Atravesaron tablones sobre las puertas que dan hacia la plaza y mantuvieron a todos los invitados replegados. A nadie le pasaría nada, los tranquilizaban.
Lo mismo hacía el sacerdote. Pedía calma. Y también que se abrieran las puertas que daban a la plaza. Pero "los del guante blanco" no accedieron. A Daniel -que ofrece su testimonio precisamente frente al templo, la víspera de un aniversario más de la masacre- muchos detalles se le "pierden en la memoria", pero no los gritos de quienes pedían entrar, tampoco los golpes sobre las gigantescas puertas. ƑY después? Sólo el eco de algún grito lejano, disparos. Al final, un largo silencio... "no supimos de cuántas horas".
Los cinco o seis muchachos que entraron corriendo a la iglesia cuando empezó el tiroteo fueron separados del grupo que participaba de la boda por los hombres del guante blanco, quienes no parecían estar armados. Controlaban la situación usando un tono imperativo al hablar. Pero cuando se hizo el silencio aparecieron, por las escaleras del coro, tres hombres que iban de paisano pero portaban armas largas, eran como rifles, recuerda. (En los videos que se han hecho públicos sobre lo ocurrido, algunos transmitidos por la empresa Televisa, el equipo de Mendoza ubicó a cuatro francotiradores en la azotea del templo. Según sus investigaciones, desde ahí salieron los disparos que hirieron al general José Hernández Toledo)
En la curiosidad infantil de Daniel Vargas Anaya no entraban los detalles de la ceremonia religiosa, así que no recuerda si se realizó o no. Años después, en una plática familiar escuchó que el sacerdote -en un momento de las largas horas que pasaron ahí- se acercó a la pareja para declararlos "marido y mujer" y les dio la bendición. Fue una "boda exprés", dice, porque la ceremonia, como la conocemos, nunca se hizo.
Su atención estaba en "la gente extraña", por eso guarda la imagen de los hombres del guante blanco ubicados en el coro y después, una vez que bajaban, la de quienes iban armados y abandonaban la iglesia. Se fueron todos juntos. Antes de salir ordenaron a los asistentes a la boda permanecer dentro. Y apareció entonces un militar, "ese sí llevaba uniforme".
El militar también pidió calma. Los tranquilizaba: aquí adentro no les va a pasar nada. Y pasaron como cinco o seis horas. Ya muy entrada la noche, quizá incluso de madrugada, entró en escena otro elemento del Ejército. "Muévanse", les ordenó, poniendo fin a la espera. Los novios y sus invitados hicieron una fila y, así, en formación, fueron sacados por una de las puertas de la iglesia que se ubica cerca del altar y que da a la parte posterior del templo y a uno de los andadores de la unidad habitacional, usado como estacionamiento.
Todos -no eran muchos los invitados a una boda convocada en miércoles- caminaron en silencio hasta un autobús que, por sus colores, fue identificado como vehículo castrense. En la Plaza de las Tres Culturas y calles cercanas sólo se veían militares, tanques, unidades del Ejército. "Nos dijeron que nos iban a evacuar de la zona y nos ordenaron subir. Así fuimos sacados de Tlatelolco".
Lo siguiente que recuerda Daniel es que llegaron al Toreo de Cuatro Caminos. "Nos pidieron que bajáramos del autobús y a los adultos les dijeron que de lo que acaban de ver no debían contar nada porque sabían exactamente quiénes eran y dónde estaban sus domicilios".
Cuando a las siete de la mañana del 3 de octubre de 1968 sonó la diana en el Campo Militar Número Uno llamando a formación a los miembros del Batallón Olimpia, 64 elementos de los 700 que lo integraban no se presentaron. Las ausencias fueron motivo de escándalo y todo tipo de rumores en el Ejército.
El Batallón Olimpia, cuya existencia algunos llegaron a considerar un mito por la escasa información que hay sobre él, fue el comando de francotirdores que actúo en el fuego cruzado de aquella tarde de octubre que tuvo un saldo de entre 150 y 200 muertos. Para Gustavo Díaz Ordaz fueron 39 y en el monumento a los caídos que se levantó en el centro de la plaza no llegan a 45.
La misión
Su existencia y actuación fueron reconocidas por la Secretaría de la Defensa Nacional 25 años después (en 1993). Sin dar mayores detalles sobre su origen, informó que sus integrantes tenían la misión de detener a los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga. Ellos estaban en los balcones del tercer piso del edificio Chihuahua conduciendo el mitin.
ƑQué hacían entonces algunos miembros de ese batallón en el templo de Santiago? El distintivo del Batallón Olimpia -según todos los testimonios y la evidencia fílmica- era un guante blanco que algunos de sus miembros improvisaron enredando un pañuelo de ese color en la mano o la muñeca. Aunque tenían su origen en el Ejército, actuaban sin unifome.
El equipo del Canal 6 de Julio consiguió entrevistas con dos ex miembros de las fuerzas armadas. En ellas aseguran que los miembros del Batallón Olimpia fueron reclutados en distintas escuelas, una de ellas, la Escuela Militar de Aplicación de Infantería, Artillería, Zapadores y Servicios, conocida como EMAIAZYS, que tenía su sede en Irapuato.
"De ahí fueron tomados algunas decenas de estudiantes, alumnos, que después formaron parte de un grupo que, vestido de civil, atacaba preparatorias y escuelas del Politécnico en los días previos al 2 de octubre. Se sabe que uno de los mandos de este grupo era el mayor (Carlos Humberto) Bermúdez Dávila. Estaba formado por alrededor de 700 elementos que venían de varias ciudades de la República.
Estos vivían en unas barracas en el Campo Militar Número Uno. Estaban al mando del capitán Careaga y habían tenido muchos problemas con elementos del Primer Batallón de Fusileros Paracaidistas, que estaban ahí, junto a ellos. Tuvieron hasta pleitos con arma de fuego. Estos elementos no eran buenos, eran difíciles de carácter", narra la fuente.
El 18 de septiembre de 1968 el Ejército ocupó Ciudad Universitaria. Cinco días más tarde el Casco de Santo Tomás del Politécnico. Tras las acciones visibles del Ejército, algunas fuerzas actuaron en secreto. Las revelaciones póstumas del secretario de la Defensa, general Marcelino García Barragán, dadas a conocer en 1999, señalan al también general Luis Gutiérrez Oropeza -jefe del Estado Mayor Presidencial de Díaz Ordaz- como responsable de que Guardias Presidenciales desarrollaran actividades terroristas y de provocación durante el conflicto estudiantil.
García Barragán asegura en sus memorias de esos días -Parte de guerra- que la noche del 2 de octubre recibió una llamada del general Gutiérrez Oropeza pidiéndole que se respetará la vida de dos francotiradores bajo sus órdenes sitiados en un departamento del edificio "Chihuahua", el cual había sido tomado por el Ejército.
Durante muchos años el gobierno acusó a los estudiantes de ser agitadores comunistas. La balacera fue presentada como una reacción del Ejército a la agresión de los jóvenes. Aunque a pedazos, se ha ido desmoronando la historia oficial. Hoy, como cada año desde entonces, cientos marcharán, aunque sea sólo para combatir el olvido, ante la falta de interés oficial por ofrecer la verdad.