SABADO Ť 29 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001
 William Hartung Ť

La guerra de Bush contra el terrorismo: ¿quién la va a pagar y quién se va a beneficiar?

En los primeros días después de los ataques contra el Pentágono y el World Trade Center, el presidente George W. Bush ya había descrito estos atentados como actos de guerra, con lo que preparó el escenario para la introducción a una nueva "guerra contra el terrorismo". El Congreso rápidamente aprobó un paquete de fondos de emergencia por 40 mil millones de dólares, que sería dividido equitativamente entre los esfuerzos de reconstrucción doméstica y el apoyo a las agencias federales que estarán involucradas en la lucha contra el terrorismo.

attacks_kids_art_4zlRetomando el tema que ya había sido ejecutado anteriormente por el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, el presidente aseveró previamente a la sesión del Congreso, el 20 de septiembre, que la guerra contra el terrorismo que llevaría a cabo su administración sería un esfuerzo multifacético y a largo plazo, en el que se acompasarían acciones encubiertas, golpes militares, iniciativas diplomáticas y medidas de seguridad interna (que fueron subrayadas con la creación de un gabinete de seguridad interna, con nivel de departamento, que estaría encabezado por el gobernador de Pensilvania, Tom Ridge).

El discurso fue largo en decisión y corto en detalles sobre los costos y las consecuencias de esta aparentemente ilimitada campaña antiterror. El 21 de septiembre, el diario The Guardian publicó una nota titulada "Memorándum secreto revela planes de Estados Unidos de derrocar al régimen talibán". Con base en cables diplomáticos de Estados Unidos dirigidos a un aliado clave de la OTAN, The Guardian indicaba que Washington buscaba los puntos de vista aliados sobre el "Afganistán postalibán, tras la liberación del país". Las tácticas estadunidenses para lograr este objetivo incluirían, según se informó, utilizar al monarca exiliado afgano de 86 años, el rey Zahir Shah, como un punto de convergencia para la opositora Alianza del Norte y otras tribus afganas para unirse y derrocar al régimen talibán.

Mientras tanto, se reportó que naves de transporte aéreo y equipo de inteligencia estadunidenses estaban aterrizando en la ex república soviética de Turkmenistán, que colinda con Afganistán, para ser usados en apoyo de la campaña antitalibán.

Lejos de representar un "nuevo enfoque", las opciones militares ofrecidas por la administración Bush -valerse de bombardeos masivos, dejar suelta a la CIA para permitir el asesinato de líderes extranjeros y armar a grupos rebeldes para presionar a los regímenes que supuestamente apoyan a grupos terroristas- son una colección de políticas fallidas del pasado.

La última vez que Estados Unidos armó a grupos opositores en Afganistán, se ayudó a plantar las semillas de la red terrorista de Bin Laden, entre otras cosas.

Bombardear Afganistán implica la muerte de civiles inocentes, lo que difícilmente es la manera de mostrar al mundo que matar a civiles está mal. Y dejar en libertad a las agencias estadunidenses de inteligencia para cometer asesinatos y caos, cuando ni siquiera son capaces de cumplir su misión original -la de recolectar información secreta a tiempo-, es un enfoque muy cuestionable en el rastreo de redes del terror, para decirlo de manera suave.

Antes de apresurarnos hacia una guerra existe la necesidad de un debate nacional mucho más vigoroso sobre la mejor manera de proteger a los civiles y prevenir la violencia contra ellos, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo.

¿Un cheque en blanco para el Pentágono?

philippines_us_attacksPese a que ha habido una cantidad considerable de comentarios editoriales sobre la necesidad de revaluar la estrategia de defensa de Estados Unidos a la luz de los ataques del 11 de septiembre, hasta ahora parece que todo continúa como siempre. Un artículo publicado en Defense News, en la edición número 23 del pasado 17 de septiembre, indica que unos 12 mil millones de los 40 mil millones de los que consta el paquete de emergencia, está destinado al Pentágono, pero cita a un oficial de esta dependencia diciendo que los fondos de emergencia "no tendrán nada que ver con los esfuerzos de rescate y emergencia". El oficial declara además que "esto no tendrá nada que ver con la respuesta de represalia a los ataques del 11 de septiembre. El financiamiento se destinará a satisfacer una lista de cosas que el departamento militar ha solicitado durante varios años".

El analista presupuestal, Christopher Hellman, del Centro de Información de Defensa, ha sugerido que el gasto militar para el año fiscal que comienza el 1o. de octubre de 2001 podría llegar a 375 mil millones de dólares. El subsecretario de Defensa Wolfowitz ha confiado que los fondos de emergencia son sólo el primer pago correspondiente a un mayor incremento en el gasto del Pentágono, y analistas conservadores, como Loren Thompson, del Instituto Lexington, han sugerido que es posible que el Congreso podría en estos momentos estar más dispuesto a llevar el presupuesto del Pentágono a 400 mil millones anuales o más; una cifra que hasta hace unos meses no era más que un sueño de opio de la derecha.

El incremento en el gasto del Pentágono es una buena noticia para sus principales contratistas, que son de las pocas compañías que mostraron incrementos en los precios de sus acciones cuando los mercados volvieron a abrir después del 11 de septiembre.

Entre los principales ganadores en la semana del 17 al 21 de septiembre estaban los principales contratistas militares y especiales como Raytheon (+37 por ciento), L-3 Communications (+35.8 por ciento), EDO (+24.8 por ciento), Alliant Tech Systems (+23.5 por ciento) y Northrop Grumman (+21.2 por ciento ).

Como señaló James Dao, del New York Times, algunas compañías ya están imponiendo sus productos al Pentágono, ante los ataques del 11 de septiembre: "Muchos contratistas militares han titubeado ante la posibilidad de hablar públicamente de que sus prospectos económicos mejoraron. 'Esta es una manera horrible de hacer dinero', afirmó un cabildero".

009f1.jpgPero otras compañías, como Continental Electronics, han empezado a cabildear abiertamente por nuevos negocios, hasta llegar al grado de hablar directamente con el Pentágono. "Creemos que nuestros radiotransmisores serán necesitados con desesperación en lugares como Pakistán", dijo John Uvodich, presidente de la compañía. "Sólo estamos tratando de que la gente en Washington sepa que estamos aquí para ser útiles".

Un acercamiento lógico a reformar el Pentágono sería establecer algunas prioridades, y no solamente aventar dinero al problema bajo el disfraz de la lucha contra el terrorismo. Sistemas como el costoso avión de combate F-22, el aparatoso sistema de artillería Crusader y el programa de defensa antimisiles de la administración, con un costo de 8 mil 300 millones de dólares, parecen muy irrelevantes ante amenazas sin refinamiento técnico alguno como fueron los ataques del 11 de septiembre.

Pero, como dijo Joseph Cirincione, del Fondo Internacional Carnegie para la Paz: "Trágicamente, algunos están usando esta terrible desgracia para justificar sus programas ya existentes; basta pegarle una etiqueta de 'antiterrorismo' a la defensa misilística y el presupuesto aumenta".

Así como nadie en la administración de George W. Bush ha explicado adecuadamente por qué se espera que una respuesta militar al terrorismo sea efectiva, nadie ha indicado por qué un presupuesto de 375 mil millones de dólares -comparable a lo que Estados Unidos estaba gastando durante la guerra fría contra un adversario con cuatro millones de tropas y miles de armas nucleares- no es suficiente para combatir a una serie de redes terroristas cuyos miembros se cuentan en miles, no en millones.

Sobre el sistema de defensa misilística

A pesar del hecho de que un número considerable de observadores informados, incluido el presidente del Comité de Relaciones Exteriores, Joseph Biden, del estado de Delaware, han señalado que los ataques del 11 de septiembre subrayan la irrelevancia del costoso esquema de defensa antimisiles promovido por la administración Bush, en lo referente a enfrentar las más inmediatas amenazas a la seguridad de Estados Unidos; el programa podría recibir un empujón a corto plazo, dentro del ambiente de "consenso" que reina actualmente en el Capitolio.

009f2.jpgPocos días después de los ataques, el New York Times informó que demócratas clave del Capitolio no querían parecer partisanos peleándose por el sistema antimisiles en ese momento. Pero como correctamente señaló Tom Collina, de la Asociación de Científicos Comprometidos, "existe un peligro real de que por esta crisis, los demócratas se den por vencidos en la batalla, lo que sería una verdadera lástima".

El presidente del Comité de Servicios Armados, Carl Levin, aceptó por lo pronto postergar una enmienda que hubiera limitado la capacidad de la administración para llevar a cabo ensayos y otras acciones que hubiesen violado el Tratado Antimisiles Balísticos. Prometió introducir la medida más tarde, como tema independiente.

Mientras, los promotores de la Star Wars están usando analogías domésticas para sugerir que necesitamos medidas antiterroristas y defensa misilística, diciendo cosas como "sólo porque el agresor entró esta última vez por la entrada principal, no quiere decir que por eso vamos a dejar de cerrar la puerta de atrás", o bien "sólo porque tenemos seguro contra robo no quiere decir que vamos a dejar de comprar un seguro contra incendio". Estas comparaciones están totalmente fuera de lugar.

Dado lo extremadamente remoto que es el que un Estado con armas nucleares, ya no digamos un grupo terrorista, lance un ataque con misiles nucleares contra Estados Unidos, sería una analogía mucho más exacta algo así como "ahora que se nos quemó la casa, tal vez debamos dejar de gastar todo nuestro dinero en un seguro contra asteroides".

Esperemos que la moratoria en el Capitolio sobre las críticas a la defensa misilística termine pronto, antes de que miles de millones de dólares adicionales se viertan hacia este peligroso e inoperable proyecto. Esperemos también que la actual posición irresponsable del Capitolio de lanzar dinero de manera acrítica al Pentágono, ante los ataques del 11 de septiembre, se deje a un lado en favor de un vigoroso debate público sobre la mejor manera de prevenir el terrorismo.
 
 

Traducción: Gabriela Fonseca

Ť William Hartung es presidente adjunto del New School University's World Policy Institute y director del Centro de Investigaciones para el Comercio de Armas. También es autor del libro And weapons for all.