El caso Vanunu y el poderío nuclear israelí
Mordecai
Vanunu (en la foto) ofreció al mundo evidencias de que Israel estaría
fabricando armas nucleares. Una mujer que trabajaba para el Mossad, el
servicio secreto israelí, lo sedujo y le pidió viajar con
ella de Londres a Roma, donde lo secuestraron y fue llevado a Israel, para
ser condenado a 18 años de prisión. Su caso ha propiciado
la solidaridad internacional aunque hasta la fecha Israel niega que posea
armas nucleares, entre otras cosas porque eso significaría el fin
de la ayuda militar y económica estadunidense, y que las poblaciones
árabes presionaran a sus gobiernos a desarrollar arsenales similares
Rubén Moheno
Un día de otoño de 1986, Mordecai Vanunu caminaba por Leicester Square cuando encontró a una atractiva rubia que dijo ser turista estadunidense y llamarse Cindy. Las cosas sucedieron muy rápido y ellos dos empezaron a salir juntos.
Vanunu creyó tener mucha suerte, porque hasta entonces se hallaba frustrado e irritado de permanecer en Londres más tiempo que el previsto. Durante semanas, los reporteros del Sunday Times y los científicos contratados por ellos lo habían sometido a intensos interrogatorios para precisar su información y analizar sus fotografías. Les preocupaba la competencia de otros medios, y más aún la posible intervención del servicio secreto exterior de Israel, Mossad. Así que lo movieron de hotel en hotel, hasta colmar su paciencia.
El quería que apareciera ya en el periódico su revelación de los secretos nucleares militares de Israel, para después ir a otra parte a seguir su vida. Tal vez con Cindy ahora.
Vanunu había nacido en una familia marroquí judía que migró a Israel cuando él tenía unos nueve años. Ahí creció e hizo el servicio militar. Al dejar el ejército entró a trabajar a una fábrica en Beersheba, desierto de Negev, que se anunciaba como centro de investigación nuclear. Pagaban bien y era la mayor industria cercana a su casa. Se llamaba Dimona y era un reactor nuclear en realidad.
Dimona
producía plutonio para el programa de armamentos nucleares de Israel,
pero a él no le importó en absoluto porque no era un hombre
politizado. Se politizó con los estudiantes palestinos de la Universidad
de Beersheba, donde tomó cursos nocturnos en filosofía. Se
volvió abiertamente pro palestino y adverso a la ocupación
israelí, sobre todo después de la invasión a Líbano.
Se hizo activista contra la ocupación a pesar de que trabajaba en
Dimona.
A los nueve años de trabajar allí sintió la necesidad de decir al pueblo de Israel lo que sucedía a sus espaldas. Una noche, metió a escondidas una cámara fotográfica a las instalaciones y tomó un par de rollos de cada lugar del laboratorio al que pudo entrar. Eso debió ser durante el verano de 1985. En otoño de ese año lo despidieron, junto a muchos otros empleados, y recibió una muy buena liquidación.
Tenía 31 años y era soltero; vendió su casa, tomó todo su dinero, empacó su ropa, sus libros, los rollos sin revelar y se fue a viajar por el mundo.
Anduvo por la Unión Soviética, luego por India (estuvo en un ashram), después fue al sureste de Asia. En mayo de 1986 llegó a Australia, donde no conocía a nadie. A los dos o tres días de andar en Sydney, sintiéndose muy solo, hizo contacto con una iglesia anglicana de un barrio pobre que hacía trabajo social. Decidió quedarse ahí. Hizo pequeños trabajos para la iglesia; entró a un grupo de estudios de la Biblia y a otro que discutía los problemas del mundo, que entonces trataba sobre armas nucleares.
Un día mencionó que él no sabía mucho de armas nucleares pero había trabajado en un laboratorio de ese tipo en Israel. Entonces, el líder del grupo dijo: "Bueno, Mordecai, ¿por qué no das una pequeña plática sobre armas nucleares?" Vanunu añadió: "También tengo algunas fotografías". El líder dijo: "Bien, ¿por qué no das una plática ilustrada?". En ese momento buscó los rollos en su mochila y los llevó a una tienda de revelado en la esquina de enfrente.
Al cabo de unas semanas se corrió la voz en Sydney de que un individuo decía ser trabajador nuclear de Israel y traía fotos de una planta nuclear. La prensa australiana le puso poco interés, pero The Sunday Times decidió enviar a uno de sus mejores reporteros, Peter Hounam.
Hounam llegó a Sydney, llamó a la iglesia e hizo contacto con Vanunu. Su historia le parecía creíble. Concluyó que él era sincero y no le interesaba el dinero en absoluto sino revelar la producción de armas nucleares en Israel. Hounam llamó a su oficina, y el Times respondió: "Tráelo acá y lo estudiaremos un poco más". Días después de que Hounam llegó a Sydney, Vanunu se bautizó con el nombre "John Crossman"; al llegar a Londres era un cristiano converso.
El meollo del asunto es que Israel nunca ha querido reconocer públicamente sus armas nucleares: eso le impediría recibir las enormes sumas de ayuda militar y económica estadunidense. Tampoco quieren alentar a las poblaciones árabes que rodean a Israel a que presionen a sus gobiernos (no muy dignos de confianza, tampoco) a que desarrollen armas nucleares. La línea oficial ha sido: "Israel no será el primero en introducir armas nucleares en el Medio Oriente".
La vaguedad nuclear israelí, sostenida por décadas, ha permitido a Estados Unidos y a sus aliados de la OTAN exigir a rusos y a chinos que no ayuden a Irak o a Irán a equiparse con armas nucleares, sin que se les acuse de mantener una doble moral respecto a Israel. Los vecinos de éste, principalmente Egipto, reclaman que las instalaciones nucleares de Israel queden bajo supervisión plena. Es otra buena razón para la política de vaguedad nuclear. Si Israel admitiera tener armas nu- cleares estaría sujeto a supervisión y su fuerza nuclear exacta sería del dominio público. El siguiente paso sería que El Cairo y otros gobiernos exigirían el desarme nuclear de Israel como precondición para firmar cualquier tratado de paz adicional.
Las revelaciones de Vanunu demostrarían que la opción final existe: Israel desarrollaría una opción nuclear, pero se contendría en adoptar una política disuasiva explícita (deterrence): "Quiero que pienses que tengo armas nucleares, pero no voy a declararlas y no las expondré al público".
Por todo eso, y más, el Sunday Times alargó sus estudios hasta tener las cosas bien claras. Mientras tanto, gracias al encuentro con Cindy, Vanunu había cambiado su estado de ánimo para embarcarse en una relación sentimental.
En un momento dado, Cindy propuso escapar del frío londinense hacia un lugar más cálido; ¿por qué no pasar juntos un fin de semana en Roma, donde ella tenía facilidades? Era una razón meteorológica de peso, que además daría tregua a los nervios de Vanunu; y a Roma viajaron los dos el 30 de septiembre de 1986.
Al llegar a esa ciudad, Cindy y Vanunu tomaron un taxi que los llevó a un apartamento céntrico. Una vez dentro, él vio venir a varios hombres, que lo golpearon hasta la inconsciencia. Eran asaltantes del Mossad, quienes luego de drogarlo lo pusieron en un buque rumbo a Israel.
El 5 de octubre de 1986, cinco días después de la desaparición de Vanunu, su historia fue publicada en el Sunday Times. El mundo se impactó con el primer testimonio autorizado de que el pequeño Israel se había convertido en potencia nuclear. El reporte ocupó la primera plana y se extendió a dos o tres páginas interiores. No sólo confirmó que Israel construía armas nucleares, lo que sospechaba todo el mundo, sino reveló que su inventario acumulado lo igualaba en número y calidad con los ingleses, los franceses o los chinos.
Vanunu
debió enterarse después de que, en realidad, "Cindy" era
una agente free-lance contratada por el Mossad. Su nombre real es
de dominio público ahora, y vive en Orlando, Florida. Ella tiene
la doble nacionalidad estadunidense e israelí y hace trabajos sucios
para el Mossad. Sin eufemismos, fue sólo la carnada de un equipo
que se estableció en Londres para atrapar a Vanunu. A él
y a Hounam los seguían desde Australia, debido a un informe del
servicio secreto de ese país.
Shimon Peres, actual ministro de Relaciones Exteriores de Israel, ha sido el arquitecto del programa de armamentos nucleares de Israel y fue el primer ministro que ordenó la operación que llevó a Vanunu a Israel.
En el juicio a puerta cerrada que le hicieron allí, Peres dijo estas palabras sobre el armamento nuclear de Israel: "Se debe mantener una cierta dosis de secreto en algunos campos. La sospecha y la niebla que rodean esta cuestión son constructivas, porque aumentan nuestro poder de disuasión". También señaló que existen ciertos asuntos que "el público no desea conocer".
El comisionado para la seguridad del Ministerio de Defensa de Israel, cuyo nombre se mantuvo en secreto, señaló en aquel juicio: "Simplemente falló el sistema, no detectamos a Vanunu a tiempo."
Luego mostraron las fotografías del Sunday Times a un representante del Estado de Israel, que en el juicio se identificó como "Giyora". El dijo que, ciertamente, "los objetos fotografiados estaban presentes en Dimona" y que si los viera una persona familiarizada con el tema nuclear, "podría deducir algo". 'Giyora' aceptó que el doctor Barnaby, un científico que habló con Vanunu en Londres, era un experto de reputación internacional.
Si admitiera tener armas nucleares Israel estaría sujeto a supervisión y su fuerza nuclear exacta sería del dominio público. El siguiente paso sería que El Cairo y otros gobiernos exigirían el desarme nuclear de Israel como precondición para firmar cualquier tratado de paz adicional
Vanunu fue cuestionado: ¿si consideraba lo que sucedía en Dimona como demencia de unos cuantos lunáticos, por qué no hizo contacto con las autoridades pertinentes? El respondió: "No estoy seguro de que ellos no estén locos también".
A pesar de estas revelaciones, y de que todo el mundo lo considera un hecho, Israel sigue sin reconocer oficialmente su capacidad nuclear militar.
Investigadores independientes, fuentes francesas, inglesas y otras, han señalado la desaparición de un equipo de producción nuclear que estaba en Pennsylvania, y que "aparentemente se enfiló hacia Israel". Es sabido que en ciertos encargos de aviones de guerra estadunidenses los funcionarios israelíes piden que estén equipados para portar armas nucleares. Este año, la CIA reportó al Congreso estadunidense que estimaba que Israel tenía unas 40 bombas nucleares para la opción final. También cuenta con submarinos construidos en Alemania que le permitirían una segunda opción de ataque nuclear, después de una eventual derrota convencional.
La ambigüedad nuclear israelí no ha variado, pero a partir de Vanunu las cosas están claras, ya no hay ningún equívoco (o "batiburrillo", palabra castrada que emplearían los de esa condición).
A Vanunu lo condenaron por ayudar al enemigo en tiempos de guerra; proporcionar información secreta con la intención de dañar la seguridad del Estado. Lo sentenciaron a 18 años de prisión a partir de su arresto, el 7 de octubre de 1986 (nótese que la fecha no incluye el secuestro), y está recluido en la prisión de Ashkelon, en Shikma, al sur de Israel.
Ha cumplido ya 15 de sus 18 años de condena, 12 de ellos confinado en total aislamiento solitario. Salió de esa atroz condición pero aún se encuentra aislado psicológicamente, porque le aplican medidas extremas de seguridad: sólo pueden visitarlo parientes cercanos, sus abogados, y un sacerdote, si encuentra uno. El propósito evidente es quebrarlo. Al parecer, esperan que al salir sea una especie de idiota balbuceante, al que podrían soltar tranquilamente sin que nadie se ocupe de él. Pero Vanunu es sumamente tenaz, y su resistencia lo ayuda.
El niega haber tenido ningún interés monetario. Se reconoce a sí mismo como el que "dio el pitazo", guiado por razones humanitarias, para mostrar al mundo que Israel es la sexta potencia nuclear: "Yo digo claramente que hice lo que hice por una convicción interna profunda y lo haría de nuevo ?dijo él?. Creo que fui valiente. Fui el único que hizo frente a todo el establishment de Israel para decir lo que yo creía. Lo hice preocupado por esta sociedad, a pesar de que a Israel le gusta mostrarme como enemigo público número uno".
Hay campañas de apoyo a Vanunu en Estados Unidos, Inglaterra, Israel y Noruega. Esta última reclama que Israel restituya el agua pesada que le proporcionó para fines pacíficos. La actriz británica Susannah York es decidida partidaria de Vanunu, en campaña por su liberación.
Las autoridades de Israel dijeron al hermano de Vanunu, Asher, que lo liberarán el 22 de abril del 2004. Es decir, sólo unos seis meses de rebaja antes de cumplir los 18 años de condena. El 12 de mayo, el periódico israelí Ha'aretz publicó que las autoridades israelíes han decidido que Vanunu no podrá abandonar el país una vez que haya cumplido su sentencia de 18 años. Estará bajo constante vigilancia, y si despertara sospechas de que trata de revelar información nueva sobre las capacidades nucleares de Israel (que saben él no posee), lo arrestarán y juzgarán nuevamente.
Un ángulo conmovedor del caso es que ahora Vanunu cuenta con padres adoptivos, quienes idearon esa fórmula para que él pudiera recibir más visitas solidarias. Se trata de los viejos e intensos luchadores civiles estadunidenses Mary y Nick Eoloff. Ellos poseen un valor y una fe inquebrantables, que hacen recordar en algo a los "Smith", en la novela Los comediantes, de Graham Greene. Los Eoloff dicen estar motivados para "cumplir los buenos propósitos, vivir con humildad, y combatir el mal".*