¿La historia se repite?
En la detención de cinco presuntos integrantes de las FARP muchos han encontrado ecos de las prácticas de guerra sucia ocurridas en los setenta. Hace 30 años, los secuestros, torturas y desapariciones eran moneda corriente. En la cruzada contra las guerrillas, las fuerzas del orden la emprendieron no sólo contra los presuntos rebeldes, sino también contra sus familias. Este es el relato de lo vivido por la familia del legendario guerrillero guerrerense. Otro caso para la postergada comisión de la verdad que el gobierno de Fox no se decide a crear
Laura Castellanos. Fotos: cortesía de la familia Vázquez Solís
Apenas el niño secuestrado dormitaba, uno de sus captores le dejaba caer un manotazo y le soltaba repentinamente: "¡Gabriel!"... El pequeño, sobresaltado, se incorporaba y respondía: "Mándeme". Los hombres desconfiaban de que el niño que decía llamarse Gabriel Fernández Ramírez estuviera diciendo la verdad, por lo que cuando volvía a cabecear, se repetía el interrogatorio.
Así
pasó toda la tarde y la noche. Estaba en una oficina del Servicio
Secreto en Tlaxcoaque. Solo, con hambre y sed, sin poder ir al baño,
sabía que tenía que cumplir la instrucción dada por
su madre a él y sus hermanos: "Si algún día alguien
se los lleva por la fuerza, nunca digan su verdadero nombre. Cada uno escoja
el que quiera, tienen que memorizarlo".
Y él había elegido el de Gabriel Fernández Ramírez, porque quizá el suyo, Genaro Vázquez Solís, en honor a su padre, no le hubiera permitido ser liberado.
Ese día de fines de junio de 1971, la vigilancia de la casa de la familia del guerrillero Genaro Vázquez en la colonia Gabriel Ramos Millán se había intensificado. Su esposa, la maestra Consuelo Solís, de rostro afilado y negra cabellera, era la jefa del hogar y custodia de una familia integrada por sus hijos (dos niñas y cuatro niños), dos sobrinas adolescentes y dos ancianas.
La notoria movilización de carros con agentes le hizo temer una irrupción violenta en su casa, por lo que se aprestó a preparar a sus hijos para enfrentar lo peor. Les hizo hincapié en el cambio de nombre y en que dijeran que eran alumnos de su grupo de regularización, y mencionaran una dirección y nombres de familiares falsos. En especial le parecía que Genaro, por su nombre, era el más vulnerable, por lo que dispuso que fuera sacado apresuradamente por su sobrina Blanca, de 15 años, acompañada de su novio Luis.
El niño tenía ocho años: "Yo recuerdo que mi mamá me peinaba, me estaba poniendo mi suéter y me estaba aleccionando. Salimos, dimos la vuelta por el mercado y nos salieron dos carros, uno adelante y otro atrás, y nos apuntaron; golpearon a Luis y nos subieron, y lo primero que hago, casi sin hablar, entre señas, es preguntarle a mi prima: '¿cómo me llamo?' y me dice 'Gabriel, no pasa nada', y vamos unas calles más adelante, y se me vuelve a olvidar, y le pregunto como en cuatro ocasiones. Tenía mucho miedo".
Al bajarlos, el niño alcanzó a preguntar por última vez. Ya no se le olvidó la lección. Los separaron. A él lo subieron por un elevador y lo dejaron en una oficina. De pronto entraba algún agente y el niño era interrogado sobre sus particulares. En la madrugada soltaron a Luis y a Gabriel. Blanca permaneció secuestrada una semana.
Ellos ignoraban que en ese mismo lugar estaba Concepción Solís, hermana de Consuelo, luego de ser capturada días antes y sometida a atroces torturas. Ella era parte del brazo urbano de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), la organización armada de Genaro Vázquez. A escasos días de la matanza del Jueves de Corpus la familia del guerrillero guerrerense era utilizada para intimidarlo.
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La
persecución no era nueva. Genaro y Consuelo fueron participantes
activos en el Movimiento Revolucionario del Magisterio y él había
creado la Asociación Cívica Guerrerense (ACG), que intervino
en la caída del gobernador de su estado natal, el general Raúl
Caballero Aburto. Ambas actuaciones lo habían hecho visible ante
los ojos del gobierno federal, al mismo tiempo que también lo era
su familia en la colonia Gabriel Ramos Millán.
A una cuadra de la casa de la maestra Consuelo, en la calle Tlacotal, se instaló vigilancia. Casi en contraesquina "había lavaderos públicos, ahí íbamos a lavar y pusieron una caseta de policía".
Genaro iba y venía de la ciudad de México a Guerrero. Un mitin organizado por la ACG para protestar por lo que consideraban un fraude electoral para imponer al nuevo gobernador priísta del estado, Raymundo Abarca Alarcón, fue reprimido en diciembre de 1962 en Iguala. El saldo extraoficial fue de entre siete y 28 muertos y la ACG fue perseguida.
El incrementó su trabajo en la ciudad de México. Se integró al naciente Movimiento de Liberación Nacional (MLN), creado por el general Lázaro Cárdenas en 1963. Tres años después fue secuestrado afuera de las oficinas del MLN y estuvo preso en la cárcel de Iguala dos años.
En 1968 un comando armado lo liberó, él entró en la clandestinidad y la ACG, ya transformada en Asociación Cívica Nacional Guerrerense, se convirtió en la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria. Al optar por la vía armada el acoso contra la familia se recrudeció. Sobre todo después del primer secuestro cometido por ellos, el de Donaciano Luna Radilla, gerente de la sucursal de Atoyac del Banco del Sur, por quien pidieron un millón de pesos, y quien fue liberado a los ocho días.
Como consecuencia el padre de Genaro y 50 campesinos fueron secuestrados: "Supimos que lo tenían en el Campo Militar Número 1 ?dice Consuelo?. Allí adentro se les puso muy grave, lo tuvieron que operar de apendicitis. Lo torturaron, le decían que tenían a su familia allí y que tenía que confesar dónde estaba su hijo. La verdad él no sabía, porque trabajaba para el estado, había sido agente del Ministerio Público de Atoyac, y presidente del mercado de Acapulco. Estuvo preso un año".
El 11 de abril de 1971 la ACNR realizó otro secuestro. Se trató de Agustín Bautista Cabrera, hijo de Jorge Bautista, a quien en un comunicado calificaban de "cacique explotador, perseguidor y asesino de campesinos; guía del Ejército y apoyo oficial". La acción, decía el documento, era en represalia por el asesinato de seis jornaleros. La familia no entregó el rescate exigido de 350 mil pesos y Bautista Cabrera fue ejecutado.
Como respuesta, a los dos meses fueron víctimas de detenciones forzadas Concepción Solís, el hijo de Genaro, su sobrina y su novio, en la colonia Ramos Millán.
También hubo otro tipo de represión: se desató una campaña difamatoria contra la familia. Recuerda Concepción: "Mi hermana Consuelo, que no le alcanzaba con el raquítico sueldo de maestra para mantener a todos, siempre daba clases de regularización. Fue tanta la vigilancia y el desprestigio que se quedó sin alumnos".
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El
último año de la vida del líder de la ACNR fue una
pesadilla para Consuelo: "Tenía mucho miedo. Temía que se
llevaran a mi familia. Por la azotea llegué a sacar a mis hijos
porque estábamos rodeados. Hubo una ocasión en que tuve que
esconderlos en diferentes casas alejadas de aquí: dos en un lugar,
dos en otro lugar, y así, y yo aquí".
El secuestro del pequeño Genaro intensificó el terror vivido en su mundo y en el de sus hermanos: "Yo recuerdo haber escuchado que en las noches trataban de forzar la puerta. Sentía que el corazón me tronaba y tenía miedo de que ellos oyeran que mi corazón estaba tronando fuerte. Fue angustiante ese periodo. Nos cerraban la puerta con llave y nos decían 'no pueden salir y no se asomen, jueguen aquí adentro, apaguen las luces'".
Se acercaba el fin del año 1971, era la víspera del llamado invierno trágico en el calendario de la guerrilla en México, periodo en el cual serían detenidas y aniquiladas diversas organizaciones armadas del país.
El 9 de septiembre fueron aprehendidos en la zona de Atoyac siete integrantes de los grupos de Lucio y Genaro; todos fueron identificados como miembros de la ACNR, trasladados al Campo Militar Número 1 y torturados.
Genaro temía por la vida de sus familiares, y a través del licenciado José Rojo Coronado realizó un infructuoso intento porque fueran exiliados en Cuba, al tiempo que simultáneamente planeaba su última acción que tenía como objetivo la liberación y el traslado de sus militantes presos a la isla. Se trataba del secuestro de Jaime Castrejón Díez, rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, gerente de la Coca Cola y ex presidente municipal de Taxco.
El operativo se realizó exitosamente el 20 de noviembre, se dio a conocer el 26, y un día después era cumplida la demanda de transportar a Cuba a ocho integrantes de la ACNR, entre ellos la hermana de Consuelo, Concha Solís, así como a Mario Menéndez, director de la revista ¿Por qué?, y eran excarcelados algunos de los 14 simpatizantes de Lucio Cabañas que estaban desaparecidos y que erróneamente habían sido aprehendidos y señalados como miembros de la ACNR.
Genaro
había logrado ocultarse en Cuernavaca cuando fue localizado el automóvil
Coronet utilizado en la acción. Se vino una escalada de secuestros,
entre ellos el de Consuelo, una sobrina suya, y el del hermano y el sobrino
de un ex integrante de la ACNR que vivía en Vallejo. A unos pasos
de su destino Consuelo se percató de una sospechosa movilización
y alcanzó a avisar a José Rojo Coronado del inminente secuestro,
lo que le salvó la vida. Todos fueron llevados a los separos de
Tlaxcoaque.
"Me sometieron a un interrogatorio -recuerda Consuelo-, me enseñaron fotografías y me preguntaban si los conocía. Me dieron unas buenas bofetadas. Al segundo día que estuve ahí llegó otro grupo, en el cual participaba Paquita Calvo Zapata, del FUZ (Frente Urbano Zapatista). Me di cuenta de varios compañeros presos, como de Elpidio Ocampo, que de ahí fue trasladado al Campo Militar Número 1 y ya nunca se le volvió a ver".
La rápida intervención de Rojo Coronado logró que un juez diera curso a la demanda de amparo interpuesta para que las víctimas fueran sacadas del cautiverio el 29 de enero. La madrugada del 2 de febrero Genaro moría en un sospechoso accidente en la carretera México-Morelia.
El hostigamiento y la vigilancia notoria contra la familia Vázquez Solís aminorarían luego de la amnistía de 1978. Sin embargo, para América, la hija mayor de Genaro, ésta no ha desaparecido del todo: "Nuestro teléfono siempre está bloqueado. Nos hemos dado cuenta de que seguimos siendo objeto de un tipo de vigilancia, sobre todo cuando hay problemas en el país".
Su hermano Genaro dice que ahora con las detenciones de supuestos familiares de militantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP) la historia se repite, pero con una variante: "El aparato represivo del Estado está intacto, pero creo que los medios de comunicación, la sociedad, los partidos políticos, han generado un ambiente propicio para la defensa de los derechos humanos de los detenidos. En la ciudad ya no los desaparecen; en el campo, aún es más fácil hacerlo".
Y señala: "Nuestra familia ya vivió la experiencia
armada de distintas formas, a través de la represión, y entendemos
que una guerra no le sirve alpaís. Nuestra familia ha optado hoy
por una lucha democrática, abierta. Estamos convencidos de que la
de las armas, hoy, no es la vía a la cual pudiéramos recurrir
para hacer las grandes transformaciones que requiere este país".
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