La guerra contra los polleros
Los polleros son el enemigo número uno para los gobiernos de México y Estados Unidos. La cruzada contra estas bandas aparece como una suerte de cortina de humo que pretende ocultar el costo de políticas de sellamiento fronterizo que han propiciado cruces cada vez más peligrosos y, paradójicamente, el fortalecimiento de las mafias que pretenden combatir. En la guerra que se libra a diario hay bajas, claro, pero la mayoría de los que caen no son las cabezas de las bandas internacionales sino, como en el narcotráfico, los "guías" y choferes, las piezas más pequeñas y reemplazables de una maquinaria internacional
ARTURO Cano
Samuel
Medina Jiménez había escuchado la oferta muchas veces: "Ora,
gordo, llévate unos pollos". Siempre había dicho que
no y que no. Pero ese día tomó una decisión que cambiaría
su vida. "Nunca había visto tanto dinero junto", le confesó
a su hijo Ricardo tiempo después. El miércoles 25 de julio
un par de sujetos que solían rondar la pensión para traileros
en Tapachula, Chiapas, convencieron a Samuel de hacer un viaje especial.
Por la noche se lo llevaron al Ejido La Libertad, en el municipio de Suchiate,
y cuando se acercaban al rancho donde subirían la carga lo metieron
al camarote del tráiler. Ahí estuvieron hasta las cuatro
y media de la madrugada, cuando arrancaron el vehículo. Al llegar
a la autopista costera, los dos sujetos se apearon del pesado tráiler,
le pagaron el dinero convenido y le dieron las últimas instrucciones:
una persona lo abordaría en la caseta de cobro al entrar a la ciudad
de México y le indicaría dónde entregar la carga.
Samuel Medina pasó dos retenes sin problemas. En el tercero, la suerte lo abandonó. En el informe oficial quedó asentado que a las 7:30 del jueves 26 de julio, agentes del Instituto Nacional de Migración comisionados en la caseta de revisión denominada El Hueyate, municipio de Huixtla, Chiapas, "aseguraron" un tractor Kenworth-Kenmex y una caja Termoking donde ocultos tras cajas de plátano viajaban "94 extranjeros indocumentados de diferentes nacionalidades". El conductor era Samuel Medina, de 37 años de edad y vecino de la ciudad de México.
A Samuel le habían dicho que sólo llevaría "56 pollos". Pero entonces supo que llevaba 94, entre ellos 25 mujeres y ocho niños.
Pocas horas después de su detención, Samuel golpeaba con fuerza la pared de la pequeña celda donde lo encerraron. Y lloraba. En las instalaciones de la PGR, el mismo día, volvería a llorar su error y mostraría las fotos de su esposa y sus tres hijos.
-¿Es usted un pollero, Samuel?
-No me considero pollero... Bueno, hice el intento de serlo pero no me salió.
Hoy, Samuel Medina es uno de los 120 presos que hay en el Centro de Readaptación Social 3 de Tapachula por delitos contra la Ley General de Población. Ahí le espera una condena de seis años.
*La bestia negra
Desde siempre, pero sobre todo después de la tragedia de Yuma, Arizona, que costó la vida a 14 mexicanos que fueron abandonados a su suerte, los polleros se han convertido en la bestia negra para los gobiernos de México y Estados Unidos.
El 25 de mayo, tras la tragedia del desierto, el presidente Vicente Fox dijo: "Esto tiene que ver con muchos otros criminales, que no les podemos llamar polleros", y ofreció trabajar duro para detenerlos.
Un mes después, ambos gobiernos dieron a conocer un comunicado conjunto en el marco de las negociaciones que sostienen sobre migración. El documento, fechado el 22 de junio, habla de proteger la vida de los migrantes. Pero enseguida entra en materia: "Ambos gobiernos acordaron otorgar la mayor prioridad al combate al tráfico de personas y de las organizaciones criminales".
Esta semana el acuerdo comenzó a materializarse cuando autoridades de ambos países anunciaron que Estados Unidos podría regresar a presuntos contrabandistas de humanos detenidos en su territorio para que sean juzgados aquí. Además, el Servicio de Inmigración y Naturalización (SIN) de Estados Unidos proporcionó a su contraparte mexicana una lista de hoteles y sitios donde operan bandas de coyotes en la frontera Tijuana-San Diego.
La guerra que se ha declarado mete a todos los polleros en el mismo saco, pese a que en muchos lugares del país son personas de la misma comunidad las que sirven de "guías" a los nuevos indocumentados.
Además, diversos organismos de derechos humanos y especialistas en el tema migratorio consideran que convertir a los polleros en los únicos malos de la película es simplemente una cortina de humo para ocultar la verdadera razón de las muertes en la frontera: las políticas de sellamiento que han orillado a los migrantes a usar rutas cada vez más peligrosas.
"Sin eximir la responsabilidad de los llamados coyotes, en verdad la Operación Guardián los ha hecho indispensables. Han conformado redes grandes y sofisticadas", dice un informe elaborado por Claudia E. Smith, directora del Proyecto Fronterizo de California Rural Legal Assistance Foundation.
Según el mismo texto, los expertos en el tema migratorio consideran que el fortalecimiento de las bandas de polleros ha sido contraproducente para los fines del gobierno estadunidense: "La probabilidad de detención disminuye significativamente cuando la acumulación de agentes y equipo fuerza a más y más migrantes a usar traficantes. Algunos expertos estiman que esa probabilidad ha caído de 30% a 20% desde el inicio de la Operación Guardián".
Un informe del propio gobierno estadunidense apoya la tesis: los migrantes no mexicanos, sostiene, "cada vez dependen más de los contrabandistas organizados y un incremento en las aprehensiones de ilegales de otros países indicaría un incremento en el contrabando de ilegales". Así ocurrió. En el año fiscal de 1997, las detenciones de "ilegales" de otras nacionalidades fueron 58 mil. En 1999 la cifra creció a 81 mil.
En Estados Unidos, agrega el informe de Smith, los más de 2 mil traficantes de indocumentados en prisión son una cifra modesta, sin contar que se trata, en su mayoría, de "guías y conductores, no cabecillas".
*Aquí no hay cerebros
La
situación parece no ser muy diferente en México. En el Centro
de Readaptación Social 3 (Cereso 3) de Tapachula hay 120 reclusos
por violaciones a la Ley General de Población. ¿Cuántos
de ellos fueron o son cabezas de una banda? "Ninguno, todos son choferes,
puros burreros que reciben el encargo de trasladar a los pollos
de un punto a otro", dice Alfredo Velázquez, director del penal.
Con amplia experiencia en el sistema judicial en la región, Velázquez asegura que muchas veces es el mismo "dueño de la carga" el que avisa a las autoridades migratorias. "Lo hace cuando decide que un chofer ya no le sirve".
Además, los polleros presos tienen otra cosa en común, según Velázquez: la historia que cuentan es la misma. "Todos dicen que no sabían la carga que llevaban, que les pagaban por viaje y que era su primera vez".
Ya en confianza, sin embargo, al menos dos decenas aceptan que tomaron el riesgo. Y algunos que lo habían hecho varias veces.
Un punto más en común es que "no alcanzan fianza y les ponen una pena mínima de seis años de prisión".
Abogados que han trabajado dentro del Cereso dicen que entre los presos por esos delitos sí hay personas que eran "guías" de bandas bien organizadas. La prueba es que algunos de ellos "siguen teniendo la protección de sus jefes, que les pagan todo ahí adentro", dice la abogada Irma Ilsy Vázquez, del Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova.
*De pollo a pollero
Un día de 1988, Samuel Medina agarró camino a Tijuana. Luego de una corta espera, una noche cruzó la frontera en compañía de su hermano. "Fuimos solos porque el pollero cobraba mil 200 pesos y no teníamos dinero". Los hermanos Medina caminaron toda la noche del sábado y la mitad del domingo, hasta que lograron subir a un camión de cerveza que los llevó al Este de Los Angeles.
Durante dos años estuvo en La Puente, donde hizo de todo. "Siempre ha sido un mil usos, muy luchón", dice su esposa, Alicia Herrera. En Estados Unidos trabajó como carpintero y plomero. "Tuve un patrón chino con el que comencé ganando 4.25 dólares la hora y terminé recibiendo 6.75", dice Samuel.
Un día de 1990 Samuel llamó a su esposa para ordenarle que se trasladara con los dos niños a Tijuana, donde él ya tenía contratado a alguien que los cruzaría la frontera; sin papeles, claro. Alicia no sólo se negó sino que consiguió que Samuel emprendiera el regreso. "Me daba miedo que les fuera a pasar algo a mis niños", dice Alicia.
En todo caso, la fortuna no le había sonreído en California. De Estados Unidos apenas pudo mandar algún dinero para los gastos del hogar y regresó prácticamente sin dinero.
Esa experiencia, dice Samuel, lo empujó a tomar la decisión que lo tiene en la cárcel: "Cuando fui a Los Angeles batallé mucho. Me puse a pensar que también podía ayudarle a esa pobre gente. Ellos llevan un sueño. Dije: les ayudo y me ayudo. Pensando en todo el trabajo que a mí me costó, pensé que a esa pobre gente le cueste menos".
Les ayudo y me ayudo. Además, nunca había visto 100 mil pesos juntos (o 50 mil, en otra versión que circuló entre agentes del INM).
-¿No temió que les fuera pasar algo a las personas que llevaba?
-Sí, tuve miedo de que se me fuera a morir alguna persona o a tener un accidente, un choque o una volcadura.
*Fue "por necesidad"
Si Samuel Medina lo había hecho otras veces, es algo que no se nota en su casa. La familia Medina Herrera vive en el barrio de San Pedro Iztacalco, muy cerca del centro de la ciudad de México. La casa fue construida por partes. Las paredes y los acabados los hizo el mismo Samuel. Ahí nacieron los tres hijos del matrimonio: Ricardo, de 18 años, Edgar de 14 y Luis Alberto de siete.
Es una casa pequeñita, porque Alicia Herrera y sus hermanas se dividieron el terreno que les dejaron sus padres y ahí construyeron sus cuatro viviendas.
Alicia Herrera está sentada a la mesa. En la casa abundan las fotografías de las visitas familiares a San Juan de los Lagos, a Chalma y a La Villa de Guadalupe.
Suena el teléfono. Una de las hermanas dice: "Es Samuel". Alicia vuelve a llorar. La llamada es desde la cárcel. El matrimonio intercambia algunas palabras. Alicia cierra con una frase: "Encomiéndate mucho a Dios, él sabe que lo hiciste por necesidad".
En su trabajo de trailero, Samuel ganaba por el 14% del costo de la carga, unos 2 mil 800 pesos por viaje, de los que debía descontar sus gastos de comida y hospedaje.
*El Chilango
En la cárcel de Tapachula tardan en encontrar a Samuel. Es nuevo y los custodios todavía no conocen su apodo (apenas llegó le pusieron El Chilango). Llega al fin, sudoroso y con las ropas llenas de polvillo de madera, pues ya trabaja en el taller de carpintería.
Este
es un Cereso "tranquilo", según su director. Y ciertamente tiene
amplias extensiones verdes, canchas deportivas y chocitas aquí y
allá en el extenso terreno, donde algunos internos descansan en
sus hamacas. Las apariencias no engañan. El de Tapachula padece
los mismos males de todos los reclusorios del país. Fue construido
para albergar 500 internos y tiene mil 200. Y, claro, aquí todo
tiene un precio.
Al llegar al área de detención de 72 horas, donde teóricamente están los detenidos cuya situación legal no se define aún, los recién llegados tienen que "entrarle" con 900 pesos para evitar ser molestados y hacer la "talacha", es decir, las labores a las que el "autogobierno" de los presos obliga a realizar a los que no tienen dinero. Pasadas las 72 horas, los nuevos reclusos son enviados a uno de los cinco módulos, según su capacidad de pago. Por tener derecho a una "plancha", es decir, una litera de concreto, el pago es de mil 650 pesos y librarse de la "talacha" cuesta cinco mil. Los cobros los hace un enviado del "representante", es decir, el jefe del módulo, que también es un prisionero.
Los internos que no tienen dinero se verán obligados a realizar labores de limpieza y otras más pesadas. "Nos levantan a las tres o cuatro de la mañana y nos ponen a cortar monte", refiere un recluso.
Los reclusos son una mina de oro. A la familia de Samuel, por ejemplo, una abogada que trabaja en la PGR en Tapachula le sacó 5 mil pesos con la promesa de que "conseguiría una muchacha" que declararía haber pasado la noche con Samuel.
*Puro olfato
-¿Por qué lo descubrieron, Samuel?
-Pues la verdad me puse nervioso y además las cajas de plátano estaban muy arriba -dice.
Generalmente, explica el trailero en desgracia, se deja un espacio equivalente a dos cajas y en este caso los que echaron la carga retacaron el tráiler a todo lo alto.
Los agentes de Migración de la frontera sur presumen que es puro olfato, que ellos son capaces de percibir a la gente aunque la carga que la oculta sea de un olor muy penetrante.
El fallido viaje de Samuel era sólo uno de los tramos que los 94 migrantes recorrerían en su viaje a Estados Unidos. Entre 24 y 30 horas sin parar, encerrados sin posibilidad ni de ir al baño.
En su breve estancia en las instalaciones de la PGR Samuel estuvo con algunos de los pollos que transportaba. Algunos de los migrantes le dieron las gracias por el intento, uno le regaló un rosario y otro una playera limpia.
*La condena
Al día siguiente de su detención, la prensa local condena a Samuel. En uno de los diarios locales, por ejemplo, aparece una foto de la caja del tráiler con las puertas abiertas y al pie Samuel Medina mostrando los billetes que le pagaron por llevar su cargamento humano. A un lado se presenta la foto de tres de los viajeros detenidos: les hacen posar desnudos del torso para que muestren los tatuajes que, según las autoridades, los identifican como "temibles" integrantes de una de las bandas -se les conoce genéricamente como Mara Salvatruchas- especializadas en asaltar migrantes.
*"Su papá no mató ni robó"
A unos pasos de la casa de los Medina Herrera hay una cruz en el lugar donde fue asesinado un muchacho hace un par de años. El asesino, cuenta la familia Medina, es un distribuidor de droga en la colonia. Tras el crimen, se perdió durante un tiempo y regresó hace unos cuatro meses, "a pasearse aquí como si nada".
Alicia llora y se indigna: "¿Por qué a esa gente que mata o roba no le hacen nada?".
Mientras se enjuga las lágrimas, termina: "Mi consuelo es que puedo decir a mis hijos que su papá no es un violador, que no mató ni robó".
Desde que su esposo fue apresado, Alicia Herrera ha pasado la mayor parte del tiempo en Tapachula, donde le permiten vivir con él en una celda.
*El viaje "estaba arreglado"
Ricardo
Medina Herrera acompañaba a su padre en sus viajes a la frontera
sur. "Me enseñó todo lo que sabe", dice.
En sus viajes de Chiapas a la capital del país, ciertamente, Ricardo aprendió con precisión cuántos retenes debe pasar un transportista y qué tipo de revisión hay en cada uno. Puede describir exactamente las revisiones. En cuál lugar checan los tanques de combustible, en cuál otro pican los plátanos con desarmadores, dónde examinan los sellos. Samuel sabía perfectamente que las revisiones pueden ser minuciosas. Por eso parece extraño que haya corrido el riesgo.
"Le dijeron que el viaje estaba arreglado", explica Ricardo.
No fue así. En los primeros días de su detención, sólo Ricardo pudo ver a su padre, pues Alicia estaba reuniendo el dinero para poder viajar a Tapachula.
En la sede de la PGR, Samuel le pidió perdón a su hijo y no paró de llorar. "'Papá, yo no te reprocho nada', le dije".
En la pequeña mesa de su casa, mientras muestra las fotos familiares, Ricardo recuerda los buenos momentos al lado de Samuel: "Cuando había dinero nos quedábamos en un hotel que cobra 100 pesos. Ahí, sin moscos y con un ventilador chiquito éramos felices".
En esas noches juntos, Samuel compartía con su hijo el anhelo de hacerse de un camioncito propio. "Ahora todo quedó en sueños", lamenta Ricardo. Desde hace un par de semanas, el hijo mayor de los Medina Herrera maneja una camioneta de mudanzas en el Distrito Federal. Mantener a la familia corre ahora por su cuenta.
*La risa del scalabriniano
"Cuando informan que capturaron a una banda de 30 polleros a mí me da risa. ¡Treinta los tenemos aquí alrededor de la casa!", dice el sacerdote Ademar Barilli, de la Casa del Migrante Scalabrini (lleva ese nombre por un obispo italiano que dedicó su vida a la defensa de los migrantes), en Tecún Umán, Guatemala.
Como muchos otros defensores de migrantes, Barilli piensa que un endurecimiento del control fronterizo sólo propicia el incremento de las muertes de migrantes y de las tarifas de los polleros.
Frente a argumentos similares, el comisionado del INM, Rafael de Jesús Preciado, se lanza a fondo. "Entonces nos retiramos mejor para que los polleros cobren más barato, ¿no? ¿Van a aumentar sus tarifas? Pues espero que los podamos meter más años a la cárcel", dijo el 25 de julio, un día antes de la detención de Samuel, durante una visita a las garitas migratorias de la frontera.
En el negocio del tráfico de migrantes -según el SIN mueve varios miles de millones de dólares- hay más de 100 bandas que funcionan en México. Unas 10 operan en los aeropuertos. El resto, según Preciado, "tocan base" en la frontera sur mexicana.
Un informe del gobierno estadunidense señala, sin embargo, que las organizaciones de contrabandistas pueden ser unas 300.
Sea una u otra cifra, en los últimos 18 meses se ha batallado contra éstas; según el comisionado del INM, "existen poco más de mil 500 personas en diversas prisiones federales en todo el país por delitos migratorios".
Preciado también dice que se ha identificado a muchos cabecillas y que pronto veremos "asuntos de más envergadura".
El año pasado, la Policía Federal Preventiva tuvo asuntos más grandes, ciertamente. Aprehendió, por ejemplo, al "rey de los tráileres", Carlos César Ferrera, quien llegó a contratar a cientos de choferes como Samuel para llevar migrantes en cajas ventiladas y con clima artificial y organizaba "peregrinaciones" de pollos a la Basílica de Guadalupe en el mes de diciembre. Ahí, los migrantes se confundían con la multitud y salían con rumbo al norte.
Según la PFP, Farrera fue unos de los 73 cabecillas de bandas detenidos en el 2000.
Otro fue el comandante del INM Jorge Manuel Ibáñez Castillo, quien tenía una red de más de 20 agentes policiacos y de Migración a los que pagaba para proteger sus operaciones en aeropuertos y centrales de autobuses. Ibáñez fue detenido en una de sus cinco mansiones, donde guardaba en una caja fuerte 250 mil dólares, que serían el "regalo" para el primer agente que llegara a detenerlo.
El año pasado, el INM presentó mil 445 denuncias ante el Ministerio Público Federal. Como resultado, sólo 504 polleros recibieron formal prisión.
En Estados Unidos, en el año fiscal de 1999, el SIN arrestó a 4 mil 100 contrabandistas, de los que fueron sentenciados poco más de mil. La sentencia promedio que recibieron ?según un informe de la Oficina de la Contraloría General de Estados Unidos, GAO? fue de 10 meses de cárcel (contra los seis años de este lado de la frontera).
Las denuncias, reconoce el comisionado Preciado, "probablemente no lleguen a la décima parte de los delitos cometidos".
Ese dato alimenta el escepticismo del sacerdote Barilli: "Ningún migrante conoce al coyote, siempre son terceros los que hacen el trabajo. Los principales polleros están en Estados Unidos. Este sistema hizo a los traficantes, y ahora, la ley para eliminarlos".
*Los "dueños de la gente"
En prisión, el michoacano Sergio López Vargas, de 29 años y 124 kilogramos de peso, vende carnitas y barbacoa. Afuera era dueño de un viejo tráiler, modelo 1985, y hacía viajes a Ciudad Juárez, hasta que hace dos años lo aprehendieron con una carga peculiar: 65 migrantes. "De todo había: guatemaltecos, chinos, peruanos, ecuatorianos", dice. Con él, también fueron detenidos su chofer y los ocupantes de un vehículo que iba detrás del tráiler: "Eran los dueños de la gente", dice López Vargas.
A la hora de hablar de los migrantes, en la frontera sur no importa si se es policía o pollero. Todos se refieren a los indocumentados como mercancías. Cuando Samuel Medina sale de su oficina, por ejemplo, el director del penal dice: "Va a estar seis años, de plano, porque lo encontraron con la carne". Así, para los choferes presos, los polleros no son polleros sino "los dueños de la gente".
Así habla el michoacano López Vargas, el único que quedó en prisión de todos los involucrados en su caso. Como otros, él tiene los nombres e incluso los domicilios de los que considera "dueños de la gente" quienes, afirma, tuvieron un "arreglo" con los agentes de Migración y luego con otras autoridades para quedar libres. El no pudo pagar, dice.
Entre bromas dice que cuando salga se volverá terrorista y pondrá bombas en las televisoras porque, señala, presentan a los polleros como lo peor del mundo. "No es cierto que la gente va sin comer y además ninguno se sube obligado; ellos están pagando por ir".
*El lavandero
Menos afortunado es Alberto López Hernández, un hombre flaco y bajito que está en el Cereso desde el 4 de junio cuando, dice, unos agentes judiciales le tendieron una trampa al hacerlo enganchar su tractor a una caja que ya estaba cargada con 56 migrantes ecuatorianos. En prisión, sin ayuda de afuera, Alberto López lava ropa ajena a razón de un peso la pieza.
*La tragedia de La Loba
Del
cuello de Rodolfo Penagos Orantes, La Loba, cuelga una medalla de
la Santa Muerte, patrona de las causas perdidas. Le ha servido, quizá,
para tener una buena situación dentro del penal (es jefe de un módulo).
Pero no le ayudó a evadir la sentencia: "Voy para cuatro años",
dice.
La Loba dice que le ofrecieron "ir por un viaje de cal" por el rumbo de La Ventosa. Los agentes migratorios descubrieron que el camión tenía un doble fondo y que viajaban ahí 45 migrantes. De ahí, su historia es igual a las otras: "Me engañaron".
La diferencia es que Rodolfo Penagos quiere que se le cumpla un anhelo antes de dejar la cárcel: "Que me abandone el deseo de venganza contra el que me engañó". Su sed de venganza tiene nombre: se llama Gabriel Martínez y sigue en Tapachula "dedicado al mismo negocio". Era, pues, "el dueño de la gente".
*Una forma de la libertad
El jueves pasado, Samuel Medina tuvo una audiencia. "Fue muy favorable para mí", dice por teléfono desde la cárcel. El próximo miércoles sostendrá un careo con los agentes del Instituto Nacional de Migración que lo detuvieron. Con todo, Samuel se siente optimista porque en su expediente aparecen las declaraciones de los migrantes que dijeron no haber hecho el trato con él. Además, aportó datos sobre las personas que lo contrataron. "Los eché por delante, sí".
-Cuando salga, ¿seguirá siendo trailero?
-Sí, esta es mi forma de vida. Pero ahora le voy a tirar pal norte, porque no quiero toparme con los que me metieron en esto.
Con sus hijos encargados con las madrinas, la casa de Samuel -en cuya familia hay 12 camioneros- está prácticamente vacía. Ahí queda un texto que los Medina Herrera guardan como un tesoro. Se titula Por qué soy camionero, y lo escribió un trailero amigo que murió hace un par de años en un accidente. En una de sus líneas dice "Ser camionero es una de las más simples formas de la libertad". Para Samuel Medina, el pollero fracasado, ser camionero fue el camino a la cárcel.*
Tecún Umán, Guatemala. Cae la noche. Ha sido un día tranquilo para la Casa del Migrante, no como aquellos de la pausa en la Operación Frontera Segura y Ordenada, que aquí ven simplemente como la decisión del gobierno mexicano de hacer el "trabajo sucio" de Estados Unidos en el control del caudaloso río de la migración. "Aunque digan que no, lo están haciendo", sentencia con su grave voz el sacerdote Ademar Barilli, brasileño, hijo de un inmigrante italiano y conocedor palmo a palmo de la geografía de la violencia contra los migrantes, pues estuvo unos años en Tijuana y otros en Ciudad Juárez. Aquí lleva seis. Levantó este refugio para los migrantes de la nada, de un basurero.
En el "área de descanso" de la casa se reúnen en un círculo una veintena de migrantes, a compartir sus tragedias, que son muchas y la misma. Ninguno rebasa los 30 años y entre ellos sólo hay una mujer. El riesgo para ellas es mayor.
Los que vienen a dar a la Casa del Migrante son los jodidos entre los jodidos, los que no tienen los 3 mil o 4 mil dólares que cobran los polleros por tres intentos de llegar hasta Estados Unidos. Si al tercer intento vuelven a ser atrapados, entonces pierden todo su dinero.
Los refugiados en la Casa del Migrante son los que cruzan por los peores caminos. Los que se trepan al tren y suelen dejar ahí sus brazos o sus piernas, o la vida misma.
Anochece en Tecún Umán. Mañana o pasado ellos volverán a intentarlo. Mientras, comparten sus historias. La misma en realidad. La historia de los "mexicanos hijoeputa" que los vejaron, los asaltaron o, si les fue bien, sólo los tuvieron dos días sin comer. La historia de un territorio en el que ni siquiera quieren quedarse, pues todos tienen un destino fijo en nuestro vecino del norte. México es un lugar de paso. Nada más. Y el lugar del maltrato y quizá de la muerte.
***
"¡No!... Los muertos del mar no están", dice Barilli.
Con él coinciden las cifras de los consulados de los países centroamericanos en México, que cuentan más de 260.
Barilli no duda: "La cifra de muertos es mayor que en el norte, sólo que en Estados Unidos sí los cuentan".
Las causas de las muertes son las caídas del tren, los naufragios y los accidentes en carretera. En menor medida están los migrantes asesinados para robarles. La mayoría van a dar a las fosas comunes o sus cuerpos son abandonados en el monte.
En la frontera norte, los mexicanos son víctimas del desierto y las corrientes del río. "Aquí, los centroamericanos son víctimas de las personas", dice Barilli.
Además, según el seguimiento de casos que ha realizado la Casa del Migrante, el 52% de los migrantes es víctima, en Chiapas o Oaxaca, de alguna forma grave de abuso, desde la extorsión hasta el asalto con armas blancas o de fuego.
"Si vieran lo que pasa en esta frontera... No hay comparación de la violencia que se da allá y aquí", remata Barilli.
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Raúl Vicente, salvadoreño, no tiene preciso dónde lo atraparon los agentes de la Migración mexicana. "En un pueblo entre Tapanatepec y Veracruz", dice. Los agentes migratorios subieron al tren donde viajaba con otros compañeros. El y otro echaron a correr. "Nos tiraron balazos, no supe si a dar o al aire, pero yo me caí y hasta ahí llegué". Antes de devolverlo a la frontera los agentes, dice, le pedían 150 quetzales "por no portar el CA4 (la visa centroamericana)".
Andrés Alvarenza, hondureño, estuvo encerrado en las recién pintadas celdas del INM durante cuatro días. "No me dieron nada de comer", repite la queja de todos.
***
-¿Cuántas veces lo vas a intentar?
-Las que sea necesario.
Ya lleva tres. En ninguna ha logrado salir de Chiapas. La primera fue entregado a los agentes de Migración por un elemento del grupo Beta con el que conversaba. "Cuando los vimos venir, el Beta me agarró de la camisa y no me dejó correr". La última lo atraparon cerca de la garita migratoria conocida como La Arrocera, en Huixtla, apenas a unos 90 kilómetros de la frontera. Al ver a los agentes de Migración quiso huir y se cayó del tren. Todavía no se levantaba cuando un agente llegó y lo golpeó en la cabeza con la cacha de su pistola. Muestra un golpe en un costado de la frente.
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***
"Pues si es eso no está resultando -dice Barilli-. Aquí hemos recibido a varios que son enviados a la frontera sur guatemalteca el mismo día que los deportan".
"Los policías mexicanos, sin ofender a nadie, son unos perros", remata Erick. Si tuvo suerte y no se volvió a topar con ellos, a estas alturas ya debe estar en Houston.
La mayoría de los 20 jóvenes que ven caer la noche en Tecún Umán no ha pasado de la zona de Acayucan, Veracruz. Pero hay uno que llegó hasta Guadalajara y a Erick Martín ya se le hizo conocer Nuevo Laredo, Tamaulipas.
Las quejas siguen en cascada: "Me robaron 15 días de trabajo".
"En Honduras nadie lo molesta a uno"; "En El Salvador, tampoco"; "Allá no juntamos ni para una libra de arroz"; "Lo que pasa es que Estados Unidos le paga a México y Guatemala dinero por cada migrante que detienen".
Cae la noche en Tecún Umán. Mañana, los dueños de estas voces volverán a la ruta de su sueño. (Arturo Cano)