EL CAMPO: PERSISTE EL ABANDONO
El
general Lázaro Cárdenas concibió el reparto agrario
como parte de un modelo de desarrollo económico nacional. Durante
su periodo, la hacienda latifundista del siglo XIX desapareció del
escenario y dio lugar a un nuevo sector social conformado por ejidos y
comunidades agrarias, que para 1940 logró duplicar el valor de la
producción agrícola del país.
Sin embargo, el modelo de desarrollo cardenista se topó
con una serie de contradicciones, producto de la irresponsabilidad del
Estado --concentración del ingreso y fin de la repartición--,
que derivaron en una crisis agrícola que terminó con el llamado
"milagro mexicano" hacia mediados de la década de los sesenta.
A partir de entonces, el campo mexicano se ha debatido
entre el abandono y la feroz competencia del mercado, producto del giro
en la política económica nacional que desde hace 20 años
ha limitado el desarrollo económico al accionar de la oferta y la
demanda. Sin ningún tipo de apoyos por parte del Estado, los productores
nacionales no pudieron sobrevivir en los años siguientes a la feroz
competencia exterior. Se incrementaron las importaciones y el mercado interno
sufrió las consecuencias.
En otras palabras, el Estado transfirió abruptamente
su responsabilidad social al libre mercado, sin ningún tipo de protección
para los productores nacionales como han hecho Estados Unidos y la Unión
Europea.
Durante el régimen de Carlos Salinas se sepultó
el reparto agrario con las reformas al artículo 27 de 1992, mismas
que avalaron la transferencia de tierras "no rentables" de miles de campesinos
minifundistas a manos de empresas trasnacionales. Este afán modernizador,
que sacrificó el mercado interno a cambio de una obsesión
por lograr una inflación de un dígito por medio de la apertura
comercial y el tipo de cambio, encontró su punto culminante con
la firma del Tratado de Libre Comercio. Para 1995 la producción
agropecuaria nacional registró una cifra récord de decrecimiento
de menos 4 por ciento.
A la fecha, los tibios intentos para reactivar el sector
agropecuario nacional han sido rotundos fracasos: los productores nacionales
parecen destinados al olvido; siguen sin recibir apoyos para hacer producir
las tierras, carecen de créditos, asesoría, capacitación
y tecnología. No hay manera de que compitan con los productos de
nuestros socios comerciales de Estados Unidos, Canadá o los países
de la Unión Europea, quienes, aun dentro de la lógica del
mercado, sí ofrecen subsidios a los productores y protegen su mercado
interno.
La crisis del sector agropecuario está a la vista.
Prueba de ello es la movilización campesina convocada ayer por el
Congreso Agrario Permanente (CAP), los problemas por los que atraviesan
los cañeros, cafeticultores o piñeros. Estos últimos,
por ejemplo, venden en 15 centavos el kilo de su producto, cuando una piña
se vende al consumidor en por lo menos 10 pesos. La desproporción
es brutal y confirma que el problema no radica únicamente en la
competencia externa, sino en una muy desafortunada estructura de comercialización
interna.
¿Adónde nos dirigimos? ¿Cuál
es la propuesta de Fox para resolver el problema? No lo sabemos. Lo único
que se tiene claro es que este gobierno no ha dado la mínima señal
para incorporar al sector agropecuario nacional en el actual modelo de
desarrollo económico; es decir, su gobierno no ha cambiado la línea
de abandono al campo que siguió Carlos Salinas. Peor aún,
tenemos un Presidente que ante las exigencias de los campesinos responde
que su gobierno "no necesita presiones" porque "sus autoridades son gente
de campo". A no dudarlo, esta es una actitud de gente de campo: muy semejante,
de hecho, a la que caracterizó a los hacendados del siglo XIX, que
minimizaron las llamadas de atención y no quisieron ver los focos
rojos que dieron pie a un estallido social que todos recordamos.
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