LETRA S
Agosto 2 de 2001

Jóvenes y sexualidad

La primera vez,

no es por vicio ni fornificio...

¿Cuándo y cómo inician los jóvenes su vida sexual? ¿Qué factores determinan que esta experiencia se viva con placer o con culpa? En un análisis preliminar de la Encuesta Nacional de Juventud 2000, del INJ, la antropóloga feminista Gilda Salazar Antúnez señala los alcances y limitaciones de dicha consulta, al tiempo que expone los dilemas a que se enfrentan, en nuestro país, las y los adolescentes en su despertar sexual.


 

ls-jovenesGilda Salazar Antúnez


Referirse a la sexualidad es hablar de valores, percepciones y prácticas, pero sobre todo de la subjetividad de los individuos que conforman los distintos grupos sociales y generacionales, subjetividad que es resultado de un complejo proceso de hacerse mujeres y hombres en una cultura determinada. Desde esta perspectiva, propongo algunos comentarios sobre los resultados preliminares que en materia de sexualidad arroja la Encuesta Nacional de Juventud 2000, coordinada por el Centro de Investigación del Instituto Mexicano de la Juventud.

Una mirada fría a los datos duros, sin comparar los diversos resultados estadísticos y sin reflexionar demasiado sobre ellos, nos revela que la modernidad afecta la vida sexual de la juventud en México, y que las ideas y comportamientos que derivan de ella transforman su noción de intimidad y sus prácticas sexuales. Si lo anterior es cierto, no lo es menos que los valores, prácticas y actitudes frente al cuerpo y la sexualidad, provenientes de una cultura tradicional, mantienen una presencia significativa en el desarrollo sexual de ese sector de la población.
 
 

Visión tradicional y prácticas liberales

La cobertura nacional de la encuesta cubrió 54,500 viviendas, en las que se entrevistó a jóvenes entre los 12 y 29 años de edad. En los apartados donde se tocaron temas de sexualidad, procreación y noviazgo, sólo participaron jóvenes de quince años en adelante.

Es interesante descubrir que, en cuanto a las prácticas sexuales, existe un universo de jóvenes que podemos dividir en dos grandes grupos: quienes declaran haber tenido relaciones sexuales (55 por ciento), y quienes afirman todavía no tenerlas (45 por ciento). En el primer grupo, las dos terceras partes lo hizo en la adolescencia, y el resto entre los 20 y 24 años. Por otro lado, 40 por ciento de los y las participantes señaló a la esposa o al esposo como su primera pareja sexual, es decir, la primera relación sexual se dio en el contexto del matrimonio, y 53 por ciento se había unido o casado por primera vez entre los 15 y 19 años. ¿Qué sugieren estos datos? Por un lado, la existencia de un grupo considerable de jóvenes que ya inició su vida sexual, pero también que la mayoría de las uniones y los matrimonios son el resultado precipitado de esas relaciones sexuales. Ante la pregunta sobre lo que se permite en el noviazgo, 89 por ciento responde que el noviazgo excluye las relaciones sexuales. Los besos, los abrazos y las caricias se señalan como las prácticas propias del noviazgo, no así las relaciones coitales.

Tomados en conjunto, todos estos datos sugieren en principio dos cosas: o estamos frente a una mayoría de jóvenes francamente conservadores, con visiones y relaciones aún tradicionales acerca de sus cuerpos, o bien ellos y ellas contestaron obedeciendo a un valor de "lo que se debe hacer" dictado por el discurso social dominante, según el cual "sólo en el matrimonio está permitido realizar el acto sexual", y que descarta la experiencia erótica en el contexto de la amistad.

Es interesante observar cómo se plantea la encuesta. La sexualidad se centra en el coito y se toma a una población joven, cuya práctica erótica, se da por sentado, sería exclusivamente heterosexual. Existen testimonios recogidos por otros investigadores, como los trabajos de Guillermo Núñez1 en el norte de la república, en los cuales la realidad muestra la naturalidad de prácticas homosexuales entre jóvenes varones del campo y la ciudad.
 
 

ls-elSexualidad, reproducción y placer

La sexualidad como experiencia fundamental de las personas es un ámbito que se debate entre dos posturas: la humanista, que reivindica el placer y la experiencia sexual y corporal como ámbitos del crecimiento humano, y la de la moral conservadora que reivindica el estoicismo y la abstinencia cuando la actividad sexual no tiene fines reproductivos. Pareciera que ambas concepciones impregnan prácticas y orientan valores en relación a la sexualidad juvenil.

Las campañas preventivas y la educación sexual han tenido logros. La mayoría de jóvenes (85 por ciento) conoce los métodos anticonceptivos y menciona al condón no sólo como método para prevenir embarazos, sino como medio para protegerse de las infecciones de transmisión sexual, incluyendo el VIH/sida. Sin embargo, y a pesar de ello, un porcentaje significativo de quienes ya iniciaron su vida sexual (48 por ciento) declara no usar ningún método anticonceptivo. Esto indica la importancia de considerar, para la intervención educativa o preventiva, la distancia que separa el conocimiento y la información adecuados de la puesta en práctica de esa información para el mejoramiento de la calidad de vida. Indicaría también que un importante porcentaje de jóvenes no distingue su experiencia sexual de la reproducción, o bien que aún tiene incorporada una moral sexual que promueve el vínculo estrecho entre sexualidad y reproducción sin importar las consecuencias. La edad y el porcentaje del primer embarazo refuerzan esta idea y confirman que el 50% de las jóvenes que tienen relaciones sexuales no usan anticonceptivos.

Transgredir el orden impuesto en el ámbito de la intimidad no es tarea fácil, ya que implica modificar una forma de ser y de sentir conformada a través de generaciones. Implicaría también no sólo nuevas formas de apropiación del propio cuerpo sino una mayor decisión sobre el mismo.

Según un estudio del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía2, México figura entre los países que no van acordes con la transición demográfica. Por un lado ha logrado reducir su tasa de natalidad, pero por otro, eso no se ha traducido en el cambio de los patrones de embarazo a edades tempranas. Disminuyó el tamaño de la familia, pero los y las jóvenes se siguen uniendo a edades tempranas a consecuencia del embarazo o bien con la expectativa de embarazarse en lo inmediato.
 
 

Entre las transgresiones y la noción de pecado

En cuanto a la religión, la gran mayoría de las y los participantes se declararon católicos: 42 por ciento practicantes y 45, no practicantes; la mayoría cree en el pecado, 87 por ciento; en el infierno, 64 por ciento; y 88 por ciento en la virgen de Guadalupe. Si relacionamos dichos datos con los arriba comentados y los comparamos, identificaremos la existencia de transgresiones a las normas morales y religiosas del catolicismo, en la medida en que las creencias de las y los jóvenes poco tienen que ver con su vida sexual, lo que significaría el avance de la conciencia individual. Quizá sea esto, junto con el creciente consumo cultural juvenil, lo que permite que grupos cada vez más numerosos de jóvenes se emancipen de la tradición, aun con restricciones, haciendo cambios en las costumbres más tradicionales, aun cuando persistan las nociones de virginidad o de pecado.

En términos generales, las transformaciones en la vida social de la juventud son notables, de modo especial en las relaciones con la familia o la pareja, donde se percibe mayor equidad en ciertos sectores. Sin embargo, en el tema de la sexualidad se detecta mayor dificultad para asumir los cambios y una predominancia de las representaciones hegemónicas en materia de experiencia sexual. Las y los jóvenes experimentan aún su sexualidad en medio de grandes contradicciones. Los medios de comunicación emiten todo tipo de mensajes que hablan de sexo y de placer de manera estereotipada, y la llamada educación sexual espera de ellos y ellas la abstinencia hasta el matrimonio en la medida que las políticas de salud sexual y reproductiva siguen orientándose a la "planificación familiar" y los programas resultan diseñados para parejas casadas o formalmente unidas, con la consiguiente exclusión de una gran cantidad de jóvenes.

Quisiera finalmente hacer algunos señalamientos a la encuesta citada. Sus resultados presentan varias limitaciones, ya que supone una juventud no diversa en sus prácticas sexuales, omite los datos desagregados por sexo que señalen diferencias o similitudes por género, lo que a su vez permitiría hablar de experiencias diferenciadas. Habría tal vez que discutir muchos otros datos a la luz de los trabajos cualitativos de estudiosas de la sexualidad juvenil como Ana Amuchástegui y Rosario Román3, entre otras, que nos permitan tener un panorama más profundo sobre cuál es la realidad que viven las y los jóvenes en relación a su sexualidad en México.
 
 

La autora es antropóloga y feminista, investigadora en el Area de Desarrollo del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A.C. en Hermosillo, Sonora.

1 Guillermo Núñez Noriega. Sexo entre varones, poder y resistencia en el campo sexual, El Colegio de Sonora. 1994

2 CEDALE. Juventud, población y desarrollo en América Latina y El Caribe, síntesis y conclusiones, documento original en Español, 2000.

3 Ana Amuchástegui. Virginidad e iniciación sexual en México, EDAMEX/ Population Council. 2001

Rosario Román. Del Primer Vals al primer bebe, vivencias del embarazo en la jóvenes, Instituto Mexicano de la Juventud, 2000.