miercoles Ť 11 Ť julio Ť 2001

Arnoldo Kraus

Migrantes mexicanos

En la suerte que corren los indocumentados mexicanos en Estados Unidos se mezcla el fracaso de nuestros gobiernos y el racismo de los vecinos del norte. La responsabilidad hacia quienes dejaron sus casas antes de la era Fox le corresponde al Partido Revolucionario Institucional. Los que migren en los próximos meses -la etapa de gracia, esto es, culpar de todo lo que sucede a los regímenes previos, "pronto" deberá finalizar- será compromiso del gobierno actual. Las obligaciones hacia los connacionales asesinados en Estados Unidos a partir del ascenso de Fox le corresponden a él mismo y los ministros encargados de velar por los indocumentados. El reciente homicidio de cuatro compatriotas en Rifles, Colorado, va más allá del maltrato de la Border Patrol, de la saña de los polleros o de la muertes por inanición o deshidratación en los desiertos estadunidenses.

Entre otros hechos, lo mismo sucede con los jardineros mexicanos agredidos hace un año por un grupo de adolescentes blancos, inspirados en ideas racistas. La incapacidad de nuestros mandatarios para exigir "justicia", aunada a la xenofobia de "buena parte" de la sociedad estadunidense, se entremezclan dando lugar a un binomio "impensable": sumisión y racismo -las comillas intentan mitigar la realidad. ƑCómo responderá nuestro gobierno al asesinato de cuatro trabajadores mexicanos? Por ahora, el consulado en Denver ha dicho que "en lo que sí seremos firmes es en la solicitud de que se realice una investigación convincente y exhaustiva". Falta saber qué sigue.

Quienes observaron los hechos en Rifle, aseveran que "el ataque fue realizado en forma metódica y deliberada, y Steven Michael Stagner incluso se detuvo para recargar tranquilamente su pistola". Stagner, además de esquizofrénico -peccata minuta- es racista. Sus víctimas fueron cuidadosamente seleccionadas: no hubo sajones entre los agredidos. Lo mismo sucedió hace un año en San Diego, con otros trabajadores migratorios: fueron atacados por ocho jóvenes de raza blanca con tubos, piedras, patadas y con un rifle de perdigones que dispararon en rostros y tórax de los jardineros mientras descansaban a la intemperie. El origen de los connacionales agredidos o asesinados pinta nuestro mapa: Oaxaca, Guerrero, Nuevo León, Chihuahua y Nayarit. El odio de nuestros vecinos no sólo es contra los mexicanos: sus cuarteles e historias incluyen cruces gamadas y desprecio contra homosexuales. Y la incapacidad ancestral de nuestros jerarcas para defender lo propio apena, cuando se sabe que los trabajadores migratorios son, después del petróleo, la segunda fuente de ingresos.

El binomio previo es, en realidad, un trinomio muy complejo: pobreza extrema que azota al país, racismo universal y autoridades flacas y dóciles. ƑCómo evitar las migraciones? ƑCómo interrumpir ese continuo? ƑSerá apelando a los derechos humanos y a la reivindicación "del otro" como ser humano, o fomentando el estudio de los valores éticos en nuestros jerarcas? En lo que va de la era foxista, mejorar los índices de la pobreza, generando la creación de empleos, pertenece al rubro de la retórica. Mitigar la xenofobia es imposible. Combatir la impunidad que ha protegido a los estadunidenses cuando matan mexicanos es deseable, pero difícil de conseguir. Dentro de ese complejo entramado, parecería que por ahora apelar a los valores éticos es la mejor, si no es que la única opción.

Supuestamente, la conciencia occidental se transformó cuando se crearon los derechos humanos, que implican, de acuerdo con Emmanuel Levinas, "el hecho mismo de ser hombre, independientemente de cualidades tales como el rango social, la fuerza física, intelectual o moral". Levinas dice que "la muerte del otro hombre me encausa y me pone en cuestión, como si de esa muerte, invisible para el otro, yo pasase a ser, por mi indiferencia, el cómplice; y como si, antes incluso de estar yo mismo abocado a ella, tuviera que responder de esa muerte del otro y a no dejar al otro en la soledad".

La preservación de los derechos humanos, la responsabilidad hacia "el otro" y la soledad a las que alude Levinas son los compromisos mínimos que debería tener el Estado mexicano hacia sus connacionales. Sea porque los ha expulsado de sus tierras, por la histórica sumisión hacia nuestros vecinos, o porque los ingresos que aportan los indocumentados al país deberían ser la vergüenza por los hurtos, también ancestrales, de los políticos mexicanos. No erraba Gramsci cuando hablaba del "pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad": elevar la voz contra el racismo que se ejerce contra nuestros trabajadores es, por ahora, la única opción.