VIERNES Ť 29 Ť JUNIO Ť 2001

Ť Leonardo García Tsao

Corrupción de menores

Maryse Sistach y José Buil son una pareja de cineastas que, en proyectos comunes o por su cuenta, han ensayado diversos géneros -la comedia, el documental, la película de época- a partir de ideas promisorias que, de alguna manera, no alcanzaban su expresión cabal. Dirigida por Sistach sobre un guión de Buil, Perfume de violetas: nadie te oye es en ese sentido su obra más redonda a la fecha, un drama urbano sobre adolescentes que encuentra su fuerza emocional en la honesta descripción de una forma de vida desamparada.

Aunque la preocupación principal de la realizadora es el creciente número de mujeres violadas en nuestro país, la película evita un rollo aleccionador al situar el conflicto en un contexto más amplio, el de la amistad interrumpida entre dos adolescentes de clase baja: Yéssica (Ximena Ayala), una joven rebelde en conflicto permanente con su familia y sus compañeros de clase, y Miriam (Nancy Gutiérrez), quien vive en mejores condiciones con su madre soltera Alicia (Arcelia Ramírez), una vendedora de zapatos. A causa de la complicidad de su hermanastro (Luis Fernando Peña), Yéssica sufre una violación a manos de un chofer de pesera. Avergonzada, la joven no reporta el ultraje y sólo se lo cuenta a Miriam. Sin embargo, ese silencio compartido tendrá consecuencias trágicas.

Sistach ha tenido el acierto de establecer el drama a partir de la verosímil relación entre las dos chicas. Aunque más madura en cierto sentido, Yéssica sigue mostrando rasgos infantiles -se chupa el dedo para dormirse, moja la cama en ocasiones- que revelan la vulnerabilidad oculta tras una fachada agresiva (sus compañeras la tildan de marimacho). Mientras tanto, Miriam conserva mucho de niña -aún no ha menstruado- pero su sentido de la responsabilidad le da una perspectiva más adulta. Hijas de padres desconocidos, ambas se complementan de un modo y de ahí surge su sentimiento de apego. (Esa simetría está apoyada por detalles como el significado del perfume titular en el inicio y la ruptura de la amistad).

Gracias a la ágil cámara en mano de Servando Gajá, la cineasta consigue meter al espectador en el centro de la acción. Ese estilo directo de filmar con una sensación de espontaneidad le confiere a la película un realismo casi documental que a su vez impide cualquier rasgo sensacionalista. Por eso mismo, la secuencia de la violación es de una discreción ejemplar. Y el resto de la historia parece desarrollarse con la lógica inexorable del orden natural de las cosas. Sistach no juzga a sus personajes en ese cuadro social de marginación. Si las madres no escuchan a sus hijas no es por negligencia: su existencia también está teñida de desesperanza.

El cumplimiento del reparto es fundamental a la efectividad de Perfume de violetas. Bien caracterizadas en ese trance contradictorio entre ser niña y mujer, tanto Ximena Ayala como Nancy Gutiérrez expresan con emotividad el concepto de una inocencia sin protección, expuesta a un ambiente a todas luces hostil. Hay algo sumamente conmovedor en la reacción pueril de Yéssica a su violación, cuando califica a sus agresores de "lombrices asquerosas" y "mensos".

Si hay algo que no funciona en la película es su musicalización dentro de la actual moda, ya gastada, de saturar la banda sonora con canciones pop, a modo de rockola incesante. Si la música ha sido, salvo excepciones, el coco perenne del cineasta mexicano, la estrategia del cancionero ilustrado tampoco es solución. Por ejemplo, la secuencia de la violación hubiera ganado bastante más dramatismo en silencio que acompañada por un movido rock. Pero es la única concesión en un trabajo por lo demás riguroso.

Perfume de violetas: nadie te oye

D: Maryse Sistach/ G: José Buil, Maryse Sistach / F. en C: Servando Gajá/ M: Anette Fradera/ Ed: José Buil, Humberto Hernández/ I: Ximena Ayala, Nancy Gutiérrez, Arcelia Ramírez, María Rojo, Luis Fernando Peña/ P: Imcine, Conaculta, Foprocine, Producciones Tragaluz, Palmera Films. México, 2000.

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