Ojarasca 50 junio 2001
Cuando
AC Vroman (1856-1916) inició su espléndida década
de retratos indios, en 1895, las grandes masacres y el genocidio de los
pueblos originarios de Norteamérica habían concluido. El
problema indio "estaba resuelto", según el hombre blanco, para siempre.
Un siglo después, la herida india sigue abierta, y las fotos de
Vroman (ferrocarrilero, bibliófilo, arqueólogo aficionado,
coleccionista de arte japonés y hopi) se mantienen como registro
de una vida que se quiso condenar a la extinción y como monumento
a la dignidad, la belleza y la espiritualidad de estas naciones que aún
resisten la avaricia y el sadismo imperial.