La Jornada Semanal, 10 de junio del 2001
 

(h)ojeadas

Las ciudades imaginarias del cine mexicano
 

Carlos Bonfil


 

 
 
 
 
 
 

Rafael Aviña,
Una familia de tantas,
Conaculta,
México, 2001.

 

Una familia de tantas, el libro más reciente de Rafael Aviña, complemento indispensable de un volumen anterior, Tierra brava, el campo visto por el cine mexicano, presenta un itinerario muy sugerente del paisaje urbano tal como lo registra, exacerba o reinventa nuestro cine a lo largo de sus dos décadas más memorables, su llamada época de oro, entre 1936 y 1955, aproximadamente. A estas alturas, a nadie sorprenderá ya la pasión de Aviña por el cine mexicano, ni tampoco su habilidad para conquistarle a la historiografía de este cine un número creciente de lectores, cada vez más jóvenes y más entusiastas, atraídos por la transparencia y amenidad de su lenguaje, clave inequívoca de su eficacia.

Entre las mitologías del cine mexicano de los años cuarenta y cincuenta figuran dos imágenes primordiales de la Ciudad de México. El espacio de la solidaridad entre las clases olvidadas por el progreso económico y el satanizable emporio de la corrupción moral. Una película clave, Nosotroslos pobres, de Ismael Rodríguez, describe y concentra en su trama folletinesca las virtudes morales y los excesos melodramáticos del pueblo que ama, sufre y canta en vecindades que son microcosmos de la Ciudad Ideal, del paraíso de los pobres; la ciudad que cabe entera en un “rincón cerca del cielo”. El arquetipo irremplazable del encanto masculino es Pedro Infante, la figura al fin liberada de la tiránica obligación de ser un macho de tiempo completo. A través de Infante, la ciudad se torna generosa y solidaria, y las desgracias (que abundan) se resuelven en las emociones y regocijos que comparten protagonistas y espectadores. Una melodía, “Amorcito corazón”, recorre salas de cine, vecindades y azoteas. Y si la televisión todavía no llega, ya se anuncia la esencia de las mil telenovelas futuras que serán el vasto horizonte sentimental de la gran familia urbana. Otros títulos construyen la épica afectiva del pueblo capitalino: Hay lugar para dos, Una familia de tantas, Esquina bajan, Campeón sin corona, todas de Alejandro Galindo, cronista excelente de la urbe real y a la vez imaginaria. La ciudad solidaria también propone renovaciones de su humor picaresco, y aunque el “peladito” capitalino que con tanto vigor encarnó Cantinflas años atrás, se ha convertido ya, para principios de los cincuenta, en muestrario fatigoso de humor autoparódico, figuras cómicas como Tin Tan, Resortes (El rey del barrio) y Mantequilla se encargan de revitalizar al cine urbano.

A lado de esta capital del regocijo y del desprendimiento afectivo, subsiste en numerosas cintas la imagen de la ciudad como sitio de la fatalidad. Es conocido el itinerario que en el cine de los cuarenta conduce a los abismos. Una joven llega de provincia para iniciar en la gran urbe su educación sentimental. Olvida a sus padres y, con ellos, el catecismo de las buenas costumbres, y naufraga en los brazos de un hombre despiadado que rápidamente la pone a trabajar en la calle. La joven se prostituye, baila rumba en un cabaret siniestro, tiene un hijo al que adora pero al que a veces tiene que ocultar y hasta renegar de él, y vive en una vecindad poblada de almas generosas que no evitan su caída en el abismo. El niño crece en un internado e ignora todo de la vida turbulenta de su progenitora. El día de su graduación en el colegio de abogados, el hijo hace en público el elogio de las virtudes de su madre, ya para entonces una mujer prematuramente envejecida y tuberculosa. La moralidad es transparente: detrás de los oropeles de la gran ciudad se esconde una corrupción sólo exorcizable a golpes de virtud austera. Tal virtud es patrimonio irrenunciable de la provincia, la Arcadia pintoresca lejos de la cual todo es desdicha moral. El cine mexicano reinterpreta la novela naturalista y le plantea a la mujer el dilema implacable: o virgen o puta.

En l950, Luis Buñuel realiza Los olvidados, el momento más fuerte de la desmitificación de la pobreza y su carga de “virtudes morales intrínsecas”. Desde el gobierno y desde una parte de la prensa nacional se percibe a la película como una afrenta al ideal de pureza que supuestamente encarnaban las clases populares. Por su rechazo de lo pintoresco y el desenfado en su denuncia de la ambivalencia de la caridad cristiana, la cinta deja muy atrás al maniqueísmo del cine urbano. Con pesimismo, Buñuel ve en la ciudad el espacio asfixiante en donde se cuestiona con mayor dureza la retórica del paternalismo oficial y la ineficacia de muchos de sus programas sociales. Una constante de este cine será el tema de la derrota individual que resume a las frustraciones colectivas.

En l945, Alejandro Galindo dirige Campeón sin corona, el relato del fracaso (más existencial que deportivo) de un boxeador, pero en 1945 la ciudad aún conserva buena parte del viejo color local. Sólo en algunos filmes de factura notable (Distinto amanecer, Julio Bracho, 1943; Víctimas del pecado, Emilio Fernández, l950) la ciudad alcanza los contrastes de una verdadera noche expresionista. En Distinto amanecer redescubrimos a Andrea Palma, el rostro de fatalidad de La mujer del puerto (Arcady Boytler, 1933), en una intriga policiaca en los bajos fondos de la ciudad. Un sindicalista obrero (Pedro Armendáriz) se refugia en casa de una prostituta (su antigua compañera universitaria) casada con un escritor mediocre que vive a sus expensas. La película aborda de forma bastante superficial el tema de la corrupción política y su análisis psicológico de los personajes está muy en deuda con las convenciones del melodrama, pero su importancia radica en el retrato de la ciudad como espacio de la clandestinidad y metáfora de la frustración individual, esta vez en obediencia a una ley implacable del melodrama: la pasión amorosa debe sacrificarse en aras del deber conyugal. 

Víctimas del pecado, una de las mejores visiones de la ciudad prostibularia, consigue lo inesperado: el poderío de las formas plásticas (la portentosa fotografía de Gabriel Figueroa) reduce a la inexpresividad el mensaje “edificante” del realizador. Durante un tiempo se ponen de moda los melodramas arrabaleros con títulos elocuentes y pintorescos (Aventurera, Sensualidad, Perdida, Trotacalles, Arrabalera), estelarizados por bailarinas rumberas (María Antonieta Pons, Rosa Carmina, Amalia Aguilar, Ninón Sevilla) cuyo frenesí trepidatorio resume los agravios a la moral publica y sus múltiples compensaciones.

En los años cincuenta, el drama y la comedia reposan en la improvisación y la rutina. La ciudad será entonces el escenario obligado de algunos géneros nuevos: el cine “de adolescentes”, banalización del modelo hollywoodense de la rebelión juvenil (Rebelde sin causa, El salvaje); la comedia urbana con intenciones didácticas, con antiguas glorias cómicas (como Cantinflas) en papeles hechos a la medida y cuyo humor reiterativo ofrece signos evidentes de cansancio; y el cine de arrabal que en ocasiones se limita a imaginarse el contenido de algunos boleros de moda. Sin preocupaciones sociales desligadas de la retórica oficial, y sin el menor atisbo de inquietud estética, este cine reconstruye en sus estudios las atmósferas mas tranquilizantes de una ciudad ajena por completo a la realidad nacional.

La industrialización de México, vigorizada a principios de los años cuarenta por el gobierno de Manuel Ávila Camacho, y proseguida y exaltada por Miguel Alemán entre 1946 y 1952, propicia una modificación importante de las costumbres y aspiraciones de las clases populares. Un modelo ineludible: el sueño americano, the american way of life. La clase media descubre las ventajas del confort y del “desarraigo” cultural, y en el apego a las tradiciones locales sólo percibe un obstáculo para la superación personal. Con sus promesas de libertad, la ciudad moderna atrae a cientos de miles de hombres que huyen del inmovilismo del campo. Las películas Del rancho a la capital (Ismael Rodríguez, 1952) o Te vi en tv (Alejandro Galindo, l957) describen con desenfado menor el nuevo fenómeno, y lo que domina entonces en el cine de la época y en las visiones urbanas es el elogio del entretenimiento y del triunfalismo social. Nada más alejado de esta ciudad imaginaria que la descripción que de la Ciudad de México hace Carlos Fuentes en su novela La región más transparente, título irónico que evoca el paraíso perdido del Anáhuac. Una ciudad al borde del naufragio y del colapso moral; una modernidad que sólo ofrece la proliferación de la injusticia social, la corrupción política y la vida prostibularia. La percepción es todavía vigente en estos tiempos del dogma neoliberal triunfante, en esta ciudad de Todo el poder y de Amores Perros. Pero esto ya es otra historia, posiblemente el asunto de un libro más de Rafael Aviña, una de esas talentosas empresas de investigación y pasión cinéfila que cada año nos vuelven más contemporáneos del mejor de todos nuestros cines •
 
 

c u e n t o

Vivencias de una tierra, 
de un pueblo

Guadalupe Bucio Gaona



 
 
 
 

Varios autores, 
Desde el invierno
McClelland & Stewart Inc./ Ediciones Unión, 
Toronto, Ontario y La Habana, Cuba, 1997.

 

Algo está pasando en Canadá. De pronto sus escritores empiezan a ser conocidos en el mundo. Nos enteramos de que en ese país se realiza año con año el Word on the Street, una especie de festival literario popular donde el pueblo sale y toma las calles para escuchar y ver a sus escritores favoritos.

Este fenómeno no es producto de la casualidad: el apoyo a la industria editorial que el gobierno canadiense proporcionaba hizo posible una amplia difusión de los escritores y sus obras; al ser cortado dicho apoyo, los editores buscan mercado fuera de sus fronteras dado que la oferta supera a la demanda interna. Pero hay más. Los cuentos y novelas están llenos de anécdotas locales, en ellas se refleja la geografía de una tierra desolada y fría, el pensamiento de los inmigrantes, la herencia de tres culturas: la inglesa, la francesa y la indígena; el sentimiento individual y las relaciones familiares. Los lectores se identifican de inmediato con la obra, en ella se sienten retratados y se convierten en consumidores de literatura.

La antología Desde el invierno muestra el arte de escribir de veintitrés autores canadienses. Hay tres fragmentos de novelas y veinte cuentos, un mosaico que atrapa desde el primer instante y es capaz de transportarnos al frío invierno, a las chimeneas caseras, a los bosques nevados, a los desayunos en las escuelas, a la cárcel, al lago, a la vida en Canadá. 

El arte narrativo de Margaret Atwood es impresionante; en su cuento “El fracaso del labrador” va del pasado (la historia de cuatro expedicionarios, leída por la madre al padre enfermo) al presente (lo que hubiera hecho el padre en situaciones similares). Desenreda sentimientos, recuerdos, emociones en una historia paralela que nos permite conocer a los protagonistas hasta el grado de sentirnos parte de su familia. Presenta a los personajes, les da vida, aprendemos a amarlos y luego desenvaina la espada; el padre muere, su caída final es irremediable. Siempre lo supimos, pero al leerlo los ojos se cubren de agua, las letras se hacen borrosas, una mano limpia las gotas del rostro para poder entrar a otro cuento. No en vano Margaret es una de las mejores escritoras canadienses.

Destaca asimismo Dionne Brand con “Hacienda St. Mary”. El protagonista regresa al lugar de su infancia, recuerda a Tamasine y Trencitas, los esclavos que vivían en el barrancón y procrearon diecisiete hijos en un espacio sin intimidad. A finales del siglo xx el barrancón de los esclavos sigue en pie. El cuento toma aliento, respira agitado, una rabia contenida por miles de años se empieza a notar en sus líneas, el sabor amargo ante la impotencia de los que nada tienen se refleja en una palabra: “¡Maricones!” Terminar de leer la historia es darse cuenta de la progresión temporal y el estancamiento en las actitudes humanas. La esclavitud no ha sido abolida, las guerras no sirven de nada, “ni el éxodo ni la educación ni las ciudades llenas de luces han logrado eliminar el espectro de los duendes que habitan el lecho del río”.

Austin Clarke entrega un cuento de inmigrantes: “Se oían tañer las campanas”. Estelle, Sagaboy e Ironhorse Henry se sientan en la hierba frente al campanario, un hombre hace tañer las campanas con himnos hermosos; eso estimula los recuerdos de Estelle, que se remonta a su pueblo “perdido en el culo del mundo” y se siente dichosa de estar en un país tan grande y desarrollado como Canadá, aunque el departamento de inmigración les ha fijado el plazo de una semana para abandonar la nación. Sagaboy está enfermo, los accesos de tos se incrementan con el frío, su pañuelo se llena de sangre A pesar de ello no abandona sus sueños, desea trabajar duro y construir una casa al lado de Estelle. La rivalidad entre Sagaboy e Ironhorse se dibuja con mesura pues, aunque existen deseos compartidos, se enfrentan a la realidad, necesitan trabajar para vivir y mantenerse unidos en circunstancias adversas.

De Matt Cohen se incluye “Osarios”. Stigson y su amigo corren por el bosque e inventan juegos, se sienten osarios y se preparan para sobrevivir a las consecuencias de los accidentes radioactivos. El padre de Stigson es médico y le regala pastillas para prevenir los efectos de la radiación. Pasa el tiempo, la gente muere o emigra, quedan los más fuertes. El juego se prolonga hasta la juventud. La competencia es dura, al final sólo uno de ellos vencerá. 

Thomas King impartió clases de estudios aborígenes en la Universidad de Lethbridge, Alberta; su escritura refleja el conocimiento de la cultura indígena en “Una buena historia, esa misma”. Ah-damm y Noche son puestos en un jardín. Noche es astuta, curiosa, se mete en todos lados. Ah-damm se dedica a poner nombre a las cosas y los animales, “Me-a-loo, llámalo venado, Pa-pe-po, llámalo alce, Ga-ling, llámala luna.” Ah-damm se encuentra cansado al final del día, Noche le ofrece una manzana, luego otra y otra. Noche pelea con el dueño del jardín por las manzanas, el Señor los corre de su propiedad, a Noche no le importa y se dedica a borrar la huellas de los coyotes que rondan la casa y sigue curioseando mientras Ah-damm trabaja. Es un cuento contado por un aborigen; al elegir la voz narrativa se rescata plenamente el ambiente, el habla, las costumbres y creencias que un pueblo mantiene vivas.

El fragmento de la novela En la piel de un león, de Michael Ondaatje, es una historia de colores deslumbrantes, frescos, libres, opacos o violentos, todo depende del avance de la trama. El azul del cielo se confunde con el azul del mar y la paredes azules de la prisión. El color permite a un preso escapar de la cárcel; mientras pinta el techo de azul se pinta la ropa y el cuerpo del mismo color, se convierte en un ser mimético. Al escapar inician sus aventuras e irá contando su vida en la prisión por medio de pesadillas, sueños oscilantes entre la realidad de la persecución y el recuerdo del pasado. 

Otros autores de esta antología son: Caroline Adderson, Bonnie Burnard, Barry Callaghan, Timothy Findley, Mavis Gallant, Barbara Gowdy, Alistair MacLeod, Rohinton Mistry, Mordecai Richler, Carol Shields, Jane Urquhart, W.D. Valgardson, Guy Vanderhaeghe y Rudy Wiebe. 

Reseñar los cuentos faltantes es un placer que dejamos al lector con la certeza de que pasarán momentos tristes y otros divertidos pero, sobre todo, muy reveladores.

Desde el invierno es un volumen obligatorio en cualquier biblioteca bien nutrida. La mayoría de los autores incluidos aquí serán nombrados alrededor del mundo por la habilidad narrativa desarrollada en sus distintas obras, por sus aportes lingüísticos y culturales que, haciendo un retrato de casa, se ubican en el cosmos del nuevo siglo. Esta antología nada tiene que ver con los preceptos de la academia, las corrientes literarias de moda ni con títulos y premios: se trata simplemente de un aporte artístico de una parte de nuestro continente•
 


Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz. Auspiciado por la sre, Conaculta y Cementos Mexicanos. Convoca el Centro Cultural de la Embajada de México en Costa Rica. Dirigido a todos los escritores en lengua española radicados en los países de Hispanoamérica, que deberán presentar un libro inédito de poemas, de forma y tema libres, no premiado con anterioridad ni postulado a certámenes similares en el periodo que abarca la convocatoria, con una extensión mínima de sesenta (60) páginas mecanografiadas por una sola cara, en tres ejemplares encuadernados. Los trabajos deberán estar firmados con seudónimo y acompañarse de una plica de identificación cerrada, en cuyo exterior se harán constar el seudónimo y el título de la obra y en cuyo interior se informará del nombre, nacionalidad, edad, domicilio y teléfono del autor. Premio único de $3,000 dólares y diploma, que se entregará en noviembre, en el Centro Cultural de México. La obra premiada se publicará bajo el sello de Conaculta. El premio en efectivo, los gastos de traslado y la publicación de la obra cubrirán el pago de los derechos de autoría de la primera edición. Enviar las obras a nombre del Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, al Centro Cultural de México, Los Yoses 4ª. entrada 250 S., o al apartado postal 10107-1000, San José, Costa Rica. El plazo de recepción cerrará el 1º. de septiembre de 2001. No se devolverán originales ni se mantendrá correspondencia con los participantes.

Módulo Letras europeas y norteamericanas del diplomado Cine y literatura. Impartido por Estrella Asse Shueke en el salón de usos múltiples de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado "La Esmeralda", del 7 de junio al 10 de julio, martes y jueves de 18:00 a 21:00 horas. Informes al 5420 4400, extensiones 1040 y 1029. 



 FICHERO
LOS LIBROS QUE LLEGAN A NUESTRA REDACCION

artes plásticas

• Natalia Goncharova. Retrato de una pintora rusa, Marina Tsvietáieva, traducción y notas de Selma Ancira, Biblioteca Era, Ediciones Era, México, 
2000, 135 pp.

educación

• Educación indígena intercultural para los niños de Xochistlahuaca, Guerrero, Bartolomé López Guzmán, Col. Variaciones, núm. 1, Universidad Pedagógica Nacional, México, 1999, 45 pp.

• En los laberintos de la modernidad: globalización y sistemas educativos, Margarita Noriega Chávez, Col. Educación, núm. 8, Universidad Pedagógica nacional, México, 2000, 67 pp.

• Estudio cualitativo de la investigación sobre analfabetismo funcional en México, Alejandro García García y Sara Sánchez Sánchez, Col. Educación, núm. 17, Universidad Pedagógica Nacional, México, 2000, 86 pp.

• La Universidad Pedagógica Nacional. ¿Un nuevo discurso magisterial?, Aurora Elizondo, Col. Educación, núm. 11, Universidad Pedagógica Nacional, México, 2000, 84 pp.

• Los alcances de la función educativa del Estado mexicano, Juan Ramírez Carbajal, Col. Educación, núm. 14, Universidad Pedagógica Nacional, México, 2000, 100 pp.

• Proceso de formación docente y propuesta pedagógica en las lep y lepmi ’90, Jani Jordá Hernández, Col. Educación, núm. 12, Universidad Pedagógica Nacional, México, 2000, 77 pp.

• Problemas de enseñanza y aprendizaje de la historia. ¿...Y los maestros qué enseñamos por historia?, Julia Salazar Sotelo, Col. Educación núm. 10, Universidad Pedagógica Nacional, México, 1999, 111 pp.

entrevista

• Conversaciones con José Revueltas, Andrea Revueltas y Philippe Cheron (compiladores), Biblioteca Era, Ediciones Era, México, 2001, 220 pp.

ensayo (literario)

• La última tempestad. Shakespeare y América Latina, Carlos Antonio de la Sierra, Col. Ensayo, Amate, México, 2000, 241 pp.

• Tras las claves de Melquíades. Historia de Cien años de soledad, Eligio García Márquez, Col. Literatura, Grupo Editorial Norma, Bogotá, Colombia, 2001, 
630 pp.

ensayo (sociológico)

• Conocer el mundo, saber el mundo: El fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI, Immanuel Wallerstein, traducción de Stella Mastrangelo, del capítulo 15 Roberto Briceño y Heinz R. Sonntag, Siglo Veintiuno Editores/Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades/unam, México, 2000, 306 pp.

historia

• La organización regional del mercado interno novohispano. La economía colonial de Guadalajara, 1770-1804, Antonio Ibarra, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla/Dirección General de Fomento Editorial/Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2000, 254 pp.

narrativa

• Astucia, Luis G. Inclán, introducción de Esther Martínez Luna, Biblioteca clásica y contemporánea, Editorial Océano, México, 2001, 875 pp.

• Harry Potter y el cáliz de fuego, J. K. Rowling, traducción de Adolfo Muñoz García y Nieves Martín Azofra, Salamandra, Barcelona, España, 2001, 635 pp.

• La galería invisible, Alejandro Armengol, Col. Ficciones, Término Editorial, Ohio, eu., 2000, 115 pp.

• Paraíplos, Ricardo Sigala, Col. El gran padrote, Ediciones Arlequín, México, 2001, 126 pp.

poesía

• Martín Fierro, José Hernández, prólogo de Manuel Andrade, Biblioteca Clásica y Contemporánea, Editorial Océano, México, 2001, 237 pp.

revista

• La Tempestad, núm. 18, mayo-junio 2001, año 4, textos de Leonardo García Tsao, Ignacio Díaz de la Serna, Sergio González Chico, entre otros, Editorial Imágenes y Movimiento, México, 58 pp.

• Los Universitarios, núm. 8, mayo 2001, nueva época, textos de Angelina Muñiz-Huberman, Gonzalo Celorio, Laura Esquivel, entre otros, unam, México, 64 pp.

• Renglones, núm. 48, abril-julio 2001, año 16, textos de Juan Soriano, Hugo Gutiérrez Vega, Raúl Fuentes Navarro, entre otros, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, México, 79 pp.