Viaje al centro de la noche
En el centro de la capital hay seis giros negros por cada escuela de educación básica. En la delegación Cuauhtémoc existen 4 mil cantinas, restaurantes-bar, casas de citas, table dances, cabaretes, baños públicos, salas de masaje, cervecerías y pulquerías, frente a 602 centros escolares de primaria y secundaria. La polémica Ley de Establecimientos Mercantiles que discute la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, la cual será aprobada la semana próxima y el gobierno capitalino ha anunciado que vetará, soslaya, a decir de sus detractores, la realidad de una vida nocturna, que está en manos de una mafia integrada por seis familias
Jesús RAMIREZ CUEVAS
En la espesa selva que es la vida nocturna en la capital nos adentramos en ese mundo de los bajos fondos de la mano de un Virgilio joven, un músico que ha conocido y sufrido ese otro rostro de la ciudad donde conviven noctámbulos, meretrices, músicos, meseros, bailarinas, policías y funcionarios.
Roberto, guitarrista de un trío que se gana la vida tocando en los llamado antros, giros negros, centros nocturnos y casas de citas que proliferan en el centro de la capital. Poco después de dejar la adolescencia, Roberto supo lo que es sobrevivir y mantener a su familia acogido a la "generosidad" de una de las familias que controlan la diversión nocturna de los capitalinos, el grupo Titanium, encabezado por Antonio Gress. Su relato testimonia el surgimiento de uno de los llamados cárteles de los giros negros, el mismo que controlaba el Lobohombo, ese lugar de triste fama cuyo incendio provocó la discusión de los giros comerciales hoy denominados "de alto impacto social para la comunidad". Gress, quien se inició como mesero y creció en un ambiente hostil, junto con la familia Iglesias Rebollo y Susumo Murakami logró constituir uno de los negocios más prósperos de la vida nocturna capitalina.
La dimensión de esta realidad es tal que Lenia Batres, directora general jurídica y de gobierno de la delegación Cuauhtémoc explica que en esa demarcación hay 8 mil giros comerciales de alto impacto, de los cuales 3 mil funcionan de manera ilegal. Justo en la administración de Oscar Espinosa, en 1993, fue el boom de los giros negros en esa delegación, que crecieron al amparo de la corrupción
*Almas que no conocieron la fe, sólo al Gress
La de Roberto es una historia de explotación, de violencia, de ilegalidades protegidas al amparo de la corrupción. Es la descripción de cómo un hombre pobre se convirtió en el rey de los antros.
"Yo
empecé como a los 13 años, aprendiendo con los cuates de
la esquina. Mi jefe toca desde hace 30 años en diversos antros.
Trabajaba en El Bosque, La Bota, La Cucaracha, que está ahí
en el centro, en cantinasñ se dedicaba a eso que le dicen el cancionero."
Yo seguí su camino años después", cuenta Roberto.
"Empecé en un grupo de cumbias, casi no ganaba pero tenía mucha necesidad. Así que me conecté con un trío que trabajaba con la famosa Gladys, como le dicen, que es una de las personas más chingonas de los antros, la suegra de Antonio Gress. Esta señora tenía una casa en Bahía de Santa Bárbara, que se llamaba El Oro Negro, frente a la Torre de Petróleos. De ahí traslada la casa de citas a la colonia Roma, que no tenía anuncios, ni nada. De noche sólo ves a dos cuates parados, y uno en la esquina".
"Tenía 17 años, se me hacía un ambiente muy raro, yo no tomaba ni fumaba -dice Roberto-. Tocábamos de mesa en mesa, había puras salas y mesas, no había show. Era una vecindad convertida en antro, cada casa era un cuarto. Ahí conocí a la señora Gladys, y a Gress, que era el encargado. Eso fue hace 11 años y Antonio Gress era sólo el encargado. A su vez, la señora Gladys tenía cuatro hijos que se encargaban de Las Campanas y el Osiris. Luego hicieron el Osiris, una pizzería rock donde tocaba el Heavy Nopal y demás". El primer negocio que abrió el Gress fue el Vlados. A lo mejor lo abrió con su suegra. Enfrente había un lugar y lo mandaron cerrar, le aventaron a la policía y la delegación. "Tenían muchas influencias -dice Roberto-, lo que pasa es que la Gladys había sido mujer de la vida galante, aunque tuvo cuatro esposos, la mayoría con conexiones en el sistema del PRI, que era muy corrupto y había intocables. La Gladys y su familia eran de los intocables. De hecho los vecinos se quejaban y no pasaba nada, salía en el periódico que la casa de citas de la Roma y nada, nunca llegaron las autoridades".
*Los avaros y los pródigos
En ese submundo "era una explotación durísima, tenías que estar a la disposición de lo que ellos dijeran. Al principio entraba a las 12 de la noche y salía a las 6 de la mañana. Había buena chamba y ganábamos bien. Por cada canción tenías que caerle con el moje. Eran 30 pesos por cada músico. Cuando no trabajabas de todos modos había que pagar el moje. Los meseros y las muchachas pagaban su parte, que era mucho más dinero. Todos ganábamos de las propinas pero la mayor parte del dinero se lo quedaba el negocio".
Al Gress, como le dice Roberto, le gustaba la lana. "Su imagen te da miedo, parece un bulldog. Llegaba y decía a meseros, músicos y muchachas: 'a ver, necesito una lana'. Contaba el número de empleados y les decía 'les toca de a tanto a cada uno'".
"Con las chavas era terrible, si ellas cobraban 500 pesos por meterse con un cliente tenían que pagar una cuota de 300 pesos, era la tarifa de la casa. A los meseros los esquilmaban hasta el último centavo. Por eso ellos se desquitaban con los clientes, eran unos ratas, le cobraban de más al cliente para ganar un poco. Si el cliente tenía varias horas con el trío los meseros le cobraban el doble y nos pedían que les hiciéramos el paro y nos daban una parte, pero a mí me daba miedo, porque cuando Gress o los otros encargados se enteraban de que los meseros robaban, les pegaban y los corrían".
"La reacción de Gress no era por honradez, para que no le robaran al cliente, sino que no le tocaba nada. Luego llegaba Gress con un reloj y reunía a los meseros y empleados, y bondadoso nos decía: 'a ver, mis niños, aquí tienen un reloj para cada uno'. Y luego nos decía: me debes 300 varos y los quiero para la mañana. Por eso robaban los meseros, porque les pedían mucha lana. Todo el tiempo era dar lana. Nunca recibí dinero de ellos. Cuando un mesero quería entrar a trabajar le pedían mil pesos, como una especie de depósito que nunca le regresaban, así compraba la plaza".
*Iracundos, violentos y engañadores
Cuando Gress abrió el Vlados, mandaba a los tríos a tocar gratis. Roberto recuerda: "salías de la casa de citas a las siete y tenías que estar a las dos de la tarde en el Vlados para hacer show de gorra, sólo nos daban la comida. Nadie quería ir pero como era el único sustento tenías que ir a fuerzas. Después trabajábamos hasta 12 horas. Todos los que trabajan en los antros se acostumbran a pagar por trabajar. Ellos no ponen nada y ganan todo, independientemente del precio del alcohol. Iban muy buenos clientes, iba el que tenía lana para pagar".
Regularmente estaba la mafia de la delegación Cuauhtémoc, funcionarios de entonces que cobraban los favores. El abogado actual de Gress era en su tiempo el encargado de reglamentos de la delegación. Iba toda la oficina de reglamentos. Cuando llegaban Gress les decía: 'órale, chupe, música y viejas gratis para estos güeyes'. Esos funcionarios le decían a Gress: Toñito, se va a casar mi hermano, necesito un trío, y nos mandaba. Todo era de gorra".
Antonio Gress, como Alejandro Iglesias, dueño del Lobohombo, empezaron desde abajo. Gress era garrotero, se hace mesero y luego se casa con la hija de la dueña, quien lo vuelve encargado. Iglesias también era garrotero. "Gress le daba sus buenos putazos, lo agarraba de bajada, pero yo creo que le tomó cariño porque era padrotón y le gustaba a las chavas", cuenta Roberto. "Después desapareció un rato pero luego apareció como dueño del Lobohombo. Creo que a él y a otros como él les dieron dinero de otro lado para que administraran los antros. Lo pusieron ahí como costal de arena para recibir todos los putazos. Los verdaderos dueños deben ser gente con poder e influencia. Por eso me salí, era un infierno, eran muy violentos".
Según Roberto, cuando él empezó de músico eran cinco familias las que controlaban todo: Susumo Murakami, los Valls, Gladys y dos o tres chiquitos. Ellos mandaban cerrar los lugares más pequeños. "Con la lana que llegaron a obtener empezaron a comprar otros lugares. Parecían la mafia, llegaban a algún lugar que querían comprar y le decían al dueño: 'Qué onda, ¿que lo está vendiendo?' No, pus no, decía el otro. Gress le respondía: cómo no, sí lo están vendiendo, y sacaba la maleta con la lana, los presionaba, los amenazaba".
"Si
un músico se pasaba de lanza llegaba el Gress y ¡palo!, le
daba un zape con esas manotas. Llegaba con los meseros y les pegaba
en los riñones y en el hígado: ¡palo!, se doblaban.
'¿Qué pasó, Toñito, ahora qué hice?'
'Nada, me debes 500 pesos'. Así les bajaba una lana. Cuando
estás queriéndote ganar un varo y estás trabajando,
te humillan. Ahí no hay artistas. Se aprovechaban para hacerte mierda
con lo que fuera. Como que se van dedicando a sembrar el terror: si no
pagas, te madreo".
El Vlados lo abrieron como restaurante-bar pero años después lo convirtieron en casa de citas y se acondicionó un casino, con música de tríos de mesa en mesa. Si te ven que no tienes dinero nadie te pela, pero si ven que tienes dinero están todos encima, como moscas sobre la miel.
"Los meseros y las chavas se acostumbran a trabajar en medio de este clima de violencia, ya no pueden trabajar en un lugar decente porque de ahí sacan más lana. Por ejemplo, a un cliente le chingan el doble de la cuenta para ellos o le ponen gotas a su copa para dormirlo. Como la mayoría de los meseros se vuelven bien drogos, tienen que sacar para pagar la droga. También eran los famosos embarcadores, veían a una chava jodida y le daban droga, primero de regalo y luego ya como cliente le cobran. No eran dilers sino embarcadores. Enganchaban a la gente a la droga. Ellos trabajaban en los lugares y ahí la distribuían y los encargados sabían cómo se movía todo".
*La otra realidad
Entre 1993 y 1995 fue el boom de los giros negros, justo en la administración de Oscar Espinosa. En ese periodo se consolidaron las seis familias que controlan el negocio. La nueva Ley de Establecimientos Mercantiles, dicen sus promotores, regularizará la situación sobre todo de los giros con "alto impacto social", mejor conocidos como giros negros. Entre las familias que controlan la vida nocturna están el Grupo Titanium, encabezado por Antonio Gress, la familia Iglesias y Juan Manuel Murakami (actualmente en prisión). Este grupo tienen más de mil empleados.
Alejandro Iglesias, quien aparece como dueño del Lobohombo, está prófugo de la justicia por su presunta responsabilidad en la muerte de 23 personas en el incendio que acabó con ese lugar.
Otro cártel es el Grupo Soto, encabezado por Francisco Soto y Francisco Soto Ordaz. Hasta 1996 fue el principal grupo de la vida nocturna en el ciudad de México. A su sombra surgió la Unión Unica de Bares, Cabarets, Discotecas y Similares. Operó importantes lugares de sexo en vivo y ahora ofrece el giro de moda: "el intercambio sexual de parejas" (swingers). Otro es el Grupo Valls, con más de 40 años en el negocio. Operan lo mismo lugares de mucho prestigio y con todos sus documentos en regla que giros ilegales. Está también Manolo García, cantinero de vocación, quien salió de España acusado de ser parte de la mafia gallega, y controla buena parte de los table dances (con muchachas de Europa del Este y de otros países).
Alfonso Nájera, El General, tiene antros en el Centro Histórico. De origen humilde, se involucró como empresario de centros nocturnos. Incluso le regaló el Tenampa al general Durazo cuando era jefe de la policía, quien le permitió operar sin licencias y constituirse en un poder en el centro de la ciudad.
El Grupo Sarquís, encabezado por Eduardo Sarquís, quien empezó como empresario inmobiliario, comprando terrenos baldíos. Es conocido como el zar de los estacionamientos.
Lenia Batres, directora general jurídica y gobierno de la delegación Cuauhtémoc, sostiene que estos grupos controlan la vida nocturna de la ciudad, sobre todo del centro de la capital. Existe una preocupación fuerte de los habitantes de la delegación y una demanda unánime: alto al crecimiento de los giros negros.
"La
vida nocturna tiene un impacto fuertísimo -dice la joven funcionaria-.
La delegación ha sufrido un despoblamiento de más de un millón
de personas en los últimos 15 años. Los giros comerciales
de alto impacto han transformado muchos lugares en zonas inhabitables.
Hay una relación entre la inseguridad y estos giros comerciales
de alto impacto. Seis de las 10 colonias con mayor índice delictivo
están en la delegación Cuauhtémoc. Estamos obligados
a actuar, tenemos que parar la proliferación de los llamados giros
negros, la delegación no aguanta uno más. Hemos hecho más
de 700 verificaciones, 103 clausuras y 10 suspensiones de actividades.
Más de 70% del espacio urbano de la delegación está
ocupado por establecimientos mercantiles. Muchos están en zonas
habitacionales. De 8 mil establecimientos hemos clausurado 100, que no
significa casi nada".
Lenia Batres, quien encabeza el trabajo para regular estos lugares, comenta que la ley que discute la Asamblea Legislativa "es una ley a la medida de los dueños de los giros negros". Batres denunció una campaña intimidatoria en contra de funcionarios de la delegación, que han sido amenazados y hostigados por su cruzada contra los negocios ilegales.
Se habla incluso de las relaciones de algunos legisladores locales, de que son abogados y dueños de giros negros. Algunos de los principales promotores de la ley son el panista Francisco Solís Peón, conocido amigo y asiduo bebedor y cliente de table dances. Se han publicado fotos en la prensa de sus momentos de diversión en esos lugares que tanto defiende.
Se dice que la ley en cuestión se redactó con los empresarios de la vida nocturna y que en su redacción participaron legisladores como Margarita González Gamio, del PRI, quien como delegada de la Miguel Hidalgo apoyó el establecimiento de estos giros de alto impacto. Incluso se le relacionó con el caso de la madame de Las Lomas, que contaba con su protección.
Alfonso Suárez, coordinador de asesores de la delegación Cuauhtémoc, cuestiona los extremos para analizar la citada ley. Aboga por una cultura del respeto, donde se salvaguarden los derechos de los vecinos, de los empresarios, de los clientes y de quienes viven de esas actividades. "Todo extremo resulta desfavorable, ni censura ni corrupción. Necesitamos una legislación abierta en una zona castigada por la enorme cantidad de antros. Quienes trabajan en esos lugares no tienen ninguna garantía laboral, no tienen contratos ni prestaciones, ni Seguro Social. No hay ningún beneficio para los trabajadores. No se puede llamar empleo al hecho de que dejan ganar una propina a la gente. Todos son comisionistas. La realidad de estos lugares, que están en la border line de la legalidad, como la venta de estupefacientes, no la veo considerada en la ley. Hubiera sido bueno poner como condición para su funcionamiento que exhibieran los contratos de los trabajadores para dar licencias. Desde 1992 en el sur de la delegación y en Tlatelolco han dado la voz de alarma por cambio de uso de suelo ilegal. A ver qué dice la ley al respecto".*