Jornada Semanal, 13 de mayo del 2001



Michelle Solano

Villaurrutia, un cantauto profano

A Xavier Villaurrutia se le reconoce siempre como uno de los poetas fundamentales de la literatura mexicana del siglo XX, pero lamentablemente su dramaturgia, además de olvidada, suele sufrir un menosprecio equivocado y pragmático que mucho le ha costado sacudirse.

A Jaime López, artista por los cuatro costados, ya sea por su obra musical, su trabajo poético-literario, teatral o como hombre de espectáculo, debiera reconocérsele una virtud más: el atrevimiento. Jaime nunca ha dado concesiones es su quehacer artístico, y aquí me alejo del lugar común, de la pugna manoseada entre “lo comercial y lo independiente”. Me refiero más bien a la capacidad para transformar lo obvio, lo cotidiano, en una especie de lente de aumento que permite resaltar la materia de la que estamos constituidos los mexicanos: del rock a la música norteña, de la ocurrencia a la revelación, del calor a lo frío.

Y es que podría sonar intrascendente, incluso oportunista, debido a los múltiples homenajes que este año se han llevado a cabo en nombre de Xavier Villaurrutia, pero el caso es que fue a Jaime López y a nadie más, a quien se le ocurrió escribir un espectáculo que tomara tanto la obra dramática como poética de Villaurrutia, para darle forma a sus propias obsesiones, a su propia interpretación de la herencia villaurrutiana. 

El Café de Nadie no es un teatro. Es una casona vieja y fantasmal de la colonia Roma, donde alguna vez habitaron María Teresa y María Cristina Villaurrutia, hermanas del poeta. El hecho de que no sea un teatro lo convierte en escenario idóneo para este espectáculo que escapa de lo convencional. 

El primer acercamiento a Villaurrutiana, un cantauto profano, fue el reencuentro entre Jaime y una de sus primeras intérpretes: Maru Enríquez, para darle música y voz a algunos poemas de Villaurrutia; acto seguido fue retomar la dramaturgia de este autor y escribir un espectáculo, una especie de unión insólita que discurre a través de la indagación del doble, nada ajeno para un tipo como Jaime, que ha sabido mutar y renovarse a través de los años.

Anecdóticamente, la acción se basa en dos obras de Xavier Villaurrutia, llamadas “autos profanos” por el propio autor; se trata de La tragedia de las equivocaciones, que cuenta los infortunios de un hombre que tiene un hermano gemelo, y de Invitación a la muerte, la historia de dos hombres que trabajan en una funeraria.

Lo interesante aquí es que la adaptación de los textos, la musicalización de los poemas, la interpretación de uno de los personajes y la dirección escénica, se encarnan todas en la persona de Jaime López, con una creativa consistencia que mucho se extraña en los productos del teatro mexicano actual.

Sergio Zurita, actor y director teatral que ya había trabajado con Jaime anteriormente, interpreta en esta puesta el papel del hermano gemelo, del doble, del otro. Sus juegos actorales proponen un desdoblamiento, creando algo parecido a una identidad, sin solemnidades pero con resultados sumamente atractivos.

La voz de Maru Enríquez parece haber sido creada especialmente para estas canciones, o las canciones para la voz de Maru; no hay línea divisoria, no hay frontera. Uno tiene la impresión de que ya conocía esas canciones a través de esa voz, lo cual confirma que más que musicalizar los poemas de Xavier Villaurrutia, el trabajo de López y Enríquez encontró su mayor fortuna en saber develar ese hermano gemelo del Villaurrutia poeta: el compositor. 

Lo mismo pasa con el gusto por (y el regusto de) la poesía de Villaurrutia, sus complicidades y sobreentendidos. Se necesita talento para hacerlo bien, para provocar el estallido de un universo en el interior del espectador-oyente. Pero en este caso no falta, ni por parte del Jaime López músico y director, ni de la interpretación deleitosa de Maru Enríquez, ni de Sergio Zurita actor; juntos tienen la capacidad suficiente para convencer y hacer de este uno de los trabajos teatrales más importantes de su tiempo.

El uso del espacio constituye, por sí mismo, un hallazgo. Suele suceder que a la gente de teatro, la sola idea de trabajar en un espacio alternativo, como lo es un café, le haga bastante ruido, y es que entonces no hay los elementos “típicos” que le proporcionen la atmósfera, ya sea en el sentido lúdico o en el técnico, que da un teatro. La propuesta de trazo escénico responde aquí más al gesto nacido del texto que a una suerte de cartabones meticulosos; la escenografía está compuesta únicamente por algunos elementos que cumplen una verdadera función en el devenir de la obra. Nada más, ni lucecitas artificiosas, ni vestuarios ad-hoc, únicamente teatro: texto, acción dramática, voz, personajes en un escenario, música desenchufada. Teatro de café, como dicen ellos, donde más que las masas, las mesas aguardan.
 
 

 


 
 

LA CENSURA Y LA SANTA IGNORANCIA

 

Tomado del Semanario de San Gordiano


Mucho alboroto han armado los pornógrafos y los liberalones en torno al derecho natural ejercido por nuestro guía, Carlos Abascal, en relación con las lecturas sugeridas a su hija por una maestra que, para nuestra fortuna, ha dejado ya de ejercer su nefasta influencia sobre las endebles almas de las niñas de un colegio religioso.

Por esos días, el Señor Cardenal Norberto Rivera esgrimió su reluciente espada y salió en defensa del Señor Lic. Abascal, poniendo en su sitio a los liberalones, al recordarles que ellos mismos prohiben a sus hijos e hijas la lectura de las Sagradas Escrituras. Un masonazo periodista se atrevió a decir a Don Norberto que la Iglesia Católica Mexicana había sido la primera en prohibir, durante muchos años, la lectura directa de la Biblia, proponiendo, en cambio, los hermosos libros de Historia Sagrada llenos de preciosas estampas y bien expurgaditos. Es cierto, pero el herejote chupatintas no tomó en cuenta que esa aparente prohibición se debía al peligro representado por el libre examen propuesto por Lutero y todo el aleluyaje. Además, debemos recordar que una de las traducciones de la Biblia al castellano fue la perpretada (no faltan aleluyas disfrazados de católicos progresistas que alaben esta peligrosa versión) por Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera, conspicuos luteranos de los que se hizo cargo el Santo Oficio apretándoles las tuercas y otras cosas que traían sueltas. Menos mal que Nácar, Colunga, Bover, Cantera y otros buenos católicos realizaron nuevas traducciones más apegadas a la verdad. Ahora ya se recomienda la lectura de los Textos Sagrados, pero el padre Mendieta y Lelo de Larrea y el canónigo don Indolencio Pérez-Tartaleta, especialista en el descubrimiento de complots judeomasónicos, sugieren a los padres de familia que tengan cuidado con algunos pasajes del libro sagrado. Nos referimos a las descripciones corporales demasiado explícitas que afean al Cantar de los Cantares, y a la narración de las pésimas costumbres de algunos monarcas como Salomón y David con todo y sus sunamitas, lechos fríos y huesitos recalentados. No estuvo de vacaciones Fray Luis de León en los recintos del Santo Oficio. Sin duda que algo raro y demasiado original se agitaba en el fondo de sus glosas, versiones e interpretaciones. Los santos y sagaces padres dominicos se percataron de esas anomalías y pusieron en la sombra por unos añitos al distraído poeta, quien, a pesar de su burlita del “decíamos ayer”, salió ya muy serio y arregladito de los salutíferos encierros espirituales. Otros poetas y escritores tuvieron también problemas generados por sus compulsiones metafóricas. El Santo Oficio vigiló por un tiempo a San Juan de la Cruz y Sor Juana Inés de la Cruz, feminista convicta y confesa, recibió una sana reprimenda del Señor Arzobispo de Puebla, quien por delicadeza usó el nombre de Sor Filotea de la Cruz para firmar su carta admonitoria. Un maestrillo de la Sogem que es un tránsfuga de la verdadera religión, se atrevió a decir que el prelado poblano tenía pulsiones travestistas.

Nuestro guía, el Lic. Abascal, puso una pica en Flandes y logró que la inmoral promotora de textos dañinos para las almas femeninas, dejara en paz y en santa ignorancia a su hija y a sus compañeritas. Esta hazaña nos hizo recordar otros grandes momentos de la defensa de las buenas costumbres. Los enumeramos para que todo quede muy claro y en su sitio:

1-En la época del Regente de hierro, su jefe de espectáculos dictó orden de detención en contra del Bachiller Fernando de Rojas, autor de una de las primeras obras pornográficas en castellano, La Celestina. Lo hizo para ejemplificar, pues es falso que el íntegro funcionario ignorara que el cochino bachiller tenía ya muchos siglos en la tumba. Esta versión fue propalada por los poetisos enemigos de la sana censura.

2-Hace unos años, los padres de familia del Colegio Oxford lograron quitarle la cátedra a un pedantuelo dómine que proponía la lectura del peligroso texto sobre Santa María Egipciaca.

3-En los sesenta, un renegado y neohereje rector de la Universidad de Querétato, anduvo promoviendo en una de las más piadosas ciudades del país, el estudio de sucios textos psicoanalíticos y orgásmicos y la lectura de libros pornográficos. Lo pusieron en su sitio que estaba fuera de la levítica ciudad.

4-El director y los actores de una porquería llamada Cúcara Mácara, por andarse burlando de nuestros símbolos patrios y religiosos, recibieron su merecido castigo. Algo similar les pasó a los pseudo-artistas que les faltaron al respeto a los emblemas guadalupanos. El director del museo donde se hicieron los desfiguros también se llevó su sofocón. El monero Ahumada fue puesto en su lugar por el Señor Cardenal Sandoval y por los inquisidores tapatíos.

5.-Las instituciones eméritas que defienden las sanas costumbres como Provida y la Unión Nacional de Padres de Familia, mantienen una estrecha vigilancia sobre los enemigos de la verdad tanto en funciones como potenciales. Por esta razón se inclinaron por las medidas preventivas, pues para evitar el uso del condón y de los anticonceptivos hay que prohibir la propalación de textos pornográficos que producen excitaciones, y promover una santa ignorancia que mantenga a los jóvenes, especialmente a las muchachas, en una campana de cristal que los proteja de las asechanzas del demonio, el mundo y la carne.

Nuestro semanario recomienda a los padres de familia seguir el ejemplo del Lic. Abascal y vigilar sin descanso. Tengan especial cuidado con la llamada educación sexual y con la literatura en general. Respecto al cine es necesario insistir en la clasificación de las películas y formar piquetes de padres de familia que impidan la entrada a los menores de edad a las salas donde se exhiban películas ubicadas en la B-3, C-1, C-2 y fuera de clasificación por indecentes. En San Gordiano se ha hecho cargo de esta tarea urgente, el maestro Epitacio Bedoya y Machuca, conocido como el más esforzado sonetista diabético del centro del país.

Hace poco un ex presbítero (“El que de santo resbala hasta demonio no para” dice el sabio refranero) afirmó en un artículo que los jóvenes actuales saben mucho más de sexualidad que lo aprendido por sus padres y abuelos en sus largas vidas, pues están expuestos al bombardeo constante de imágenes perturbadoras. Esto es cierto, pero la única manera de combatir tales excesos consiste en la práctica infatigable de la censura y en la urgencia de mantener a los jóvenes, y sobre todo a las jóvenes, a salvo de esos horrores y protegidos por una santa ignorancia que puede ser real o fingida, espontánea o impuesta. El caso es que triunfen las apariencias aunque las malas músicas anden por dentro del cuerpo social.