domingo Ť 6 Ť mayo Ť 2001

 Guillermo Almeyra

Israel, el apartheid y la solución final

Me duele terriblemente escribirlo pero el gobierno israelí se apoya sobre una cultura fascista de masas y utiliza conceptos y métodos propios de los nazis. Por supuesto, Israel tiene --para los ciudadanos judíos-- una estructura formalmente democrática ya que, aunque carece de una Constitución (la ley hebraica hace las veces de la misma), tiene Parlamento, elecciones, libertad de prensa (relativa pero bastante amplia), tribunales. Pero la democracia ateniense no impedía que el régimen estuviese basado sobre la esclavitud y el racismo. Y aunque en Israel una minoría --que salva el honor de los judíos y hace mantener la esperanza en el género humano-- es antirracista, se opone a los fascistas en el gobierno, busca la paz con los palestinos y exige el fin de las continuas brutalidades israelíes en los territorios ocupados, la gran mayoría vive cotidianamente inmersa en una cultura de apartheid (como la que tenían los blancos en Sudáfrica frente a la mayoría negra) y un vasto sector está pensando --como hizo Hitler con los judíos-- en la solución final... ¿Qué otro sentido tiene el asesinato de manifestantes israelíes árabes que apoyaban la Intifada o la demanda, en el Parlamento israelí y en la prensa, de expulsar de Israel a los ciudadanos israelíes árabes?

Abraham Leon (muerto en Auschwitz, adversario del sionismo, al que calificaba de racista) sostenía que la represión secular había obligado a los judíos a convertirse en "un pueblo-clase" de usureros, comerciantes y artesanos. Pero aunque en la represión a los palestinos hay un fuerte ingrediente de clase (ya que éstos son la mano de obra semiesclava, incluso de lo que queda de los kibutz, y son los que hacen la riqueza de las empresas, agrícolas o no, en Israel), es evidente que las reiteradas prohibiciones a los palestinos a cruzar la frontera para ir a trabajar a Israel --un verdadero lock out ilegal decidido por un Estado-- no conviene a los patrones israelíes y no tiene motivaciones económicas (salvo la de rendir por hambre a todo un pueblo, como en un sitio a una ciudad), sino esencialmente políticas, y terroristas, en particular.

Israel les roba el agua a los territorios ocupados, destruye los frutales y las propiedades, construye ilegalmente casas para los colonos fascistas en tierras palestinas, modifica el territorio, sitia las tierras árabes por tierra, aire y mar y las bombardea u ocupa a cada rato, pero esas medidas económicas tienen la misma motivación que el cerco nazi al ghetto de Varsovia antes de decidir aniquilar a sus habitantes.

Los palestinos --pueblo-clase de explotados por un pueblo-clase de explotadores y opresores-- sufren en realidad mucho más que una clásica explotación capitalista o colonial. Los colonialistas trataban como inferiores a los pueblos sometidos, pero debían mantenerlos, mejorar su situación material (para que produjesen más), convivir con ellos. El capital trata, por su parte, como inferiores a los trabajadores, pero los necesita como seres libres y, como los colonialistas, no les niega el carácter humano. Los nazis en cambio no consideraban humanos a los judíos ni Israel considera humanos a los palestinos. Una niñita israelí de 10 meses asesinada es motivo de horror, pero no lo son los niños palestinos muertos por soldados especializados en tirar ni los bombardeados en el patio de sus escuelas.

Los nazis no volaron ni París ni Florencia ni Génova a pesar de que los tiroteaban desde todos los edificios, en cambio arrasaron e incendiaron el ghetto de Varsovia. Los maquis o los partigiani eran para ellos adversarios porque los veían como seres humanos, mientras que los judíos eran subhumanos y, por lo tanto, era lícito matarlos como si fuesen fieras, hacer pantallas de veladoras con sus pieles, convertirlos en jabón. En la Knesset tampoco ha faltado quien calificase a los árabes de subhumanos: ¿cómo entonces negociar con ellos, cómo considerar que sus vidas valen igual que las de los hebreos?

La base del apartheid, ese tipo de racismo que practica Israel, es el desconocimiento de la igualdad de los palestinos, en el sentido estricto de la pertenencia a la misma especie, lo cual hace recordar el alegato de Shylock en El mercader de Venecia contra el racismo que deshumanizaba al judío ("¿acaso los judíos no lloran, no sangran?"), lamento que Israel ignora en su represión antipalestina, en la que el terrorista suicida que cae en el asesinato colectivo o indiscriminado por desesperación es considerado un monstruo, pero Sharon, multiasesino, o los que ejercen cotidiana y fríamente el terrorismo de Estado y provocan con la construcción y defensa de nuevas colonias fascistas, mientras destruyen barrios enteros de árabes, son héroes y civilizadores.

Como en el Tercer Reich, los valores los establecen los considerados superhombres. Ahora bien, todos sabemos cómo terminaron los nazis... Ť
 
 

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