La Jornada Semanal, 15 de abril del 2001


Ana Paula Pintado
extranjeros en su tierra

Los tarahumaras y el voto
 
 

Para los ralámuri que viven al suroeste de la Sierra Tarahumara, en el municipio de Batopilas, “el presidente de la República Mexicana resulta un ente casi abstracto”, nos dice Ana Paula Pintado, que acostumbra vivir y convivir con estos extranjeros en su tierra, que han “buscado sus propias estrategias para informarse” cuando se trata de conocer a un candidato. Ana Paula destaca el hecho de que los tarahumaras votan colectivamente: “se reúnen y entre todos deciden por quién votar”, así como las motivaciones más importantes que tienen para ejercer ese derecho fundamental.





De 1998 a 1999 fui invitada a participar en el proyecto del Instituto Federal Electoral, “Usos y costumbres de las comunidades indígenas y procesos político-electorales”, investigación a cargo de José Antonio Aguilar Rivera. Mi participación consistió básicamente en elaborar una estrategia para obtener información cualitativa que obtuvimos de los talleres de participación social, que se organizaron en varias rancherías y/o cabeceras municipales seleccionadas por toda la República Mexicana; la idea era que la gente hablara espontáneamente sobre el proceso electoral, en vez de realizar cuestionarios que, normalmente, amedrentan. El análisis de los resultados estuvo a cargo de Aguilar y Guillermo Trejo. La pregunta que dirigió esta investigación fue: ¿Cuáles son los obstáculos en la organización y el desarrollo de las elecciones federales en zonas indígenas?

De esta experiencia me surgió la inquietud de escribir mis reflexiones acerca del voto indígena; en este caso sólo hablaré de los tarahumaras de la barranca, es decir, los ralámuli, que viven en la región suroeste de la Sierra Tarahumara en el municipio de Batopilas.

De la investigación para el ife, entre otros factores que surgieron como conclusión, supuestamente los más relevantes fueron la cuestión cultural y la dispersión geográfica; esta última aparecía como el principal motor transformador de la cultura.

Estas líneas pretenden demostrar que si bien el factor cultural parece sobresalir como un problema, si lo vemos a profundidad no es tan relevante como podría pensarse. Por otro lado, el factor de la dispersión geográfica es un indicador que se puede relacionar con la cultura; sin embargo, no debe pensarse que la dispersión geográfica en sí misma es transformadora de la cultura, pues la cultura también se transforma a sí misma.

Sí existe interés de los tarahumaras de la barranca por votar, pues ¿cómo explicarse que el voto para presidente municipal sea importante para ellos? El problema es que no tienen, por ejemplo, información sobre los candidatos para presidente de la República. No votar no es en sí mismo un problema cultural; es decir, ni el monolingüismo, ni el tradicionalismo, ni la supuesta discriminación de género (otro de los prejuicios para definir al indígena) son los principales obstáculos para el voto. El problema es la falta de información. Ahora bien, la dispersión geográfica sí juega un papel relevante, pero ésta es superada cuando hay interés por votar. Por ejemplo, en el caso de la gente de Bachichurachi, en el municipio de Batopilas, en las elecciones federales de 2000 caminaron día y medio para llegar a la casilla. Lo mismo sucedió cuando fueron a votar por el presidente municipal, pero en esta ocasión consiguieron un aventón en un camión de redilas y, después de diez horas de trayecto, mujeres y hombres tarahumaras llegaron a las casillas. Esta es una muestra de que sí hay interés, a pesar de que las casillas estén tan alejadas de sus casas. Lo que no hay, como señalamos, es información previa, de todos y cada uno de los candidatos. En el caso de las elecciones federales de 2000, sólo sabían de la existencia de Labastida y oían algunos rumores de “un tal Fox”. No se trata, entonces, de que sus tradiciones los limiten, sino de que carecen de medios de difusión –televisión, periódicos, radio y visitas de los candidatos. Esta desinformación invita al tarahumara a inventarse un candidato, porque a los reales no los conoce; la posibilidad que tiene el ralámuli de ver físicamente de quién se trata cuando hablamos de los candidatos a presidente de la República Mexicana es casi nulo. ¿Podemos votar por alguien que no conocemos?

Otro problema es el de la insaculación. Según los resultados que obtuvimos en la investigación mencionada, en relación con los tarahumaras del estado de Chihuahua, uno de los inconvenientes fue la desconfianza de los tarahumaras cuando se presentaban los capacitadores del ife. Después de que estos capacitadores han hecho un gran esfuerzo para llegar a pie a las rancherías, resulta que los tarahumaras no les hacen caso. Es casi humanamente imposible que los capacitadores del ife puedan recorrer todas esas rancherías dispersas y, más aún, que puedan darle una continuidad a su tarea (tal vez deberían aprovechar para capacitar a los maestros rurales, que son quienes mantienen relación con los tarahumaras). La desconfianza también es resultado de la desinformación, y esa desconfianza provoca que se tomen decisiones con inseguridad y hasta con miedo. Los tarahumaras no tienen información veraz y certera sobre quiénes son los candidatos.

Como ya se ha mencionado, para los tarahumaras está muy claro que hay que votar por el presidente municipal; de él tienen una referencia bastante más cercana, pues lo llegan a ver en varias ocasiones cuando van a Batopilas a comprar azúcar, sal o café, y también cuando los candidatos están en campaña, porque suelen recorrer las rancherías tarahumaras.

Otro punto relevante es que las propuestas de los presidentes municipales son muy concretas: una pila de agua, un puente colgante, fertilizadores, cemento para los pisos de sus casas, etcétera, y finalmente son éstas las cuestiones fundamentales para el tarahumara de la barranca (aclaro que hablo de los tarahumaras de la barranca, la Sierra es grande y la diversidad también). En cambio, el presidente de la República Mexicana resulta una ente casi abstracto. A diferencia del voto por el presidente municipal, el voto federal tiende a ser un poco más complicado; ¿qué se imagina el tarahumara cuando le dicen que debe de votar por un presidente?

Lo importante es que, a pesar de este problema, el tarahumara de la barranca ha buscado sus propias estrategias para informarse. Una de ellas es la propaganda; conozco tarahumaras que las coleccionan. En la propaganda ven la foto del candidato, la analizan detenidamente y la muestran a la gente del pueblo de Batopilas para obtener más información; sin embargo, como ya se mencionó, la propaganda que les llega no es la de todos los candidatos. Para el tarahumara ese pedazo de papel es muy importante; se trata de un candidato que logró llegar hasta la Sierra Tarahumara, lo cual significa no sólo que el candidato existe, sino que para haber llegado hasta la Sierra debe ser “muy fuerte”.

De esto podemos deducir que el ralámuli vota por aquel que se presenta ante sus ojos. Sin embargo, esto no es muy diferente de lo que sucede con los que están dispersos en la Sierra. Todos necesitamos conocer al candidato.

Ahora bien, ¿qué sucede si no llega la publicidad a las manos de los ralámuli? Pues que sólo van a votar por el que conocieron, pero no será por su falta de educación, ni porque no sepan leer ni escribir; antes que todo lo mencionado, será porque no tienen suficiente conocimiento del candidato.

Otro tema interesante es la forma como ven los tarahumaras la acto de votar. Para el tarahumara el voto es por comunidad, ellos se reúnen y entre todos deciden por quién votar. Los ralámuli tienen una organización política muy interesante y digna de aprender: tienen un gobernador que representa a una comunidad (una comunidad comprende varias rancherías). Este gobernador no es alguien que ordene, es más bien un conciliador, es el que organiza a la gente, la reúne y modera las juntas, tal vez él diga la última palabra, pero antes escuchará a todos los miembros de la comunidad. Y, entonces, así como hay juntas sobre cuestiones como la organización social de las fiestas
o sobre quejas, también se reúnen para ver por quién van a votar. En alguna de las elecciones sucedió algo interesante: resulta que un tarahumara, al presentarse a votar, llegó con un altero de credenciales, pues pretendía votar en representación de su comunidad. Posiblemente era el gobernador. Su actitud no parecía fuera de lo normal y era tal vez bastante congruente; finalmente iba a votar por todos los de su comunidad.

A manera de conclusión podemos ver que entre los tarahumaras sí existe interés por el voto, y la causa de que así sea es su propia subsistencia. Parece que en nada se diferencian de aquellos que no son indígenas; a final de cuentas todos votamos por nuestro bien material, pocos votan por el bien de su país o por la democracia. La diferencia está en que los indígenas votarán por quien les dé más frijoles y maíz, y nosotros, los que vivimos en la ciudad, por una economía más estable, que es lo mismo que pedir por nuestro bien material. Entonces, ¿que unos les ofrezcan frijoles, elemento trascendental de su economía, es realmente diferente a lo que nosotros esperamos del bienestar económico? Tal vez cuando el indígena resuelva estas cuestiones tan concretas, se preocupará por la estabilidad económica del país o por la seguridad social.