MIERCOLES Ť 4 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Amigos de la fiesta, tzeltales evocan cómo los caminantes se volvieron comandantes

Los que tienen el poder siempre van a perder, advertencia de zapatistas en el ejido Morelia

Ť "Fox, Diego y el diputado Salomón" salen mal librados en la región Tzotz Choj

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

ezln-ponchadura Ejido Morelia, Chis. 3 de abril. Blandiendo un arco y una flecha totalmente rudimentarios, atraviesa el escenario cubierto con ramas de juncia un niño muy pequeño, y dice a sus amigos animales que acaba de rescatar de la cárcel: "Hermanos compañeros, los que tienen el poder siempre van a perder". Así termina la obra de teatro que representa al municipio autónomo Miguel Hidalgo en la fiesta de bienvenida a los comandantes delegados del Ejército Za-patista de Liberación Nacional y al subcomandante Marcos.

Cada una de las municipalidades autónomas de la región Tzotz Choj (17 de Noviembre, Lucio Cabañas, Ernesto Che Guevara, Primero de Enero, Vicente Guerrero, Olga Isabel y Miguel Hidalgo) preparó una "participación" en el festival artístico de la recepción. En estas tierras tzeltales y tojolabales late uno de los ventrículos principales del zapatismo, muy distinto al de los Altos tzotziles, las cañadas profundas de la selva Lacandona, o las arduas montañas de la zona norte donde habitan los pueblos choles. Aquí, la participación es la clave de todo: la resistencia, las artes, la vida cotidiana, incluso la ironía propia de los tzeltaleros.

En esta parte de Chiapas se ha sufrido muy agudamente el cerco militar y paramilitar: decenas de muertos, heridos y encarcelados, familias desplazadas, mujeres violadas, cosechas perdidas, amenazas de los caciques, agresiones continuas de la Seguridad Pública, división de las comunidades mediante programas contrainsurgentes como Pronasol, Progresa, Procampo y Programa de las Cañadas.

Estas son las tierras donde todavía en 1993, un ganadero de Altamirano decía a los periodistas que cubrían los que resultarían prolegómenos del levantamiento zapatista, pocos meses después: "Miren jóvenes, aquí vale más la vida de una gallina que la de un indio".

Tal es el escenario donde la noche del 2 de abril el subcomandante Marcos rinde tributo y cuentas a los vivos, y también a los muertos, pues de ellos es también la satisfacción de este momento, cuando regresa la delegación que logró abrirle puertas a la paz y enseñar a la nación que indio y digno son sinónimos. Ante una multitud de rostro embozado y ojos alegres, y no lejos de un altar en memoria de Hermelindo, Sebastián y Severiano -los tres ancianos muertos y descuartizados el 7 de enero de 1994 en un paraje próximo a la ciudad de Altamirano-, Marcos comunica a las bases de apoyo (y se le traduce a las tres lenguas de la región: tzeltal, tojolabal y tzotzil) que la delegación cumplió "sus tres misiones: empujar las tres condiciones, hablar en el Congreso de la Unión y dialogar con la sociedad civil".

Junto a los retratos de los tres hombres, con una imagen guadalupana, velas y flores, una cartulina lleva escritos los nombres de 23 insurgentes y milicianos caídos durante el levantamiento de 1994. Uno por cada comandante que regresa vivo hoy a Chiapas.

Cinco días de espera y preparativos

Por algo los tzeltales tienen fama de alegres y fiesteros. Muchos de los miles de indígenas reunidos en el Aguascalientes IV llevan hasta cinco días aquí, dedicados a la preparación y la espera, que a muchos ya se les hizo larga, pero la expectación se borra en pocos minutos cuando, a las 20 horas, arriba a Morelia el autobús con los comandantes.

Salen a recibirlos al camino con banderas ceremoniales, mantas de bienvenida, sahumerios, ramos de flores silvestres, sones tzeltales simultáneos a los tambores de danza tojolabales y consignas siempre originales: "En caminos, pueblos y veredas se hicieron caminantes y luego comandantes nuestros comandantes". Del escenario empieza a retumbar en cumbia eléctrica Venceremos, esa canción sudamericana que tantas veces ha sonado triste en América Latina, pero que hoy es tan bailable como La del moño colorado. Ahí se dice: "todos juntos haremos la historia". Y se dice: "venceremos, venceremos, mil cadenas habrá que romper". La Historia, vista desde aquí, se escribe en primera persona del plural.

La fiesta es de ellos, de las comunidades. Los visitantes y la prensa les resultan casi invisibles. Será hasta el final del acto cuando Marcos se percate de que los periodistas están hasta atrás, que solicite a los organizadores que les permitan aproximarse: "Están haciendo su trabajo". A la vez se manifiesta sorprendido de que la prensa siga aquí y todavía los aguante.

Al recibirlos más tarde en el templete, la comandante Miriam, mujer de aspecto completamente doméstico, señora de pueblo, dice: "Con ustedes, compañeros, llegamos hasta donde llegamos. Los queremos mucho".

Pero antes de presentarse ante las bases de apoyo, la comandancia se instala en los catres, donde sus miembros pasarán la noche y toman un respiro después del viaje desde Oventic. En tanto, da inicio el festival preparado por los niños y jóvenes de los distintos municipios autónomos.

La alegre rebeldía que no descansa

"Estamos en nuestra alegre rebeldía", proclama el anunciador. "No vamos a descansar y no cejaremos hasta que nuestros derechos indígenas florezcan en la escritura de nuestra nación". Y abre paso a un bailable del municipio autónomo Lucio Cabañas, un bailable antiguo, largo y suave, al son de una sola guitarra y varias parejas danzando vestidas de blanco y bordadas de flores.

Enseguida, "dos compañeritos del municipio Vicente Guerrero" intrepretan el Corrido del 17 de noviembre. Dos chavitos cantan entonces: "llegaron los compañeros/ a la Selva Lacandona/ para iniciar la lucha/ en toda la nación". En el público suenan flautas y tamborcitos tojolabales cuando el anunciador, de riguroso pasamontañas negro, pide vivas al público: "Que vivan los insurgentes. Que vivan los milicianos. Que vivan las bases de apoyo... y el zapatismo en todo el país". Y da comienzo la bizarra y caótica representación teatral del municipio autónomo Miguel Hidalgo, una lectura reveladora de los acontecimientos recientes.

Suben al tablado tres niños con máscaras de cartón encima del pasamontañas, un venado, un tigre y un mono. "Hermano venado, Ƒqué opina tu razón?", pregunta la niña-tigre. "Estamos hartos de que nos maten y nos coman", dice el aludido. Entonces un chavito, totalmente cubierto de tiras de plástico, como el Tío Cosa, se les aproxima y anuncia: "Dulces, galletas, chicles". Entonces un joven, con el rostro descubierto, irrumpe: "Aquí se quedan encerrados", dice a los niños-animales, porque representa al orden y le abre paso a "Vicente Fox", quien aparece diciendo al público: "A ver tú, zapatista, ya te puedes ir a tu casa".

Explica que ahora es cosa suya la solución de los problemas, y señalándose los pies confiesa: "No me puse mi bota vaquera porque dicen que aquí hay mucho lodo". Sin interrumpir la obra, una mujer toma el micrófono para vocear a alguien que buscan en la cocina. Entonces suben al escenario tres hombres vistiendo traje (y ya describió John Berger cómo en cuerpos campesinos los trajes de ciudad se ven raros, desacomodados). Son la caricatura de Diego Fernández de Cevallos, el gobernador Loyola y "ese diputado Salomón" ("qué hombre tan valiente", dice una voz burlesca).

Para el papel de Diego se consiguieron a un barbón medio meco (como llaman aquí a los güeros), que extiende un tablero, y se ponen a jugar ajedrez entre los tres. Sin ningún respeto, alguien más toma el micrófono y llama a Jeremías.

"Hoy tenemos la libertad, todo mundo puede hablar", dice "Loyola", mientras a sus espaldas los animales prisioneros dicen: "Somos los herederos de nuestra patria". De pronto se desconsuela: "Soy el gobernador de Querétaro y nadie me pela", se lamenta, mientras "cuánta gente tiene ese Marcos".

"Diego" execra a los indios apestosos y "Salomón", moviendo una ficha en el tablero, anuncia que retará a Marcos con sus "diez mejores cortamortajas". Por momentos los actores hablan todos. "Diego" se para y dice a sus acompañantes: "Marcos es mucho más de lo que pensamos".

"Pero qué bueno que ya se fueron los reporteros", agrega. Aparece un hombre hablando en tojolabal. "Diego", enojado, se tapa los oídos y dice: "Saquen esa basura que me ensucia mi pensamiento". Coincidencia o surrealismo, una mujer sube al escenario y toma el micrófono para llamar a una mamá "que tiene a su niño encerrado y está llorando, que pase por favor a la tienda".

Aparece "Fox" diciendo discursos y promesas, y un muchacho que debe ser el director de la obra le acomoda al niño del arco y la flecha una capa roja de papel de china y lo empuja suavemente a la escena. Con su arma llega a la "cárcel" donde están los niños-animales y el niño-Tío Cosa, y los libera proclamando una frase rara en el mundo contemporáneo: "los que tienen el poder siempre van a perder", con la cual concluye la obra de teatro. Sigue el Corrido de los comandantes y Sub que entona el grupo juvenil del municipio Primero de Enero, y luego una danza sin trajes tradicionales del municipio rebelde Olga Isabel..

Por último, los zapatistas de la región Tzotz Choj reciben con miradas muy atentas a los comandantes, que ya no son 23 porque han ido quedando en los Altos. Otros quedarán aquí, como el comandante Zebedeo, quien al concluir el discurso de Marcos se despide del subcomandante con un abrazo que podría describirse como muy afectuoso.

El día de hoy la delegación zapatista continuó el retorno a sus comunidades tomando el rumbo de Francisco Gómez, nombre del municipio autónomo y también ahora de la comunidad conocida como La Garrucha.

Mañana miércoles se espera que la última parte de la delegación arribe a La Realidad, última estación del recorrido de los rebeldes chiapanecos.