JUEVES Ť 29 Ť MARZO Ť 2001

Orlando Delgado

El gobierno de los bancos y el crédito

Como en los tiempos del escándalo del Fobaproa, de nuevo los bancos aparecen en los titulares de prácticamente todos los diarios nacionales; en esta ocasión el tema no es el de las impresionantes operaciones fraudulentas, ya sea para financiar al PRI o simplemente para hacer los pagos derivados de la compra de los mismos bancos; tampoco se trata del reconocimiento de que los tiempos de la euforia crediticia (1992-93) dejaron una secuela extraordinaria de cartera vencida, difícilmente cobrable, ya que fueron operaciones pésimamente documentadas que incrementaron de manera sensible el costo del "rescate bancario".

Los bancos comerciales se han ganado las primeras planas por una razón: desde 1994 el crédito ha disminuido consistentemente de modo que el saldo a diciembre del 2000 representa apenas 23 por ciento del saldo de diciembre de aquel año y en estos primeros dos meses del 2001 ha mantenido su comportamiento descendente. La carencia de crédito, en consecuencia, no es nueva; lo nuevo es que estamos a punto de conocer la propuesta de reforma fiscal del gobierno foxista, considerada por los llamados agentes económicos como un prerrequisito para la reforma financiera.

Los diferentes organismos empresariales han criticado la falta de crédito, lo que ha sido respaldado por el presidente Fox, quien la ha ubicado como uno de los principales problemas de la economía nacional. Los banqueros mismos han calentado el ambiente con declaraciones que justifican la ausencia de crédito por razones imputables a la política monetaria o a la carencia de un estado de derecho que garantice el cumplimiento de los contratos.

La política monetaria que ha venido aplicando el Banco de México restringe la liquidez del sistema a través de los cortos, que son compras de dinero por parte del banco central en el mercado secundario, provocando un efecto inmediato en las tasas de interés, las que se acomodan a la reducción de circulante con incrementos que se trasladan a todas las operaciones activas de los bancos. Las tasas resultantes de la aplicación de sucesivos cortos resultan impagables para buena parte de los posibles usuarios del crédito; para los banqueros, la solución a estos impactos se podrá dar con la reforma fiscal, ya que permitirá alinear las tasas domésticas con las tasas internacionales, creando condiciones favorables para que la demanda de crédito se reactive.

Por ello, el banco central ha respondido señalando que el comportamiento del crédito al consumo refuta el planteo de los banqueros, ya que aumentó casi 20 por ciento en el 2000, pese a que es uno de los más caros. Sin embargo, los banqueros insisten en que "si pasa la reforma fiscal en el segundo semestre habrá un impacto positivo en la baja de intereses y en la demanda de crédito"; el presidente de la Asociación de Banqueros incluso ha "estimado" que la colocación de empréstitos crecería por lo menos al doble.

Las diferencias entre el banco central y los banqueros se han ahondado al hacerse pública la propuesta del gobierno federal de que la próxima reforma financiera incorporará consideraciones sobre la conformación del gobierno corporativo de los bancos, esto es, la regulación de los órganos de gobierno de estas empresas, estableciendo su tamaño, integrando consejeros independientes que representen a los inversionistas minoritarios, quienes además podrán designar un comisario. Esta propuesta de la Secretaría de Hacienda se sustenta en un estudio que recientemente publicó el Banco de México ("La importancia de la protección de los derechos de propiedad en el sistema financiero y en el crecimiento económico", Lorenza Martínez T., diciembre 2000, documento de investigación No. 2000-07) y que ha causado escozor entre los accionistas mayoritarios de los intermediarios financieros.

Esta propuesta para modificar al gobierno de los bancos no es novedosa: en plena crisis del Fobaproa, el Banco Mundial en una reunión celebrada en San Salvador, en junio de 1998, utilizó el caso de México para ilustrar el fracaso de la liberación financiera. Entre las razones mencionadas destaca la concentración de las decisiones por parte de las acciones mayoritarios, o de los grupos de control, que operaron sin considerar la opinión de los accionistas minoritarios, quienes perdieron sus inversiones. Tres años después, los bancos siguen siendo dirigidos por grupos de control de los grandes accionistas que han decidido que el negocio bancario opere buscando utilidades en la compra-venta de valores y divisas y no en la operación crediticia.