LUNES Ť 26 Ť MARZO Ť 2001

LA MUESTRA

Carlos Bonfil

Lost killers


ALEMANIA, ANTIGUA MADRE lívida, es hoy, de modo inesperado, la madre de todas las etnias. En los primeros años del milenio, a una década ya de la caída del muro de Berlín y de la reunificación política, el cine alemán refleja crecientemente la recomposición cultural del país, su diversificación racial, el arribo de inmigrantes de Europa central y de los países balcánicos, las maneras nuevas de declinar y pronunciar el idioma. Lost killers, película de factura modesta, ambientada en el anti-glamour urbano de Mannheim, interpretada por personajes de cinco nacionalidades, y dirigida por Dito Tsintsadze, joven artista georgiano, refleja de modo vigoroso estas realidades en una historia descabellada que desalienta cualquier intento de sinopsis.

TRIBULACIONES DE DOS sesinos a sueldo totalmente improvisados: Branco, de Croacia, y Merab, de origen georgiano. Su carrera delictiva de inmigrantes ilegales es una acumulación de fracasos y actos fallidos. La galería de marginales se completa con el personaje más increíble de la cinta, Lan (Nicole Seelig), una prostituta vietnamita, de dientes averiados y aliento inhibidor, que entra en trance en el momento del orgasmo, haciendo pensar a los clientes que está muerta, regresando siempre a la vida al cabo de varias bofetadas. Su físico es tan irremediable, y su carácter tan pendenciero, que su padrote se las ingenia para volverla más rentable ocultándole la cara, callándole la voz, mediante un recurso radical para tener sexo anónimo con ella. En una película menos absurda y desenfadada, la propuesta parecería terriblemente sexista; en Lost killers, sin embargo, Lan es dueña de una autonomía y un brío fascinantes.

UNO A UNO se suceden los gags más efectivos y las mejores viñetas humorística: la madre anciana de Branco, enferma desahuciada, revive milagrosamente cada vez que Merab hace un brindis georgiano; Lan sueña con destazar a un cocodrilo responsable de la muerte de su madre, mientras su novio Carlos, hercúleo inmigrante haitiano, se afana por vender un riñón (el derecho, su preferido) para poder instalarse en Australia; María, la novia portuguesa de Branco, es la carnada ideal para atraer al hombre misterioso tan difícil de asesinar, y Merab, hipocondríaco insufrible, ingiere accidentalmente las cenizas de la madre de Lan.

EL RECUENTO ANTERIOR es sólo una pequeña muestra del estupendo anecdotario satírico en el guión, de la vitalidad con que irrumpe en el cine alemán este cineasta georgiano con su reparto multirracial. El tono es novedoso y la fusión/confusión de géneros casi total: comedia y thriller, sátira surrealista y teatralidad bufa. Un extraño cruce entre Pícaros ladrones, de Woody Allen, y Canciones desde el segundo piso, del sueco Roy Andersson (momento fuerte de la Muestra anterior), en una realización ágil e inventiva. Ausentes en este panorama, los skinheads y otros fanáticos de la xenofobia. Dito Tzintsadze practica en la muy austera Alemania el humor iconoclasta y la incorrección política. Después de Lost killers no es difícil imaginar cuáles podrían ser los blancos siguientes en la sátira de este talento georgiano.