Ojarasca 47  marzo 2001


 
 

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Moisés Gandhi, Chiapas, 24 de febrero
Más fuertes que nunca

Si la unión de propósitos hace la fuerza, el Tercer Congreso Nacional Indígena celebrado en la comunidad purhépecha de Nurío marca un hito en los avatares del movimiento indígena mexicano, más fuerte ahora que nunca antes en su historia. Llegados del norte y el sur, de entre los dos oceános, de las cumbres y faldas de incontables volcanes y montañas, de las ciudades originarias y las ciudades a donde conduce la migración, cerca de 3 500 delegados descubrieron y/o ratificaron cuánto tienen en común los pueblos.
Más allá de la retórica etnicista (herencia oblicua de la etnología, disciplina que monopolizó la idea de "lo indígena" durante el más de medio siglo que duró el indigenismo mexicano) y la mitificación histórica (construida a contracorriente de la "Historia Patria" que los niega como realidad existente y con futuro), los pueblos indígenas representados en el congreso de Nurío dieron un paso mayor en el camino a su reconstitución intregral como pueblos, como culturas, como lenguas vivas.
De las decenas de participaciones y ponencias presentadas en el histórico Congreso Nacional de Nurío los primeros días de este marzo, Ojarasca rescata líneas, expresiones, destellos y propuestas, como uno de los muchos retratos posibles de esta reunión de hombres y mujeres de 41 de los 56 pueblos indígenas. El evento fue histórico por la variedad y legitimidad de las representaciones. Muchas de las voces vertidas en las mesas del congreso fueron el resultado de consensos a los que se llegó en reuniones estatales y regionales: Nurío habría de ser la culminación nacional de un proceso de discusiones locales. Un congreso de congresos.
El hecho de trabajar adecuando la secundaria de Nurío como instantáneo centro de convenciones funcionó como un pre congreso de todas las regiones purhépechas de Michoacán.
De la calidad de la representación en Nurío habla la asistencia de una importante cantidad autoridades tradicionales, ejidales, comunales y municipales, así como dirigentes de organizaciones sociales.
Aunque hubo participaciones peticionistas, la proporción de intervenciones relacionadas con los derechos indígenas fue mayoritaria. Muchas de las voces vertidas daban cuenta de que se había encontrado una correspondencia entre los problemas locales con la demanda general de reconocimiento de la libre determinación. Las demandas se volvieron argumentos.
El capital político del Congreso Nacional Indígena reside en la riqueza del consenso logrado. Del pueblo purhépecha de Zacán, en las tierras del volcán Paricutín, llegaron las siguientes palabras, "para todos nuestros hermanos, y también para todos los hombres que piensan como nosotros": "En la historia vemos la maldad humana y la hemos sufrido en carne propia, ustedes y nosotros, y no hay audiencia como el pasado para nuestras quejas que ya alcanzaron a los viejos problemas sin ser resueltos, por no llevar el signo de pesos.
"Y no hay reposo ni para los vivos ni para los que nos antecedieron, porque los muertos siguen gritando justicia y los vivos seguimos mendigando de ella para nosotros y para darles descanso a ellos.
"Con todo este cargamento repetitivo de penalidades crónicas que tanto hieren a los verdaderos dueños de este continente, estamos aquí. Para unir hechos, no palabras, y hacernos un solo grupo y un solo pensamiento, impulsados por los que ansían una libertad pronta y verdadera, un reparto equitativo de la riqueza y de la justicia, en los nuevos tiempos". 

San Pablo Oxtotepec, Milpa Alta, 9 de marzo

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Contra la aplanadora del dinero
Antes de arribar a Nurío, las organizaciones regionales efectuaron foros y asambleas de considerable trascendencia estatal. En Morelos el encuentro "Sumemos resistencias" unificó las voces nahuas de Santa Catarina, Tepoztlán, Amatlán, Santo Domingo Ocotitlán, Ocotepec, Chamilpa, Tetelcingo, Xoxocotla, Cuentepec, Huitzilac, San Isidro, Yautepec y Temixco, lugares que no son sólo bunkers residenciales, clubes popis o destinos turísticos, sino ante todo pueblos originarios que hoy salen de la invisibilidad y el aplastamiento con la determinación de existir.
"Sabemos que a los que se creen dueños del dinero y del poder no les gusta que los de abajo nos organicemos. Nos tienen siempre en el olvido, sólo voltean a vernos disgustados cuando estorbamos el paso de sus vehículos o cuando no les permitimos construir sus grandes centros comerciales, sus clubes de golf o sus fraccionamientos en nuestras tierras. Para ellos no existimos. Aún más, cuando nos oponemos a sus caprichos, nos acusan de que no queremos el desarrollo, que somos necios y que nos gusta la pobreza. Quieren tener ganancias rápido y fácil. Eso es desarrollo y progreso para ellos. Y todavía se enojan y gritan cuando nos negamos a aceptar sus empleos mal pagados a cambio de quedarse para siempre con nuestras tierras. Nos insultan cuando creen que su dinero vale más que nuestra dignidad... Pasamos de ser dueños de aguas y tierras a ser sirvientes y mozos".
México oye estos días el coro más vasto que los pueblos indios han elevado en la historia moderna. La sociedad mayoritaria es permeada y asombrada por la elocuencia de una verdad simple, obvia, potente, y no obstante sistemáticamente negada y perseguida. "Entre pueblos hermanos la palabra solidaridad es comprendida como símbolo de fraternidad y trato entre iguales", prosigue la declaración de los pueblos indígenas de Morelos. "No es así como lo entienden funcionarios y empresarios. Para ellos, cuando nos solidarizamos entre nosotros, significa que nos metemos en conflictos ajenos. Piden que saquemos las manos. El ladrón gritando 'al ladrón'. Los pueblos indígenas tenemos raíz y razón comunes. Somos pueblos hermanos. Y ahí estamos presentes cuando es necesario. Sumando resistencias frente a los dueños del poder y el dinero."
Se preguntan, como si el sentido común no bastara para darles la razón, "¿quién tiene que sacar las manos de los pueblos? ¿Los pueblos indígenas o los empresarios?"
Estas palabras, y las que siguen, son muy similares a las expresadas por otros participantes en el congreso. Podrían ir firmadas por todos. Eso explica el vasto acuerdo logrado en Nurío. Vinieron a hablar de lo que los une, no de lo que los divide y aleja.
"¿Qué queremos, qué demandamos? Que se nos respete como pueblos indígenas. Que no seamos encarcelados por defender nuestras tierras. Que no construyan megaproyectos industriales y comerciales en tierras comunales y ejidales que no son propiedad privada y no les pertenecen. Que no destruyan nuestros bosques, aguas y recursos naturales. Que seamos tomados en cuenta a la hora de decidir. Queremos formar parte del desarrollo, no ser simplemente un escalón para que otros se desarrollen. Que respeten y reconozcan nuestra identidad, no que nos traten de cambiar como a ellos les conviene. Porque los derechos colectivos de los pueblos también son derechos humanos y estos deben ser de todas y todos."
 

El camino es largo, la memoria también
De la región del Totonacapan, en Veracruz, el profesor Salomón García Malpica llegó a la Meseta Purhépecha para exigir el reconocimiento de las lenguas indígenas en los planes y programas de estudio de la Secretaría de Educación Pública; la creación de radiodifusoras bilingües para el manejo de los pueblos en todo el país. También esto fue dicho y demandado una y otra vez en Nurío, y desde antes, y está plasmado en los Acuerdos de San Andrés. "Rechazamos las políticas indigenistas, porque los indígenas tenemos la capacidad de poder llevar a cabo nuestro desarrollo".
¿Cuántas veces necesitarán los indígenas repetir estas demandas para taladrar la sordera nacional, para existir en la Constitución y salir del limbo en que los ha mantenido un sistema político hipócrita y aniquilador?
De la Montaña de Guerrero y la Sierra Sur de Puebla, los delegados indígenas de la Red Nacional de Ciudadanos y Organizaciones por la Democracia (Renacid) vinieron a decir: "La lucha por el reconocimiento de los derechos de los pueblos indios es la lucha de todos, por eso nadie debe apartarse, nadie debe tomar ventaja. Estamos seguros que el Congreso de la Unión entrará en razón y nuestros derechos serán reconocidos, pero no vamos a comer, ni vestir, ni curarnos con autonomía. El reconocimiento de la autonomía de los pueblos indios será un gran paso, pero todavía el camino por recorrer para alcanzar la justicia, la democracia y la libertad es largo y no es responsabilidad sólo de los pueblos indios, es de todos, de los campesinos, de los maestros, de los estudiantes, de los obreros, de todos los oprimidos y explotados de la patria".
Un consenso sostenido en todos los espacios que confluyen en el CNI es el reconocimiento al EZLN como, en palabra de Renacid (por escoger alguna), "la esperanza de un mundo mejor, de todos los pueblos indios de México". El Tercer Congreso del CNI juntó la fuerza de las demandas nacionales y la presencia imprescindible y potenciadora de los zapatistas chiapanecos, cuya autoridad moral y su condición de voceros fue reiterada a lo largo de su marcha "del color de la tierra". Un signo, entre muchos, es la cantidad de bastones de mando que los pueblos les fueron entregando, desde el Istmo de Tehuantepec al Valle del Anáhuac.
Los amuzgos de la Costa Chica de Guerrero señalaron la ausencia de representación de los pueblos en los tres niveles de gobierno. Tito Santiago López y Adolfo Bautista Santiago no dejaron de reconocer: "Los pueblos indígenas estamos divididos. Parte de nuestros hermanos están a favor del enemigo, incluso votan por ellos a cambio de migajas".
Otros foros estatales que convergieron en Nurío, como el de Oaxaca y el de Jalisco, reuniron consensos, el primero, de los 16 pueblos oaxaqueños, y el segundo de los wixárikas y nahuas de la entidad: "El tiempo de los pueblos indígenas ha llegado. Legislar nuestros derechos es el primer paso para hacerlos cumplir", dijeron los Kiekari Niwemama (Hijos de la Tierra) de las sierras Huichola y de Manantlán.
Este muestrario, inevitablemente breve, pero suficiente para documentar la unidad de voces, recoge también unas frases del Freposev-MAIZ (Frente Popular de Organizaciones del Sureste de Veracruz-Movimiento Agrario Indígena Zapatista): "Demandamos que la nueva relación del gobierno federal con los pueblos indios sea de la siguiente manera: que respete a los pueblos, que sean tomados en cuenta, que se les ofrezca más educación. El reconocimiento y respeto de los Acuerdos de San Andrés. Que se reforme el artículo 27 Constitucional. Que el Instituto Nacional Indigenista no siga siendo un programa del gobierno sin la participación nuestra. El nuevo gobierno debe tener tolerancia hacia los indígenas, debe favorecer el diálogo".

Cuautla, Morelos, 7 de marzo
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Palabra de migrantes
La Asociación de Tepeuxileños Emigrados, Iñ Cucä, conformada por cuicatecos deTepeuxila y mazatecos de Chiquihuitán, Oaxaca, radicados en distintos puntos del país y del extranjero, saludaron al congreso indígena de Nurío con un documento notable en su sencillez, que se pronunció por la participación de los pueblos indios en "la construcción de nuevas relaciones sociales en donde participemos todos los grupos que integramos el gran mosaico cultural llamado México".
La generosidad del documento lleva como rúbrica el lema de Iñ Cucä: "La solidaridad con los demás es nuestra propia defensa", y ayuda a redondear este breve recuento del espíritu de Nurío.
"Han transcurrido siete años desde el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y muchos, muchos más de la existencia de los indígenas y su reclamo de reconocimiento y respeto a su cultura y autonomía, reclamos que hasta ahora no forman parte del cuerpo constitucional que rige las relaciones sociales en este país. Con este rezago histórico llegamos al final del siglo XX y transitamos hacia un nuevo siglo y milenio, los cuales iniciamos con nuevas figuras en el gobierno, sin embargo el trasfondo político parece no variar en la dirección deseada por la mayoría de la población.
"La campaña propagandística emprendida por el gobierno federal en favor de la paz, por un lado parece un proyecto cuyo propósito es reducir la presencia de las voces críticas que reivindican el derecho indígena a pertenecer a la nación mexicana, con el goce de sus plenos derechos y consabidas obligaciones y arrebatar las banderas del EZLN, en tanto por el otro, parece empeñado en lograr un respaldo acrítico de la población mediante la campaña televisiva de firmar por la paz, para generar las condiciones propicias que hagan viable la firma de una ley sobre derechos indígenas acorde a los reclamos de los sectores más retardatarios de la política y no conforme a los reclamos de los indígenas.
"Ante tales riesgos, elevamos nuestro reconocimiento al EZLN, debido a que ha sabido expresar con palabras sencillas y claras el sentir y los requerimientos de todos los pueblos indígenas y otros sectores de la población, igualmente marginados y condenados a vivir en condiciones de miseria y exclusión social, en tanto los recursos naturales y la riqueza del subsuelo, en las zonas indígenas son saqueadas y enriquecen a sectores cada vez más reducidos de la población y al capital transnacional y por cuya defensa, los pueblos sufren el asedio policiaco-militar y persecución.
"Es por ello necesaria la reanudación del diálogo por una paz que signifique la posibilidad de los pueblos indígenas de ejercer su autonomía, en una relación de articulación y respeto de la sociedad mayor, de manera que se resuelva la situación de Chiapas, como muestra de voluntad política del nuevo gobierno por avanzar hacia una sociedad democrática.
"El EZLN no es el movimiento indígena sino una de sus múltiples expresiones, y por lo mismo no debe ni puede cargar con el peso histórico de responder por los pueblos indios, bajo el riesgo de enfrentar la escalada represiva gubernamental en forma aislada.
"Lo anterior nos lleva a elevar a la consideración de los presentes y ausentes, quienes nos reconocemos como indios, la siguiente propuesta: asumamos la interlocución con la sociedad, construyamos desde ya una propuesta de reforma política y jurídica objetiva que nos reconozca a los indígenas, como parte integrante y en igualdad de circunstancias con otros sectores de este país.
"No hay otra alternativa viable que el compromiso con el diálogo y la participación autocrítica y con la visión hacia el siglo XXI, cualquier otra mueve a desconfianza.
"Los pueblos indios somos parte de la nación y como tales también nos corresponde emitir nuestra opinión respecto al destino que como mexicanos deseamos, junto con los demás sectores sociales.
"Hacemos un llamado en el sentido de que son las comunidades indígenas quienes tenemos que discutir nuestros problemas para ponernos de acuerdo acerca de las propuestas que habrán de llevar a la modificación de la Constitución, estableciendo los mecanismos de representación por medio de la cual se exprese nuestra voz, la voz de los sin voz."
 
 

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