VIERNES Ť 16 Ť MARZO Ť 2001
José Cueli
Fantasmas en los Marcos
Los Marcos tomaron la fuerza de la tierra y grabaron sus actos en la plancha de la vieja Tenochtitlan. Aguijón de voces que removieron toda la sangre india, ''color de la tierra". Los Marcos como hermanos en arterias, marcaban los bordes con los que no los conocían ni esperaban. Desplante en mediodía histórico en el Zócalo de la gran ciudad, en que fueron lo que fueron.
Las voces de los Marcos tenían un timbre extraño, mezcla de resignación indígena y rugido. Voces no pasivas que transmitían el pensamiento indígena de un lugar a otro -del campo a la urbe-, del pasado al presente y del presente al pasado, con nuevos significados, no sólo en términos de lenguaje, sino políticos y sociales. Voces que no eran sólo operación lingüística de un idioma a otro, sino multiplicación a su alrededor, de iniciativas de diversos tipos, políticas e institucionales, afectadoras del conjunto del sentido.
Máquina del tiempo, analogía, metáfora, correspondencia de hechos distintos, lejanos entre sí en el espacio y el tiempo y al mismo tiempo esencial y misteriosamente idénticos. Voces en perpetua mutación, personajes inasibles, sucesión de máscaras, abolición del tiempo, conquista de la ilusión de una identidad fija.
Para reconocer a los Marcos hay que recurrir al razonamiento e identificarlos por el remoto parecido a ciertos rasgos; hay que completar la identidad, la cara antigua, con ayuda de la memoria. Desfile espectral de muertos y máscaras en fiesta. Monigotes casi muertos que revelan en su cuerpo moribundo la verdad del tiempo, movedizo e invisible. Monstruosidad del tiempo. Presencias-ausencias diseminadas, abriendo el campo, en (palabras de Derrida) a una experiencia en la que la imagen no es ni visible ni invisible, ni perceptible ni imperceptible. Los Marcos que si no hablan escriben, sienten que una mano invisible los expulsó de la vida. No son nadie pero quieren ser, escribir, hablar; buscan en su escritura interna quienes quieren ser.
Escriben y hablan en la red telecomunicativa y abren su realidad fantasmal. Fantasmagorías que buscan una traducción posible intentando multiplicar (como diría Derrida) alrededor de ese texto, iniciativa de diversos tipos, políticas e instituciones que afecten el conjunto del sentido.
Los Marcos transforman el espacio público, donde despliegan nuevos fantasmas, con sus muertos, víctimas, desaparecidos, humillados, castrados; en tanto que la apertura al porvenir y hacia el otro supone una relación con los desaparecidos a través de los fantasmas enraizados en la cultura. No hay, según Derrida, ningún análisis político ni social que no esté determinado por esas desapariciones. Los ausentes y los silenciados también toman forma en nuestro imaginario social.
Cabe aquí recordar algunas palabras de Pablo González Casanova: ''Los indios de México -y no sólo los mayas ni sólo el EZLN- están proponiendo un proyecto de cambio histórico desde lo local hasta lo global pasando por los pueblos, las naciones y las regiones. Entre una resistencia pacífica o armada proponen un nuevo compromiso, un nuevo pacto que respete la autonomía de las personas y las comunidades y que no caiga como ha ocurrido con todos los pactos liberales, paternalistas y populistas en autoritarismos y clientelismos que son fuente de corrupción de todo proyecto democrático, nacional y social. Aquí y ahora para estudiar al país, tenemos que estudiar a los indios, y para construir al país tenemos que construirlo con los indios. Los indios y los pueblos, las etnias y las naciones, los ciudadanos y los trabajadores calificados y no calificados, a nivel local y global, nacional y mundial, encabezarán una época de resistencia histórica que tal vez venza los dogmas del sistema dominante mediante compromisos democráticos y pactos sociales que impidan el triunfo de una barbarie cibernética. La nueva ciencia, entre incertidumbre, nos alienta a construir hipótesis que se autorrealicen. No nos asegura que la solución sea necesaria ni probable. Es posible".